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2015

Ética Enfermera Básica

Ética Enfermera Básica 150 150 Tino Quintana

La enfermería está vinculada estrechamente a la ética. Tan es así que podemos examinar la actividad enfermera desde varias perspectivas cuyo común denominador es la ética: la relación, la responsabilidad, el cuidado y la profesión. Todo ello nos permitirá comprender que la ética enfermera, enmarcada en el vasto campo de la práctica sanitaria, no es un simple reflejo de la ética médica. Tiene características y especificidades propias.

1. RELACIÓN, RESPONSABILIDAD, ÉTICA Y ENFERMERÍA

La ética trata de fundamentar y dar razón de la vida moral. No es sólo un asunto de la inteligencia y, menos aún, del individuo replegado sobre sí mismo y aislado de su entorno. Surge en el cruce de las relaciones personales, porque el ser humano no puede comprenderse a sí mismo sino como ser en relación. La experiencia del otro, vivida en esas relaciones, nos impulsa a sustituir el ser-para-sí por el ser-para-el otro, el egocentrismo por el altruismo, superando el ámbito de las elecciones racionales por la experiencia de vivir expuestos ante la vulnerabilidad del otro, y reclamándonos compromiso y justicia de un modo mucho más básico y exigente que cuando nos ocurre a nosotros mismos (véase A. Moreno. «La ética de la vulnerabilidad de Corine Pelluchon». Daimon. Revista Internacional e Filosofía. 2013; 58: 171-178). La experiencia del otro, la alteridad, es el origen de la ética y el punto de arranque de la moral cotidiana.

El otro se hace visible, sobre todo, a través de su rostro, un rostro que habla, llama y cuestiona nuestra libertad, impulsándonos a reconocerlo y a no pasar indiferentes ante él. Además, el rostro del otro se niega a la posesión, al afán de control y de dominio, y a ejercer sobre él la violencia. Cuando renunciamos a tratarlo como cosa sometida a nuestro poder, o sea, cuando establecemos una relación ética, esa misma relación se convierte en barómetro de nuestra moralidad. El tipo de trato que otorgamos a los demás es la prueba apodíctica de nuestra estatura moral y de nuestra catadura ética, la demostración del tipo de persona que somos cada uno. La experiencia del otro, la alteridad, es el retrato de la ética personal.

Por otra parte, dado que el rostro del otro habla y está ahí, ante nosotros, movilizando hacia él nuestra razón y nuestro sentimiento, en esa experiencia surge también nuestra responsabilidad como obligación de responder al otro y de responsabilizarnos del otro. Nuestra identidad, nuestra mismidad, eso que es único en cada uno, está apoyada y sostenida en la responsabilidad por el otro. Cuando la vida, la alegría y la pena, el dolor y el sufrimiento o la muerte del otro, nos tienen descuidados o sin cuidado, es muy difícil que se pueda hablar de ética, sencillamente porque no hay alteridad, sólo existo yo, desde mi yo y para mi yo. En ese tipo de contexto no hay nada más que cosas fuera de mí sobre las que puedo ejercer mi poder o mi dominio. El otro deja de ser “alter”, otro “yo”, y se transforma en cosa, en pura mercancía. Hemos dejado de percibir su llamada y, por ello, también hemos dejado de ser responsables y hemos perdido las raíces de la ética y de lo humano.

Por eso la experiencia de alteridad tiene mucho que ver con la transición del ser-con al ser-por, del estar-con alguien al estar-por alguien. En este nuevo contexto, el otro ha dejado de ser para mí un extraño moral y se ha convertido en prójimo, porque respondo a su llamada que me pide tratarlo con hospitalidad y solidaridad. Soy con los otros significa soy por los otros, responsable del otro, decía E. Lévinas, que añadía lo siguiente: decir “Yo significa heme aquí, respondiendo de todo y de todos…constricción a dar a manos llenas”.

La descripción sobre el origen y los fundamentos de la ética, antes expuestos, traduce e interpreta la experiencia enfermera. En ella se vive la relación con el otro en varias direcciones, pero, en particular, con la persona enferma o sana que, respecto a su salud, es sujeto de derechos y, por encima de todo, sujeto de necesidades y carencias, de dolor y sufrimiento.

Esa experiencia del otro, es, por una parte, el origen de un modo ser específico y de un rol característico y, por otra, el lugar donde renace sin cesar la ética enfermera con sus características: 1) cultivar la sensibilidad ante el ser humano vulnerable y necesitado; 2) adquirir un compromiso explícito en favor de ese ser humano; 3) ponerse en el lugar del otro, ofreciendo escucha, mirada, comprensión y atención; 4) mejorar continuamente en los conocimientos y habilidades técnicas de la actividad enfermera; 5) asimilar la actitud ética fundamental: “Yo significa heme aquí, respondiendo de todo y de todos”; y 6) asumir la responsabilidad como eje central de la enfermería.

2. EL “ARTE DE CUIDAR”: IDENTIDAD ENFERMERA

Los seres humanos necesitamos ser cuidados y estamos hechos para cuidar a los más cercanos, pero, además, tenemos la capacidad de llegar hasta los lejanos, los diferentes y los extraños, creando vecindad, proximidad, fraternidad y humanidad, en suma. Y es que, por más que la autonomía y la independencia se lleven hoy la mayoría de los triunfos, en realidad estamos interrelacionados y somos esencialmente dependientes.

La autonomía no es absoluta. Está quebrada existencialmente por la dependencia y la vulnerabilidad. Ambas aparecen primero y duran más tiempo que la autonomía. Y ambas son un lugar privilegiado para vivirlas con dignidad. Así pues, el cuidado parte de la comprensión del mundo como una red de relaciones de dependencia y se proyecta en la responsabilidad por los otros. Por eso se puede hablar de la ética del cuidado y del “arte de cuidar” como aptitud y como actitud para ejercer con diligencia y solicitud la atención a las personas confiadas a su cargo.

Las relaciones entre los profesionales sanitarios y los pacientes adquieren rasgos y tonalidades específicas. Dentro de ese ámbito, la experiencia del otro, enfermo o sano, implica un importante cambio en el modo de comprenderse a uno mismo, que consiste en pasar del ser-para-sí al ser-para-el otro, del soy-con-los otros al soy-por-los otros, responsable de los otros. En esa relación está el origen de la ética de las profesiones sanitarias. Para la enfermería se trata de una relación directa entre la persona que cuida, el cuidador o cuidadora, y la persona que es cuidada. Esta relación, centrada en el cuidado, ha variado a lo largo del tiempo y, con ello, la concepción de la propia enfermería, como veremos seguidamente.

Florence Nightingale, iniciadora de la enfermería moderna, ha intentado dotarla de bases lógicas y de un cuerpo de conocimientos teóricos sistematizados. La tarea de cuidar se fundamentaba en el principio de beneficencia, interpretada desde el paternalismo médico, cuyo correlato en enfermería era la fiel ejecución de las órdenes médicas y la consideración del paciente como un niño que se limita a obedecer los sabios criterios de los profesionales sanitarios. La enfermería carecía de un rol propio y específico.

En las décadas de los 60 y 70 del pasado siglo XX se producen grandes cambios. La figura enfermera se presenta como “abogada o defensora del paciente” y entiende el cuidado como protección y defensa los derechos del paciente. La obligación de cuidar se fundamentaba en el principio de autonomía, interpretada como reivindicación de la independencia de la profesión enfermera, por una parte, y, por otra, como defensora de la libertad del paciente que se siente extraño en un ambiente hospitalario hostil a sus derechos. Para dar unos buenos cuidados, la enfermería debe conseguir la máxima independencia profesional y mantener una actitud reivindicativa en la que su prioridad es, ante todo, la lealtad al paciente.

