Bioética materialista
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Tino Quintana
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.- El Papel de la Filosofía en el conjunto del Saber, 1971.
2. LA BIOÉTICA DESDE UNA PERSPECTIVA MATERIALISTA
Gustavo Bueno Martínez (1924-2016) nació en Santo Domingo de la Calzada, La Rioja, y estudió en las universidades de Logroño, Zaragoza y Madrid. Tras realizar su tesis doctoral como becario del CSIC obtiene en 1949 una cátedra de Enseñanza Media y comienza su vida docente en el instituto Lucía de Medrano de Salamanca, donde ejercerá hasta 1960. En 1960 se establece definitivamente en Asturias donde fue catedrático de Fundamentos de Filosofía e Historia de los Sistemas Filosóficos de la Universidad de Oviedo hasta 1998. A partir de esta fecha desarrolla su labor en la Fundación Gustavo Bueno, que tiene su sede en Oviedo, ciudad que en 1995 le reconoció como hijo adoptivo. Una gran parte de su popularidad se debe, quizá más que a su obra escrita, a su presencia en los medios de comunicación, prensa, radio y televisión. No obstante, como filósofo, pasará a la historia como autor del sistema filosófico conocido como “materialismo filosófico”.
Fundador de la revista El Basilisco, Gustavo Bueno es autor de muchos libros y artículos. Su extensa obra está recogida en distintos diccionarios y obras generales. Ideológicamente se le define de muchas maneras contrapuestas: «ateo católico», ateo que no reniega del entorno cultural católico en que ha nacido; «marxista heterodoxo», crítico con el “marxismo vulgar”, porque entiende el materialismo filosófico como una “vuelta del revés” del marxismo clásico; «tomista no creyente», defensor de la tradición escolástica española iniciada en la Escuela de Traductores de Toledo; «platónico», en el sentido de la filosofía académica de la Academia de Platón; de «izquierdas», pasando de un filocomunismo soviético antes de 1991 para posicionarse, hoy, como parte de una izquierda materialista muy crítica con las izquierdas existentes en España, lo que le ha valido la acusación de haberse vuelto “conservador”; y «nacionalista español», entendiendo España como nación política en sentido ilustrado.
Forma parte, desde el 22 de marzo de 2006, del Patronato de Honor de la Fundación para la Defensa de la Nación Española (DENAES), que tiene por objeto la pretensión de recuperar e impulsar desde la sociedad civil el conocimiento y la reivindicación de la nación española. Entre sus principales publicaciones podemos citar:
.- El Papel de la Filosofía en el conjunto del Saber, 1971.
.- Ensayos materialistas, 1972.
.- Ensayo sobre las Categorías de la Economía Política, 1973.
.- La Metafísica Presocrática, 1975
.- La Idea de Ciencia desde la Teoría del Cierre Categorial, 1977.
.- Etnología y Utopía, 1982.
.- Nosotros y Ellos, 1983.
.- El Animal Divino, 1985.
.- Cuestiones Cuodlibetales sobre Dios y la Religión, 1989.
.- Materia, 1990.
.- Primer Ensayo sobre las Categorías de las Ciencias Políticas, 1991.
.- Teoría del Cierre Categorial (5 tomos publicados, desde 1976, de un total de 15 programados).
.- ¿Qué es la filosofía?, 1995.
.- ¿Qué es la ciencia?, 1995.
.- El Mito de la Cultura: ensayo de una teoría materialista de la cultura, 1997.
.- España frente a Europa, 2000.
.- Telebasura y democracia, 2002.
.- El mito de la izquierda: Las izquierdas y la derecha, 2003.
.- La vuelta a la caverna: terrorismo, guerra y globalización, 2004.
.- España no es un mito: claves para una defensa razonada, 2005.
.- Zapatero y el pensamiento Alicia: un presidente en el país de las maravillas, 2006.
.- La fe del ateo, 2007.
.- El Mito de la derecha, 2008.
.- El fundamentalismo democrático. La democracia española a examen, 2010.