Desde finales del siglo XX hasta hoy el contenido de los cuidados de enfermería ha sido objeto de numerosas publicaciones. Ha sido también ésta la época en que más repercusión alcanzó la “ética feminista del cuidado”, promovida por Carol Gilligan. Asimismo, se ha intentado elaborar una definición de cuidado compartida, pero, de hecho, existen muchas y variadas acepciones: cuidado como trato humano; como compromiso moral de mantener la dignidad e integridad de las personas; como afecto, implicación emocional, empatía e intimidad; como atención biológica, asociada a la búsqueda de resultados fisiológicos; como acto terapéutico en el que el paciente percibe necesidades y el/la enfermero/a interviene en la satisfacción de las mismas.

En cualquier caso, el cuidado se ha convertido en distintivo de la enfermería. Es la clave de su identidad. La tarea de cuidar es ahora un proceso de atención que se desarrolla siguiendo una metodología específica y que conlleva, a su vez, una serie de intervenciones planificadas y una serie de resultados esperados, es decir, un detallado plan de cuidados de enfermería. Basta para ello consultar NANDA, NOC, NIC, por ejemplo, o la asociación española AENTDE o la europea ACENDIO.

La obligación de cuidar se fundamenta hoy en los cuatro principios de la bioética: la justicia y la no maleficencia comprometen a la/el enfermera/o a la distribución justa de recursos y a la minimización del daño al paciente. No obstante, el principio que más repercute en la actividad enfermera es la nueva formulación del principio de beneficencia, interpretado como la obligación de hacer el bien al paciente contando siempre con su autonomía, es decir, con su decisión previamente informada. De este modo, la enfermería ha entrado de lleno en el campo de la bioética clínica aportando cosas que van mucho más allá de los principios. Aporta capacidades, habilidades, destrezas y disposiciones específicas para cuidar.

Así todo, el horizonte ético de referencia permanente es la dignidad del ser humano. Cada enfermo tiene valor en sí mismo y siempre es digno del máximo respeto. Jamás tiene precio y no se le puede rebajar al plano de las cosas, como si fuera un instrumento de cualquier capricho. Por eso precisamente, porque posee dignidad inalienable, debe ser tratado como persona, sujeto de necesidades y de derechos. Ese es el principal valor y el fundamento del cuidado como raíz de la identidad enfermera.

Conviene recordar que el otro se convierte realmente en alguien para mí cuando deja de ser una cosa que puedo someter y dominar a capricho. Cuando sucede esto último, las relaciones se reducen a mero intercambio de consumo y el propio ombligo se convierte en el único centro del planeta. Por el contrario, cuando consiento en escuchar la llamada del otro, le reconozco como tal, me responsabilizo de su vulnerabilidad, y lo acepto, entonces yo me transformo en anfitrión y él en huésped, o sea, estoy practicando la hospitalidad. Cuando alcanzamos esa autocomprensión estamos diciendo “heme aquí” dispuestos a dar y a mejorar continuamente el proceso de atención en enfermería, cuidando a cada persona bajo mi responsabilidad.

3. ÉTICA DE LA PROFESIÓN ENFERMERA

La actividad profesional enfermera se puede comprender utilizando la definición de “práctica”, formulada por MacIntyre: “cualquier forma coherente y compleja de actividad humana cooperativa, establecida socialmente, mediante la que se realizan los bienes inherentes a la misma mientras se intenta lograr los modelos de excelencia apropiados a esa forma de actividad y la definen…”.

Podríamos decir, entonces, que la profesión enfermera es una práctica humana, de carácter cooperativo, dotada actualmente de una metodología propia, compleja y coherente, cuyo objetivo específico es buscar o conseguir un bien interno a ella misma, un bien que ninguna otra actividad puede proporcionar. Se trata de un bien querido y buscado de manera planificada, organizada, se trata, en suma, de perseguir un fin que es propio de la enfermería, le da sentido y le confiere legitimidad social. Ese bien interno o específico es el “cuidado” de las personas enfermas, un bien que se concreta de manera coherente y compleja en los planes de cuidados que conforman el proceso de enfermería.

Así pues, la ética de la profesión enfermera se cifra en el cuidado, porque ese es su fundamento y su razón de ser, su bien interno o, dicho de otro modo, porque esa práctica es una de las formas de verificar que el ser humano es absolutamente valioso para el propio ser humano. Este valor supremo se desglosa en valores, que aquí sólo podemos enumerar, como el respecto por la vida y por ser el humano en su integridad, la actitud de servicio, la honestidad, el altruismo, el desinterés, la confidencialidad, la lealtad, la veracidad, la solidaridad, la imparcialidad, además del trabajo en equipo y la competencia profesional. Al fin y al cabo, la ética consiste en objetivar valores positivos.

A su vez, los valores se condensan en deberes básicos como son promover la salud, prevenir la enfermedad, restaurar la salud y aliviar el sufrimiento (véase, por ejemplo, el Código deontologico del CIE para la Profesión Enfermera) a las personas de todas las edades, familias, grupos y comunidades, enfermos o sanos, en todos los contextos. Los valores se condensan también en una serie de deberes más concretos agrupados según los criterios que definen las relaciones de los profesionales de enfermería con las personas a su cuidado: los enfermos en general y, en particular, los discapacitados físicos y psíquicos, los niños y los ancianos, además de otros relacionados con la sociedad, la educación, la investigación y la planificación sanitaria. (Véase, por ejemplo, el codigo_deontologico_de_la_enfermeria_espanola).

Y, en fin, los valores y los deberes quedan articulados por los principios generales de la bioética enunciados más atrás: no maleficencia y justicia, beneficencia y autonomía. El codigo_deontologico_europeo contiene una serie de principios fundamentales que merece ser tenido en cuenta.

Sólo resta añadir la necesidad de practicar la deliberación, o sea, considerar atenta y detenidamente el pro y el contra de los motivos de una decisión, antes de adoptarla. La deliberación se aprende practicándola sin cesar y aporta calidad a la actividad enfermera.

La apretada síntesis de ética enfermera recién expuesta es necesario completarla con la disposición de hacer las cosas bien, o sea, con buenos hábitos adquiridos a base de repetir buenas acciones, con actitudes positivas hacia los valores de la profesión. Estamos hablando de las virtudes morales que los griegos llamaban aretai, excelencias. Son cualidades que capacitan para conseguir el bien interno de la práctica enfermera, el cuidado, y cuya carencia lo desfiguran o impiden lograrlo. Excelente es quien compite consigo mismo para ofrecer un buen producto profesional; quien no se conforma con la mediocridad de aspirar sólo a cumplir requisitos burocráticos o limitarse a eludir acusaciones legales de negligencia; quien va más allá del êthos burocrático, el mínimo legal, y se compromete con su êthos profesional basado en la responsabilidad por las personas de carne y hueso, cuyo bienestar da sentido a la práctica enfermera. Algunas de esas virtudes son:

  • Compasión por el sufrimiento de la persona cercana que depende de mí.
  • Sensibilidad para dejarse impactar por el sufrimiento de la persona a mi cargo.
  • Comunicación y reciprocidad o capacidad para dialogar y ponerse en el lugar del otro.
  • Apoyar la autonomía del enfermo y ayudarle a vivir con dignidad su dependencia.
  • Competencia técnica en el ejercicio de las habilidades específicas de la profesión.
  • Autoestima y cuidado de uno mismo para confiar en las propias capacidades y actitudes.

CONCLUSIÓN

Tener aptitudes técnicas, es muy importante, pero insuficiente. Las competencias técnicas sólo son valiosas respecto al fin que se busca alcanzar con ellas. Hay otras actividades, que hemos llamado “prácticas”, como la enfermería, que encierran en sí mismas un fin propio, un bien inherente a la misma práctica, que se expresa en el término genérico de cuidado y se concreta en los planes de cuidados del proceso de enfermería. La profesión enfermera exige sustituir el ser-para-sí por el ser-para-el otro y pasar del estar-con-el otro a estar-por-el otro, exige una autocomprensión basada en la ética.