1. INTRODUCCIÓN GENERAL
En líneas generales, el materialismo filosófico es aquella posición crítica que considera a la materia como principio, origen y causa de todo lo que existe. El término fue utilizado por primera vez en 1647 por Robert Boyle y fue adoptado por los filósofos de la Enciclopedia (Condorcet, Diderot, Dondillac, Helvetius, Voltaire, etc), en el siglo XVIII, para designar su postura naturalista en física y fisiología, su crítica radical a la religión, su moral hedonista y su oposición a las convenciones educativas y morales del Antiguo Régimen. Sin embargo, el materialismo es una doctrina muy antigua. El sistema indio Chärväka, por ejemplo, es materialista. También son calificadas de materialistas las filosofías de Demócrito, Epicuro y, en general, los atomistas presocráticos (s.VI-V a. C.).
Desde entonces hasta la actualidad han sido numerosos y continuos los autores que, en todas las épocas, han propugnado el materialismo filosófico, subrayando la primacía de la materia frente al espíritu y la prioridad del conocimiento científico frente a otros tipos de conocimiento como el religioso, el místico o el extrasensorial. Filósofos y científicos materialistas actuales de renombre son, entre otros muchos, Mario Bunge, Daniel Dennett, Paul y Patricia Churchland, André Comte-Sponville, Slavoj Zizek, Richard Dawkins, Gonzalo Puente Ojea, etc., etc…
En cualquier caso, es común a todas las doctrinas materialistas el reconocer que “la” realidad está compuesta únicamente por cuerpos materiales. Se refieren a la materia corporal (y no simplemente a la “materia” como distinta de la “forma”, como decían los clásicos). Es típico de casi todos los materialistas entender la materia a la vez como fundamento de toda realidad y como causa de toda transformación. Asimismo, está generalmente admitido que hay diversas clases de materialismo: 1) epistemológico, 2) metafísico, 3) monista, 4) hilozoísta, 5) mecanicista, 6) dialéctico, y 7) histórico.
1.1. El materialismo filosófico de Gustavo Bueno
Las líneas más importantes pueden trazarse siguiendo los tres ejes que organizan, según Bueno, el espacio antropológico como contexto envolvente del material humano rodeado («envuelto») por otras realidades no antropológicas como plantas, animales, piedras, astros. Los tres ejes de ese espacio son 1) el eje radial, en el que se inscriben todo tipo de entidades impersonales debidamente conceptualizadas, 2) el eje circular, en el que se disponen principalmente los sujetos humanos y los instrumentos mediante los que se relacionan, y 3) el eje angular, en el que figuran los sujetos dotados de apetición y de conocimiento, pero que no son humanos, aunque forman parte real del mundo del presente.
1. Desde el eje radial, el materialismo filosófico se presenta como un materialismo cosmológico, basado en la crítica a la visión del mundo procedente de un Dios creador que poseyera a su vez la providencia y el gobierno del mundo (este materialismo incluye una concepción materialista de las ciencias categoriales, es decir, un materialismo gnoseológico).
2. Desde la perspectiva del eje circular, el materialismo filosófico termina confundiéndose con el materialismo histórico en la medida en que éste constituye la crítica de todo idealismo histórico y de su intento de explicar la historia humana en función de una “conciencia autónoma” desde la que estuviese planeándose el curso global de la humanidad.
3. Desde el punto de vista del eje angular, el materialismo filosófico toma la forma de un materialismo religioso que se enfrenta críticamente con el espiritualismo (que concibe a los dioses, a los espíritus, a las almas y a los númenes, en general, como incorpóreos), propugnando la naturaleza corpórea y real de los sujetos numinosos que han rodeado a los hombres durante milenios (los animales representados en las cavernas magdalenienses del paleolítico, por ejemplo).
Una recopilación imprescindible del sistema filosófico de G. Bueno se encuentra en el Diccionario filosófico, preparado por Pelayo García Sierra (Oviedo 2000), que vamos a seguir aquí de manera permanente. Asimismo, tendremos siempre al lado, como consulta habitual un libro del propio autor: ¿Qué es la Bioética?, Pentalfa Ediciones, Oviedo, 2001. Advierto, en todo caso, de dos grandes dificultades: la de resumir su pensamiento y la de “traducir” su lenguaje. He intentado hacerlo lo mejor posible.