¿Y para qué sirve la ética? Para aprender a degustar lo que es valioso por sí mismo, para estrechar las relaciones con todos aquellos que son dignos de compasión y de respeto, para recordar que necesitamos cuidarnos mutuamente, sobre todo a los diferentes, débiles y enfermos. Para eso hace falta no sólo poder, sino querer hacerlo y hacerlo bien. Hace falta la ética.

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Ética de las Organizaciones Sanitarias

Ética de las Organizaciones Sanitarias 150 150 Tino Quintana

En 1995, la JCAHO (Joint Commission for Accreditation of Healthcare Organization), incluyó en el capítulo de su manual de acreditación, dedicado a los derechos de los pacientes, unos nuevos criterios y estándares agrupados bajo el título “ética de la organización”. Ese es el punto de arranque de la ética de las organizaciones sanitarias.

Suele definirse como «la articulación, aplicación y evaluación de los valores relevantes y posicionamientos morales de una organización, que la definen tanto interna como externamente».

Respetar y promover la dignidad humana, los derechos humanos y las libertades fundamentales y, al mismo tiempo, priorizar los intereses y el bienestar de la persona respecto al interés exclusivo de la ciencia o la sociedad, como dice la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos, es el fundamento ético de las organizaciones sanitarias.

El artículo completo sobre esta entrada del blog puede verse en Ética de las organizaciones sanitarias.04.06.2013

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Nanotecnología y nanoética

Nanotecnología y nanoética 150 150 Tino Quintana

El acta del el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica (2008) a cinco investigadores de la ciencia de materiales y de la nanotecnología (el japonés Sumio Iijima y los estadounidenses Shuji Nakamura, Robert Langer, George M. Whitesides y Tobin Marks), decía así: «Estos científicos han descubierto los nanotubos de carbono, los diodos emisores de luz (LEDs), biomateriales que posibilitan la liberación inteligente de fármacos, la producción de tejidos y órganos para trasplantes».

Puede entenderse como nanotecnología la ciencia aplicada al diseño, síntesis y empleo de materiales e instrumentos a escala atómica y molecular que establece enlaces entre ámbitos científicos tradicionalmente separados —como física, química y biología— y que tiene un impacto sobre la vida de las personas y el medio en el que viven.

Más información en Enciclopedia de Bioderecho y Bioética

El artículo completo de esta entrada del blog puede verse en Nanoética-nanobioética

Se llamaba Aylan y tenía 3 años

Se llamaba Aylan y tenía 3 años 150 150 Tino Quintana

Como bien saben los lectores, este niño, que se llamaba Aylan, y tenía 3 años, era hermano de otro niño, que también se ahogó, además de su propia madre. El padre, superviviente, acaba de decir que no fue capaz de sujetarlos: “se me escaparon de las manos”, decía con un rostro lleno de vacío.

A ese niño, Aylan, “el mundo se lo ha quitado todo: ni este ni aquel, ni este país ni este otro: el responsable de esa terrible expresión de este tiempo es el mundo entero, porque también el niño es el mundo entero” (Juan Cruz, El País, 03/09/2015)

El diario inglés The Independent (03/09/2015) publicó la fotografía anterior, ocupando la práctica totalidad de la primera página, añadiendo el siguiente pie de foto: “somebody’s child” (el hijo de cualquiera). Y añadía un breve texto con la siguiente pregunta: “Do we really believe this is not our problem?” (¿Seguimos creyendo, realmente, que esto no es nuestro problema?).

“Lo normal a los tres años es verlos en la orilla con el bañador y no vestidos. Lo normal es verlos dando saltos y no tumbados de este modo: boca abajo y de lado, como escuchando el latido de la tierra. Si es que ésta tiene todavía corazón”. Así lo comenta Pedro Simón (El Mundo, 02/09/2015), que termina diciendo: “No vas a entender la fotografía. Pero quiero que la mires y no olvides una cosa: ya te he dicho mil veces, hijo, que en las playas de verano puede hacer un frío hondo y oscuro”.

Por su parte, el diario francés Le Monde (03/09/2015) presenta la misma imagen diciendo: “Une photo pour ouvrir les yeux” (una foto para abrir los ojos). Es cierto. Se trata de un verdadero desafío: tener la capacidad de “mirar” y no solamente de “ver”. Por eso creo que también lleva razón, y complementa la afirmación del diario francés, el inteligente y comprometedor comentario de Màrius Carol, en La Vanguardia (03/09/2015) que, citando a Susan Sontag, asegura que la fotografía es antes que nada una manera de mirar, pero no es la mirada misma: “De la instantánea del niño sirio ahogado frente a la costa griega, no nos horroriza tanto la imagen como la impotencia de nuestra propia mirada.

Veamos algunos datos que corroboran a escala planetaria lo que acabamos de exponer. Según ACNUR (Agencia de la ONU para los Refugiados), en 2014 continuó el dramático aumento del desplazamiento masivo provocado por guerras y conflictos, que alcanzó una vez más niveles sin precedentes en la historia reciente. Hace un año, en 2013, los desplazamientos forzosos en el mundo habían afectado ya a 51,2 millones de personas, un nivel nunca visto desde la II Guerra Mundial. Doce meses después, en 2014, esta cifra ha llegado a la impresionante cifra de 59,5 millones, con un aumento de 8,3 millones de personas. Durante ese año, los conflictos y la persecución obligaron a una media diaria de 42.500 personas a abandonar sus casas y buscar protección en otro lugar, dentro de las fronteras de su país o en otros países. Es muy probable que la cifra de 59,5 millones haya quedado ampliamente superada a lo largo del presente 2015.

Pero debemos tomar buena nota del siguiente hecho: Las regiones en desarrollo acogen al 86% de los refugiados del mundo: 12,4 millones de personas, el valor más elevado desde hace más de dos decenios. Véase, por ejemplo, el informe sobre “Los 25 mayores campos de refugiados del mundo” (teinteresa.es, 20/06/2014) o el artículo de Javier Solana acerca de “La historia que olvidamos” (El País, 02/06/2015)

JUSTICIA, SOLIDARIDAD, DECENCIA Y VERGÜENZA

Ante problemas de tal urgencia y envergadura, es necesario adoptar medidas estatales e interestatales, medidas ampliamente consensuadas, amparadas por el derecho internacional, así como potenciar la actuación de prestigiosas y reconocidas ONG’s, que conocen tales problemas en su verdadero contexto. Asimismo, está yendo cada vez a más la actuación de la ciudadanía, de manera individual o colectiva, local (Barcelona, Madrid, Berlín) regional (Navarra, Asturias) o nacional (Islandia). Es indudable que el impulso ciudadano está empujando la actuación estatal e internacional, aunque los ministros de la Comunidad Europea tengan programada su primera reunión urgente para dentro de 15 días (¡qué poca vergüenza!). Sin embargo, yo no me veo hablando ni proponiendo estas cosas, porque no me encuentro con competencias ni conocimientos para hacerlo.

La impactante imagen de Aylan, ahogado a la vera de las olas, es un síntoma evidente de lo que no se debe hacer, es decir, es una gravísima inmoralidad. Y lo es porque pone ese niño muerto está lanzando un enorme grito, sin voz, al mundo entero, al mundo con la boca llena de “globalidad”, Un grito de que no hay ética individual, ni colectiva, ni global o, cuando menos, no la hay en el grado de intensidad y compromiso necesarios para poner este mundo del revés. La prueba irrefutable de que eso es así reside en que el “otro” (Aylan) nos saca los colores, nos hace caer en la cuenta de que no tenemos vergüenza, ni decencia, ni solidaridad, ni justicia. ¿Por qué? Porque el rostro del otro, su presencia… o su cadáver, nos hace tomar conciencia de que estamos obligados a responderle o, lo que es lo mismo, a responsabilizarnos de él, a ser conscientes de que cuando decimos “yo” estamos diciendo: heme aquí, aquí me tienes dispuesto a responder a tus necesidades, o sea, a ser justos, solidarios y decentes… con vergüenza. Nuestro modo objetivo de relacionarnos con los “otros” demuestra objetivamente la altura o la bajeza de nuestra moral y nuestra ética. En la relación con el otro, y/o los otros, está el origen de la ética y de la moralidad.

Por eso reitero lo expuesto en otros lugares: Es la hora de la justicia entendida: 1º) como reconocimiento, para eliminar tanto desprecio y humillación a los otros… diferentes, y 2º) como equidad, para favorecer a los desfavorecidos, a los «desiguales», y eliminar esas desigualdades derivadas de las diferencias.

Es la hora de la solidaridad, no sólo desde el punto de vista de sentimientos o de emociones compartidas, imprescindibles para disponer de sensibilidad moral, sino desde la decisión de hacerse cargo y hasta de cargar con los problemas de quienes están agobiados por el peso de la pobreza, la exclusión, la marginación o cualquier otro tipo de postración y sometimiento.

Es también la hora de la decencia porque las sociedades ricas y sus discursos bioéticos no deben ser sólo basarse en la justicia, ni limitarse a parecer justas. Ha llegado la hora de que sean decentes, de que sus instituciones y discursos guarden la compostura y honestidad, es decir, que no humillen nunca a los otros, por ser «otros» ni, menos aún, por «diferentes».

Y, en fin, es la hora de la vergüenza, en el sentido de turbación del ánimo, que experimentamos por alguna falta cometida o por alguna acción deshonrosa y humillante, propia o ajena. La vergüenza es un potente detector de la sensibilidad moral y debería impulsarnos a practicar la justicia, la solidaridad y la decencia.

Como ha dicho recientemente Adela Cortina (¿Para qué sirve realmente la ética?, Paidós, Barcelona, 2014, 17), “Si no tomamos nota de lo cara que sale la falta de ética…, el coste de la inmoralidad seguirá siendo imparable. Y aunque suene a tópico, seguirán pagándolo sobre todo los más débiles…Para eso, entre otras cosas, sirve la ética, para cambiar las tornas y potenciar actitudes que hagan posible un mundo distinto”.

E. Morin: Pensamiento Complejo y Bioética

E. Morin: Pensamiento Complejo y Bioética 150 150 Tino Quintana

El veterano filósofo y sociólogo francés Edgar Morin (París, 1921), actual director emérito del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS), es una figura ampliamente reconocida  en el ámbito académico occidental. La influencia de su obra se plasmado en diversas instituciones: Comunidad de Pensamiento Complejo y la Universidad a Distancia “Multidiversidad Mundo Real Edgar Morin” (México, D.F.). E. Morin: Sitio Web Internacional.

A lo largo de su obra se refiere a la bioética sólo de manera tangencial o marginal, es decir, no le dedica ningún capítulo o apartado específicos. Sin embargo, contiene sugerencias éticas de gran interés desde la ética que pueden ser de utilidad en la bioética, como la necesidad de religación con nosotros mismos, con la sociedad y con la propia especie humana; la importancia de aprender constantemente, y de manera solidaria, a «bien pensar»; y la urgencia de eliminar barreras, muros y tabiques que separan irracionalmente a los seres humanos.

Reviste también interés lo referente a una especie de boceto de bioética muy básica, cuando habla de la «antropobioética», y las propuestas que hace en El Método II. La vida de la vida, parte quinta, dedicada a comprender lo viviente, bios.

El artículo completo de esta entrada puede verse en E. Morin Pensamiento Complejo y Bioética

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16 de abril

16 de abril 150 150 Tino Quintana

Todos conocemos extremas y masivas situaciones de pobreza, exclusión, migración, desplazamientos forzados, masas de refugiados, violencia, enfermedades endémicas y epidémicas, y un largo etcétera. En nuestro mundo hay crueldad, barbarie, desprecio, discriminación, prepotencia, inhumanidad, carencia de ética. Hoy quiero dedicar esta página a los niños y niñas que malviven a duras penas cada día o sobreviven a base de ser esclavizados sin ninguna clase de escrúpulo.

El pasado 16 de abril fue el día internacional contra la esclavitud infantil. En realidad, los “días de…” arreglan bien poca cosa si no van acompañados de programas de acción con resultados efectivos, verificados “in situ”. Aún a sabiendas de ello, es muy oportuno decir algunas cosas.

Recordemos lo que dice Eduardo Galeano: «La sociedad, que prefiere el orden a la justicia, trata a los niños ricos como si fueran dinero, a los niños pobres como si fueran basura, y a los del medio los tiene atados a la pata del televisor. Mucho antes de que los niños ricos dejen de ser niños y descubran las drogas caras que aturden la soledad y enmascaran el miedo, ya los niños pobres están aspirando pegamento. Mientras los niños ricos juegan a la guerra con balas de rayos láser, ya las balas de plomo acribillan a los niños de la calle, porque, desde el punto de vista del sistema, la vejez es un fracaso, pero la infancia es un peligro. Algunos expertos llaman «niños con escasos recursos» a los que disputan la basura con los buitres en los suburbios de las ciudades».

Hoy la explotación y la esclavitud de seres humanos pueden merecer lástima, pero ya no provocan indignación o, en caso de provocarla, sólo dura lo que dura un telediario. En líneas generales, la esclavitud sigue afectando hoy a unos 400 millones de niños que extraen coltán para nuestros móviles, fabrican nuestra tecnología, cosen nuestra ropa, son víctimas de trata, de prostitución, viven en régimen de servidumbre o son soldados. La protección e inclusión social de los niños es una obligación colectiva y global.

1. HECHOS Y CIFRAS DE LA DESPROTECCIÓN INFANTIL

  • El turismo sexual infantil es posiblemente la forma más cruel de explotación infantil. Pero no existen datos completamente fiables sobre turismo sexual con menores. Unicef calcula que son 1,8 millones de niños y niñas quienes la sufren, aunque tanto esta organización como la principal red de lucha contra la lacra, Ecpat International, reconocen que trabajan en función a aproximaciones y extrapolaciones.
  • Inscripción del nacimiento: los nacimientos de unos 230 millones de niños menores de cinco años nunca han sido registrados, lo que equivale a aproximadamente 1 de cada 3 niños que nacen en el mundo. Los niños que no están inscritos no existen y no tienen derechos.
  • Trabajo infantil. Aproximadamente 168 millones de niños y niñas (de 5 a 17 años) están sometidos a trabajo infantil. Esta cifra se ha reducido en un tercio desde el año 2000, cuando era de 246 millones.
  • Matrimonio infantil. Más de 700 millones de mujeres han contraído matrimonio cuando eran niñas. De ellas, 1 de cada 3 (unos 250 millones de mujeres) se casaron antes de cumplir los 15 años. Las niñas que contraen matrimonio antes de los 18 años tienen más probabilidades de abandonar sus estudios y ser objeto de violencia doméstica. Además, las adolescentes más jóvenes corren mayor peligro de muerte debido a las complicaciones del embarazo y el parto, y sus hijos tienen más probabilidades de nacer muertos o de fallecer durante su primer mes de vida.
  • La trata de niños. Se estima que 1,2 millones de niños y niñas son víctimas de la trata de menores cada año. Además, unos 150 millones de niñas y 73 millones de niños menores de 18 años experimentaron violencia sexual y explotación en 2012.
  • Niños en situaciones de emergencia. Hasta 300.000 niños y niñas, en más de 20 países, se ven abocados a vivir la guerra convirtiéndose en niños soldado, cocineros, suicidas, porteadores de explosivos, mensajeros, espías o esclavos sexuales.
  • Niños en conflicto con la ley. En todo el mundo hay más de un millón de niños y niñas que viven internados en centros.
  • Niños y niñas sin la atención de sus progenitores. Aproximadamente 143 millones de niños han quedado huérfanos de uno o ambos padres. Además, más de dos millones de niños están bajo tutela institucional en todo el mundo.
  • Mutilación genital femenina. Más de 130 millones de niñas y mujeres han sufrido alguna forma de mutilación genital en los 29 países de África y Oriente Medio en los que esas prácticas perjudiciales son más comunes. Además del profundo dolor físico y psicológico que sufren, las niñas a las que se somete a mutilación genital femenina corren peligro de hemorragias prolongadas, infecciones, infecundidad y muerte.
  • Explotación sexual de niños y niñas. En torno a 1,8 millones de niños son explotados en la industria del sexo comercial.
  • Violencia sexual. Alrededor de 120 millones de niñas menores de 20 años en todo el mundo (alrededor de 1 de cada 10) han experimentado relaciones sexuales por la fuerza u otros actos sexuales forzados, y 1 de cada 3 niñas adolescentes de 15 a 19 años que estuvieron alguna vez casadas (84 millones) ha sido víctima de violencia emocional, física o sexual por parte del esposo o compañero.
  • Homicidio. Una quinta parte de las víctimas de homicidio en el mundo son niños y adolescentes menores de 20 años, es decir, cerca de 95.000 muertes en 2012. El homicidio es la primera causa de muerte entre los hombres de 10 a 19 años en Panamá, Venezuela, El Salvador, Trinidad y Tobago, Brasil, Guatemala y Colombia.
  • Bullying. Algo más de 1 de cada 3 estudiantes de entre 13 y 15 años en todo el mundo sufren actos de acoso escolar.
  • Disciplina violenta. Alrededor de un 17% de los niños de 58 países están sujetos a formas graves de castigo físico (golpes en la cabeza, las orejas o la cara o golpes duros y repetidos). A escala mundial, 3 de cada 10 adultos creen que el castigo físico es necesario para criar bien a los niños.
  • Actitudes hacia la violencia. Cerca de la mitad de todas las adolescentes de 15 a 19 años (alrededor de 126 millones) creen que está justificado que un marido golpee a su esposa en determinadas circunstancias. La proporción se eleva al 80% o más en Afganistán, Guinea, Jordania, Mali y Timor-Leste. Datos de 30 países sugieren que alrededor de 7 de cada 10 niñas de 15 a 19 años que han sido víctimas de abuso físico y/o sexual nunca han buscado ayuda: muchas dijeron que no pensaban que se tratara de maltrato o no lo consideraban un problema.