1.2. La ética y la moral según el materialismo filosófico de G. Bueno
1º) Fundamento de la moral. Según nuestro autor, Kant ha establecido que el fundamento de la moralidad ha de ser transcendental, pero terminó eliminando la materia y se acogió a la pura forma de la ley moral para encontrar ese fundamento. En el momento en que reconozcamos que las formas no pueden separarse de la materia, puesto que ellas mismas son materia, y en el momento en que concedamos el carácter transcendental al fundamento de la moralidad, nos veremos obligados a postular un contenido material transcendental que desempeñe una función fundamentadora, similar a la que Kant asignó a la forma de la ley moral.
Así pues, el fundamento trascendental de la moralidad lo desempeña la individualidad corpórea constitutiva de las subjetividades operatorias en tanto que es materia formal, o sea, materia por su contenido corpóreo y formal por su capacidad conformadora de otras materias.
2º) Los sujetos de la moral. La moralidad está específicamente referida a los sujetos humanos, pero entendidos, no ya como “espíritus”, “conciencias” o “mentes” inmateriales o formales, sino como sujetos corpóreos, cuya característica inherente es la de ser sujetos operatorios. En ese sentido, los sujetos humanos se distinguen por su actividad proléptica, es decir, por su capacidad de planificar (respecto de personas) y de programar (respecto de cosas) según normas, o sea, por su capacidad de construir objetos normalizados. De ese modo, los sujetos corpóreos operatorios se constituyen como sujetos morales y, como tales, pueden ser llamados personas en su sentido moral. Es por ello que el orden moral y ético, así como las obligaciones morales o los deberes éticos, siempre están referidos a un campo de términos personales como agentes propios de las conductas éticas y morales.
3º) La idea de moralidad aparece en el momento en el que los sujetos corpóreos realizan operaciones que puedan considerarse transcendentalmente determinadas. Esas operaciones o acciones de los sujetos corpóreos entrarán en el horizonte de la moralidad en la medida en que estén formalmente dirigidos (o desviados) a la preservación y el cuidado de la misma existencia y que, por tanto, puedan considerarse partes de las condiciones de existencia de esos mismos sujetos.
4º) La ley fundamental o norma generalísima de toda conducta moral o ética, o, si se prefiere, el contenido mismo de la sindéresis, podría enunciarse de este modo: «debo obrar de tal modo (o bien: obro ética o moralmente en la medida en) que mis acciones puedan contribuir a la preservación en la existencia de los sujetos humanos, y yo entre ellos, en cuanto son sujetos actuantes, que no se oponen, con sus acciones u operaciones, a esa misma preservación de la comunidad de sujetos humanos.» La sindéresis se desdobla en dos planos o contextos (el distributivo y el atributivo) en los que se da la existencia de los sujetos corpóreos: el que contiene a la ética y el que contiene a la moral.
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El contexto distributivo delimita la idea misma del hombre como individualidad corpórea distributiva, en cuanto idea moral y no meramente anatómica o antropológica (por ejemplo, la “Declaración de los derechos del hombre”). El deber o el derecho se refieren a la existencia de los individuos humanos en aquello que tienen de más universal: su propia corporeidad operatoria. La primera esfera real de aplicación de la sindéresis es el ámbito de la familia porque, en ella, los individuos aparecen eminentemente en su dimensión corpórea y en sus funciones más próximas a la vida orgánica (nacimiento, alimentación, cuidados en las enfermedades, acompañamiento en la muerte). En definitiva, estamos refiriéndonos a los deberes de la “esfera del hombre”, que está sosteniendo la esfera de la ética.
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Aplicado al contexto atributivo el deber afecta también a los individuos, pero en tanto que son partes de las sociedades constituidas por diferentes conjuntos de individuos humanos. Este contexto limita, por un lado, con la esfera del deber ético y, por otro lado, con la humanidad, en cuanto sociedad humana; pero, de hecho, la esfera real del “deber atributivo” es el grupo social al que pertenece cada individuo (la tribu, la clase, la ciudad, el Estado…). En suma, nos referimos a los deberes de la “esfera del ciudadano”, que está sosteniendo la esfera de la moral.