A lo anterior habría que sumar toda una larga lista de desastres puntuales:

.- Siria: el riesgo de una generación perdida
.- Los niños del carbón
.- La interrupción de las campañas de vacunación en Liberia
.- La vida en una ladrillera
.- Las joyas sucias de la India  
.- Los golpes de los niños ‘muay thai’

2. HACIA UN PRINCIPIO ÉTICO DE PROTECCIÓN

Abundan los principios de protección parcelados, es decir, referidos a distintos campos de interés o actividad como es el caso de los trabajadores, los consumidores, los profesionales sanitarios (protección radiológica, por ejemplo), los bienes jurídicos o las riquezas naturales y culturales. Eso significa que carecemos de una reflexión unificada sobre un posible principio ético de alcance universal. No obstante, y de modo muy general, propongo entender el principio ético de protección como la obligación moral de amparar, favorecer, defender y resguardar a cualquier ser humano de un perjuicio o peligro que atente contra su dignidad y sus derechos fundamentales.

La existencia y necesidad de tal principio ético se justifica 1º) por la materia que protege, es decir, la dignidad y los derechos fundamentales de los seres humanos, en este caso de los niños y las niñas, y 2º) por el fundamento que lo sostiene o, dicho de otro modo, por el marco al que se ajusta, a saber: la obligación de no hacer mal a nadie, es decir, no esclavizar a ningún niño (no-maleficiencia), y la obligación de dar a cada uno lo que le pertenece, es decir, dar a los niños y a las niñas su dignidad y sus derechos (justicia).

Muchas de las vulneraciones de los derechos del niño, respecto a su protección, se producen en el ámbito privado, rodeadas de tabúes e incómodas de reconocer por gobiernos y autoridades. Por eso es muy importante la recopilación de datos que reflejen fielmente la situación de la infancia con el fin de realizar un diagnóstico y poner en marcha políticas eficaces de protección basadas en las dos condiciones siguientes:

1ª. La creación de un entorno protector para el niño, en colaboración con los gobiernos y sus aliados nacionales e internacionales, incluyendo al sector privado y la sociedad civil.
2ª. El entorno de protección significa seguridad, lo cual implica apostar por la escolarización de los niños, por la existencia de leyes penales contra la esclavitud infantil, por el compromiso de los gobiernos, por la información a toda la sociedad y por su capacidad de dar respuestas individuales y asociadas.

Si falta cualquiera de esas capas protectoras, aumenta la vulnerabilidad de los niños y niñas a la explotación, el maltrato y la violencia. Los elementos clave de un entorno protector son:

  • El compromiso de los gobiernos de respetar, proteger y promover la protección de la infancia.
  • El debate y el compromiso con cuestiones relativas a la protección de la infancia, incluido el papel de los medios de comunicación y de la sociedad civil.
  • La aplicación de leyes relativas a la protección.
  • La capacidad de los padres, maestros y otros agentes sociales para crear un entorno que proteja a los niños.
  • La vigilancia y denuncia social de cuestiones relativas a la protección de la infancia.

A este propósito, sigue echándose en falta la existencia de una autoridad mundial, controlada y democrática, por supuesto, pero suficientemente fuerte para suplir la impotencia de muchos estados particulares ante los poderes económicos, así como para evitar la imposición del más fuerte o mejor armado, y para redimirnos de la vergüenza y la cobardía de unas “naciones unidas” que de momento son sólo un sinónimo de “estados unidos” dominados muchas veces por los más poderosos.

En cualquier caso hay que reconocer a la ONU la sincera voluntad de poner en práctica la “responsabilidad de proteger”. Se refiere a la población general, no a los niños en particular, pero nos da una idea de lo que se propone en el plano internacional. Véase para ello el documento “Hacer efectiva la responsabilidad de proteger” (2009).

Ahora bien, la responsabilidad de proteger va incluida en el principio de protección, puesto que los principios éticos, y los jurídicos, se hacen realmente operativos mediante la responsabilidad de sus sujetos agentes, que se hacen cargo tanto de su aplicación como de las consecuencias derivadas de los mismos. En tal sentido, la esclavitud infantil es una gravísima inmoralidad, porque conculca el principio ético de protección y, además, es un crimen de lesa humanidad a tenor de lo establecido en el artículo 7, 1.c y 2c del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional.

3. UN “VIA LUCIS”: LO HUMANO Y LA ÉTICA PLANETARIA

Hay un verdadero camino de luz donde se ponen de manifiesto realidades actuales de lucha contra la esclavitud infantil. Sugiero comprobarlo consultando lo que vienen haciendo al respecto instituciones reconocidas como la propia UNICEF, Médicos sin Fronteras, Médicos del Mundo, Cruz Roja Internacional, etc.

3.1. La incesante búsqueda de lo humano como horizonte
Por mi parte quiero recordar, en primer lugar, el marco ético mínimo que a mi juicio sustenta y justifica la ética universal: 1º) que el hombre sea humano; 2º) que lo humano sea lo justo y lo bueno; 3º) que lo justo y lo bueno giren siempre en la órbita de la dignidad humana; y 4º) que la dignidad humana se verifique en el cumplimiento efectivo de los derechos humanos.

Cualquier conducta individual, colectiva, institucional, nacional o internacional, que genere esclavitud infantil, es inhumana en sí misma y, además, conculca el principio ético de protección como obligación moral de amparar, favorecer, defender y resguardar a cualquier ser humano de un perjuicio o peligro que atente contra su dignidad y sus derechos fundamentales.

En el preámbulo de la Convención derechos del niño, se dice que «los pueblos de las Naciones Unidas reafirman su fe en los derechos fundamentales del hombre y en la dignidad y el valor de la persona humana y, en particular, reconocen que la infancia tiene derecho a cuidados y asistencia especiales».

Es llamativa la gran frecuencia con que se utiliza en ese documento el término protección o el verbo proteger, unido con frecuencia a los de cuidado y responsabilidad. Aparte de los derechos relativos a la vida, a recibir un nombre y vivir en una familia, a la sanidad y la educación, por ejemplo, hay que exponer lo que se dice expresamente sobre la obligación de proteger a los niños ante cualquier forma de perjuicio, abuso, maltrato y explotación, que atenten contra su dignidad y sus derechos fundamentales, reconociendo así la existencia del principio ético antes enunciado:

  • Los Estados Partes adoptarán todas las medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas apropiadas para proteger al niño contra toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual… (Art. 19).
  • El niño tiene derecho a estar protegido contra la explotación económica y contra el desempeño de cualquier trabajo que pueda ser peligroso o entorpecer su educación, o que sea nocivo para su salud o para su desarrollo físico, mental, espiritual, moral o social (Art. 32).
  • Los Estados Partes se comprometen a proteger al niño contra todas las formas de explotación y abuso sexuales (Art. 34), a tomar todas las medidas necesarias para impedir el secuestro, la venta o la trata de niños para cualquier fin o en cualquier forma (Art. 35) y a protegerlo contra todas las demás formas de explotación que sean perjudiciales para cualquier aspecto de su bienestar (Art. 36).
  • Los Estados Partes adoptarán todas las medidas apropiadas para promover la recuperación física y psicológica y la reintegración social de todo niño víctima de: cualquier forma de abandono, explotación o abuso; tortura u otra forma de tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes; o conflictos armados. Esa recuperación y reintegración se llevarán a cabo en un ambiente que fomente la salud, el respeto de sí mismo y la dignidad del niño (Art. 39).

3.2. La urgencia de una ética planetaria
Finalmente, vamos a presentar la ética planetaria de Edgar Morin. Me parece que lo mejor es resumir parte del último volumen de su gran obra sobre El Método, en este caso El Método. VI. Ética (Cátedra, 2ª edición, Madrid 2009).

A los seres humanos la ética se nos manifiesta de forma imperativa y como exigencia moral. Ese imperativo, asegura Morin, nace de una fuente interior al individuo, que siente en su ánimo la conminación del deber; proviene también de una fuente exterior, es decir, la cultura, las creencias o las normas de una comunidad; y procede, asimismo, de una fuente anterior, surgida de la organización viviente que se transmite genéticamente, o sea, nacida de la propia especie. Esas tres instancias (individuo-sociedad-especie) están inseparablemente unidas, se regeneran sin cesar y están en el corazón mismo del individuo en su cualidad de sujeto que, como tal, ajusta su conducta a un doble principio: 1) el de exclusión, que asegura la identidad singular y obliga para sí o consigo mismo; y 2) el de inclusión, que inscribe el Yo en un Nosotros y obliga para los demás o el prójimo.

En consecuencia, la ética, sin abandonar el principio de exclusión, tiene que superarlo para incluir a los otros con el fin de practicar el altruismo, la responsabilidad y la solidaridad, que Morin condensó en el término “religación”. Y así, el acto moral es siempre un acto de religación: religación con el prójimo, religación con una comunidad, religación con una sociedad y, en el límite, religación con la especie humana. Regenerar la ética implica regenerar constantemente sus fuentes o, lo que es lo mismo, convertir la religación en el principio ético primordial porque «manda a los otros imperativos relativos al prójimo, a la comunidad, a la sociedad, a la humanidad».

Por primera vez en la historia humana, afirma nuestro autor, lo universal ha devenido realidad concreta: el destino global del planeta sobredetermina los destinos singulares de las naciones y los destinos singulares de las naciones perturban o modifican el destino global. Y es que la globalización de finales del siglo XX, continúa diciendo Morin, creó las infraestructuras comunicacionales, tecnológicas y económicas de una sociedad-mundo. Internet es un ejemplo elocuente de ello. Pero se está demostrando que ese modelo de globalidad hace imposible la formación de semejante sociedad-mundo, porque retrasa e incluso inhibe la constitución de un sistema jurídico, de un gobierno y de una conciencia común, universal, planetaria.

El mundo global está parcelado, dividido, separado, tabicado… carece de religación. Esas son las características de las sociedades-naciones actuales y de las mentalidades de cada uno de nosotros y, así las cosas, es imposible que la humanidad se realice a sí misma. No se trata de eliminar las diversidades, sino de reconocer la unidad de la diversidad y la integración de lo diferente. Se necesita superar la impotencia de la humanidad para constituirse como humanidad. Se necesita civilizar la Tierra, amenazada por la barbarie de las parcelas, las separaciones y los tabiques que nos dispersan sin unirnos. Se necesita poner la ciencia, la técnica y la economía al servicio exclusivo de los seres humanos y en función de su bienestar. En esas condiciones se impone una ética de la comprensión planetaria y una ética de la solidaridad planetaria, basada en los siguientes mandamientos:

1. La toma de conciencia de la identidad humana común a través de las diversidades de individualidad, de cultura, de lengua.
2. La toma de conciencia de la comunidad de destino, que en adelante une cada destino al del planeta humano, incluida la vida cotidiana.
3. La toma de conciencia de que las relaciones entre humanos están devastadas por la incomprensión no sólo hacia los allegados, sino también hacia los extranjeros y lejanos en nuestro planeta.
4. La toma de conciencia de la finitud humana en el cosmos, que nos conduce a concebir que, por primera vez en la historia, la humanidad debe definir los límites de su expansión material y correlativamente emprender su desarrollo psíquico, moral, mental.
5. La toma de conciencia ecológica de nuestra condición terrena, que comprende nuestra relación vital con la biosfera… La humanidad es una entidad planetaria y biosférica… Nuestro vínculo consustancial con la biosfera nos conduce a abandonar el sueño prometeico del dominio de la naturaleza por la aspiración de convivir en la Tierra.
6. La toma de conciencia de la necesidad vital del doble pilotaje del planeta: la combinación del pilotaje consciente y reflexivo de la humanidad con el pilotaje eco-organizador inconsciente de la naturaleza.
7. La toma de conciencia cívica planetaria, es decir, de la responsabilidad y la solidaridad hacia los hijos de la Tierra.
8. La prolongación en el futuro de la ética de la responsabilidad y la solidaridad con nuestros descendientes (Hans Jonas), de donde brota la necesidad de una consciencia con un objetivo dirigido alto y lejos en el espacio y el tiempo.
9. La toma de conciencia de la Tierra-Patria como comunidad de destino/origen/perdición. La idea Tierra-Patria no niega las solidaridades nacionales o étnicas ni desenraiza a nadie de su cultura. Antes al contrario, añade un enraizamiento más profundo en la comunidad terrena; sustituye al cosmopolitismo abstracto que ignoraba las singularidades culturales y al internacionalismo miope que no veía la realidad de las patrias; y aporta a la fraternidad la fuente necesaria de la maternidad incluida en el término “Patria”, puesto que no hay hermanos sin madre. Y a todo ello, la idea Tierra-Patria añade una comunidad de perdición, dado que estamos perdidos en un universo gigantesco y destinado al sufrimiento y a la muerte.

«El humanismo planetario es a la vez productor y producto de la ética planetaria. La ética planetaria y la ética de la humanidad son sinónimos», termina diciendo Morin.

Y no habrá humanismo planetario sin dignidad ni derechos para todos y cada uno de los seres humanos, para todas las personas, sin excepción de ninguna clase. Pero entre todos los seres humanos, entre todas las personas, no cabe duda alguna de que los más vulnerables deben ser objeto de especial protección. Los niños y las niñas son particularmente vulnerables. Cualquier forma de esclavitud, explotación y abuso infantil, niega por completo la posibilidad del humanismo planetario. En ese sentido, todos los días del año son 16 de abril, es decir, son una apuesta decidida y colectiva para luchar contra la esclavitud infantil, son una muestra evidente de que la ética planetaria y la ética de la humanidad son sinónimos.

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Dos decálogos para pensar y actuar

Dos decálogos para pensar y actuar 150 150 Tino Quintana

En sentido estricto, la palabra “decálogo” significa diez mandamientos referidos habitualmente a los seguidos por el judaísmo y el cristianismo, aunque, en un sentido más amplio, se aplica también al conjunto de normas o consejos que, aunque no sean diez, son básicos para el desarrollo de cualquier actividad. Así pues, y a sabiendas de que su cumplimiento tiene que ver con la vida moral, es frecuente relacionarlo con múltiples ámbitos de la vida en general.

Aquí presentamos dos modelos que contienen razones y motivos suficientes para dar qué pensar y cómo actuar. Uno de ellos es de Bertrand Russel y, otro, muy reciente, es de dos mujeres (Lucía Taboada y Raquel Córcoles) que nos ofrecen diez pautas para no vivir amargados, puesto que, en realidad, eso no es sólo triste…es que no merece la pena.

I. UN DECÁLOGO LIBERAL

Bertrand Arthur William Russell (1872 – 1970) ha sido un filósofo, matemático, y escritor británico, conocido sobre todo por su influencia en la lógica-matemática y, también por su activismo social y su carácter polémico. Alumno y profesor del Trinity College, su obra más difundida ha sido Principia Mathematica, publicada en 1900 conjuntamente con Alfred North Whitehead. En 1950 ganó el Premio Nobel de Literatura “en reconocimiento de sus variados y significativos escritos en los que defiende ideales humanitarios y la libertad de pensamiento”. Para mayor información véase, por ejemplo, The Bertrand Russell Research Centre (McMaster University-Canadá)

El 16 de diciembre de 1951, Russell publicó en New York Times Magazine un artículo titulado «The best answer to fanaticism: Liberalism«, donde exponía al final un decálogo que, según él, todo profesor debería desear enseñar a sus alumnos. Posiblemente tal decálogo no sea una enseñanza completa en sí, pero enseña los pasos necesarios que toda persona ha de intentar dar para encontrarse con la razón y alejarse de todo tipo de supersticiones y creencias sin fundamento alguno. El propio Russell hacía una introducción diciendo que lo presentaba para dar a conocer “la esencia de la perspectiva liberal y sin la intención de reemplazar los Diez Mandamientos, más bien de complementarlos si ello fuera posible”.

Nota: Por mi parte voy a reproducir esos diez mandamientos y, bajo cada uno de ellos, los comento siguiendo a Ricardo T. Ricci, “Bertrand Russell y sus diez mandamientos”.

1. No te sientas absolutamente seguro de nada
No sentirse seguro de nada no equivale a vivir en la duda agónica, sino a la actitud de vivir la vida acompañados por la incertidumbre, la necesidad de preguntar y la ayuda de los demás. Tiene mucho que ver con el “sólo sé que no sé nada” de Sócrates, es decir, con la auténtica sabiduría. Karl Popper ya nos decía aquello de que “Quizás yo no tengo razón y quizás tú sí la tienes [decía], pero, quizás también, estemos equivocados los dos” y podamos juntos llegar a un acuerdo aproximándonos más a la verdad.

2. No creas conveniente actuar ocultando pruebas, porque terminan saliendo a la luz
Ocultar las pruebas del conocimiento es absurdo. Cuando las hay, siempre aparecen. Es la esencia del espíritu científico y, en general, el quid de la búsqueda intelectual, el eje de la aspiración para conocer y saber. Así pues, este mandamiento es válido y saludable para recorrer el camino de la vida diaria.

3. Nunca te desanimes a pensar, porque seguramente tendrás éxito

Ponerse a pensar no es fácil, y quizás ahora menos que en otras épocas, porque, quien se decide a hacerlo advierte que cualquier forma de pensamiento libre y creativo es víctima de la enorme cantidad de ruidos circundantes que nos impiden pensar. Aquello que escribió Pascal de que la desgracia de los hombres tiene que ver con el no saber quedarse a solas en su habitación, es ahora más verdad que nunca. De todos modos, la recomendación de Russell tiene sabor a sano optimismo, a confirmar el inquebrantable tesón del ser humano que, con enormes aciertos y lamentables desaciertos, ha impulsado la ineludible necesidad de pensar…y pensar bien.

4. Cuando te encuentres con una oposición, incluso si viene de tu esposo/a o hijos, esfuérzate por vencerla con argumentos y no con autoridad, pues la victoria que depende de la autoridad es irreal e ilusoria

Cualquier opositor puede convertirse en un verdadero estímulo para la argumentación siempre que las divergencias contribuyan al conocimiento, entre otras muchas cosas. Pero el ser humano no es pura razón. La vida está repleta de emociones y sentimientos. La actitud de reprimirlos atenta contra la más básica higiene mental. «El corazón tiene razones que la razón no entiende» (Pascal) y, además, sacarlas a la luz, sobre todo si viene de los más cercanos, enriquecen la vida, o sea, la humanizan. Pero lo que parece un grave error es dedicarse a golpear la oposición y el disentimiento simplemente por el hecho de que nos creamos “la” autoridad. El peso de la autoridad se apoya en evidencias corroboradas, en argumentos convincentes y, sobremanera, en la integridad personal. He ahí por qué la victoria basada en la autoridad es no sólo ilusoria e irreal, como dice Russell. Yo me atrevería a asegurar además que, si está basada en la fuerza, es aterradora, destructiva y radicalmente inhumana.

5. No tengas respeto por la autoridad de los demás, pues siempre se encuentran autoridades contrarias que se pueden encontrar

Russel parece estar refiriéndose a ese tipo de autoridad que impide tanto la propia creatividad como el decidir por nosotros mismos. Así ocurre hoy con el poderío que ejercen sobre nosotros la moda, el consumo y la tecnología, hasta el punto de que “nos piensan”. No respetar la autoridad de los demás, como dice Russell, quiere decir, a mi juicio, que los argumentos de autoridad pueden no ser determinantes ni concluyentes, pero que carece de lógica empecinarse en desoírlos porque siempre termina apareciendo alguno ante las propias narices. No tenerlos en cuenta demostraría una actitud prepotente y temeraria, pero darles excesivo valor puede llevarnos a desertizar la propia razón y a paralizar el conocimiento. La experiencia y los consejos de los expertos son muy relevantes, por ejemplo, pero no pueden ir en contra del propio camino que cada uno va trazando a base de conocer y contrastar otras autoridades.

6. No uses el poder para reprimir opiniones que consideres perniciosas, pues si lo haces las opiniones te reprimirán a ti

El hecho de exponer y compartir nuestras opiniones con los demás constituye, en sí mismo, un proceso de aprendizaje y sociabilidad, modula nuestro comportamiento y nos ayuda a ser más asertivos y respetuosos con los puntos de vista ajenos. En cambio, la utilización de cualquier clase de poder para imponer las propias opiniones sobre las de los demás, por considerarlas perniciosas, como dice Russel, es una grave equivocación. Y lo es más aún si están basadas en desconocimiento. Sólo el conocimiento probado sirve de base para ofrecer opiniones y contrastarlas con las de los demás. La paciencia, la escucha, el diálogo y la humildad son aquí virtudes destacadas. De lo contrario, podría suceder que las opiniones de los otros terminen reprimiendo las nuestras.

7. No temas ser excéntrico en tus opiniones, pues todas las opiniones aceptadas ahora alguna vez fueron excéntricas

Somos excéntricos cuando afirmamos o hacemos algo que se sale de los cánones habituales. Los avances en las ciencias, por ejemplo, los hacen quienes tienen ideas nuevas, inspiraciones que alteran el orden constituido de tal modo que parece que se va contracorriente y que, por eso, parecen excéntricas. La educación a la que estamos habituados premia pocas veces la creatividad, la originalidad y la innovación. Premiar la memorización, la producción en cadena y la ley del menor esfuerzo, no es suficiente. Ser excéntrico, es decir, haberse salido del centro habitual, permite ver las cosas desde perspectivas diferentes y a menudo originales. Salirse del centro permite además, una nueva valoración de sí mismo y del mundo. Ambas condiciones favorecen la novedad, la originalidad, la creatividad y la innovación, como decíamos antes, pero nada tiene que ver aquí con tener un carácter raro o extravagante, aunque lo parezca.

8. Disfruta más con la discrepancia inteligente que con la conformidad pasiva, pues si valoras la inteligencia como debieras, la primera implica un acuerdo más profundo que la segunda

Aceptar el disentimiento, la opinión contraria, los argumentos opuestos, implica valorar la inteligencia del otro y, además, valorar nuestra propia inteligencia, porque en esa situación adquirimos la capacidad de reconocer y aprender de nuestros propios errores. Es entonces cuando tomamos conciencia de que no somos sin los otros y de que sólo somos ante los otros, en particular ante los diferentes y discrepantes, cuando caemos en la cuenta de que vivir es convivir a base de establecer acuerdos entre discrepancias y oposiciones. Hace posible aproximarnos a objetivos comunes y aceptar mínimos compartidos para vivir juntos. Nos impulsa a mejorarnos constantemente y, sobre todo, a reconocer nuestros límites como una condición del ser humano.

9. Muéstrate escrupuloso en la verdad, aunque la verdad sea incómoda, pues más incómoda es cuando tratas de ocultarla

Como dice Ricardo T. Ricci, la verdad se opone a la mentira y a la simulación; a la hipocresía; a la jactancia; a la falsa humildad; a la adulación; a hablar con ligereza; al juicio temerario, a la maledicencia, a la calumnia, la simulación, la duplicidad, a las posturas superficiales que conducen a fórmulas o actitudes vacías o a la imitación de otras personas. Sea cual sea la posición que se adopte ante el complejo problema de saber qué es la verdad, cuáles son sus características, cómo se puede alcanzar…parece ser que es decisiva para llevar adelante la vida y la convivencia, porque incluso negar de plano su existencia es incurrir en la contradicción de reconocer que esa es la verdad. Por eso aunque sea incómoda admitirla, es todavía más incómoda ocultarla.

10. No sientas envidia de la felicidad de los que viven en el paraíso de los necios, pues sólo un necio pensará que eso es la felicidad

Es demasiado presuntuoso juzgar acerca de los paraísos de los otros, y demasiado arriesgado incluirlos en la categoría de los necios. Russel nos dice al respecto: no tengas envidia de nada. Los paraísos de ruidos estridentes y de luces cegadoras, de risotadas estentóreas y de colores chillones, suelen estar vacíos. Esos pueden ser los paraísos de los necios. La gloria fugaz, el prestigio dudoso, el regodeo del poder o la felicidad del tener, son arrogancias, presunciones, envanecimientos y, sobre todo, necedades. Si en alguna vez creemos haber alcanzado un paraíso de esa clase, quizá sea sólo necedad y, a la larga, una ceguera para vivir.

Pero, ¿Qué felicidad? Russell lo resume en una de sus obras (La conquista de la felicidad, Austral, 14ª ed., Madrid, 1997, 221-226). Está convencido de que la felicidad se concentra en la vivencia de cosas sencillas como la casa, la comida, la salud, el amor, el éxito en el trabajo y el respeto de los seres queridos. Sin embargo, el núcleo de la felicidad reside en evitar el egocentrismo, es decir, aquellas pasiones, afectos e intereses que conduzcan a encerrarnos en nosotros mismos. El miedo, la envidia, la sensación de pecado, el desprecio de sí mismo y la propia admiración, son los deseos o pasiones más egocéntricas que nos impiden ver y abrirnos al mundo exterior, afirma Russell. Y si aparece alguien pregonando su propia felicidad, pongamos ojo avizor y hagamos caso A Russell: evitemos la envidia y pongámonos a construir nuestro espacio de felicidad sin alharacas ni agravios comparativos. Y, por encima de todo, tengamos en cuenta los infinitos matices de una vida inmersa en la complejidad, la incertidumbre y la búsqueda incesante de la felicidad, la justicia y el bien. En suma, “no sientas envidia de la felicidad de los que viven en el paraíso de los necios, pues sólo un necio pensará que eso es la felicidad”.

II. UN DECÁLOGO PARA DEJAR DE AMARGARSE

Lejos del tiempo y la forma en que se expresaba Bertrand Russell, hay otros modos de orientar la vida feliz basándose en criterios más prácticos, pegados a lo cotidiano, llenos de sentido común, que ponen de relieve el valor inconmensurable del ser humano y la primacía de cada persona sobre cualquier tipo de cosa que poseamos, por muy valiosa que sea. En nuestro tiempo es frecuente focalizar la felicidad en la apariencia, el éxito a cualquier precio, el afán de perfección y, como consecuencia, el olvido de la limitación, la dependencia y la imperfección como tercas compañeras de la vida que debemos asumir.

Precisamente hace poco tiempo, Lucía Taboada y Raquel Córcoles, publicaron un libro titulado Dejar de amargarse para ImPerfectas (Planeta, Barcelona 2014), donde analizan lo que preocupa a las mujeres —el amor, el físico, la salud, el trabajo y el futuro— ofreciendo un plan de 21 días que combina ejercicios mentales y físicos. El objetivo es lograr el punto intermedio entre la pluscuamImPerfecta que nos consideramos y la pluscuamperfecta que podríamos ser para otra persona. «La ImPerfecta es el punto a dónde tenemos que llegar para dejar de amargarnos». A través de cinco personajes, entre los que se encuentran la ImPerfecta que somos y la ‘saboteadora interior’ que llevamos dentro, las autoras han logrado dar forma a este manual en clave de humor, elaborado con ayuda de libros de psicología y de experiencias personales y ajenas.

La ImPerfecta es «una representación de todas», aseguran las dos autoras, que con este libro pretenden reivindicar la imperfección y entenderla como algo natural para todos sin excepción. «Nosotras creemos que nos imponemos y nos imponen una perfección y un ideal que no existe: tanto la sociedad, como los medios de comunicación, la publicidad, el trabajo e incluso nosotras mismas», explica Taboada. «Si intentas alcanzar ese ideal, sólo puedes amargarte porque es físicamente imposible conseguirlo en todos los sentidos», apunta Córcoles. Taboada recuerda, además, que esas imperfecciones son «a la vez lo que nos hace especiales y nos distingue de los demás». Un consejo que vale para mujeres y hombres, quienes quizás puedan tener algún día, también, su versión para ImPerfectos, algo que las autoras no descartan.

Mientras tanto, ¿Cómo podemos todos, hombres y mujeres, vivir sin amargarnos? Córcoles y Taboada lo resumen en diez claves o pautas para vivir más felices (en este caso los comentarios son de las propias autoras):

1. Desterrarás el “no puedo”

Hasta la estación espacial internacional.

2. Eliminarás el filtro negativo
Y comprobarás que todo se puede ver con otras tonalidades.

3. Te activarás
Empezarás descargándote una aplicación en tu móvil llamada “deja el móvil”.

4. Dejarás de comparar
Para eso ya está el perro de los seguros.

5. Aceptarás la incertidumbre
Y disfrutarás el presente.

6. Te amarás a ti misma sobre todas las cosas
Con autoconfianza, no con un ego del tamaño de Alaska.

7. No dejarás que el trabajo absorba tu vida
Siempre y cuando quieras tener una vida más allá del trabajo.

8. Pensarás en grises
Porque ser extremista es todo menos positivo.

9. Dejarás de buscar síntomas en Google
Especialmente de forocoches… o de enfermedades.

10. Pasarás tiempo consigo misma
Felicidades. Ya puedes poner que estás en relación contigo en Facebook (aunque a veces sea complicada)

Y hasta aquí hemos llegado esta vez, amigas y amigos. Espero que la práctica de esos mandamientos, o al menos algunos de ellos, contribuyan a vuestra felicidad.

Bibliografía online / Bibliografía papel

Ética Cívica

Ética Cívica 150 150 Tino Quintana

La Ética Civil se presenta como un nuevo intento de construir una ética universal. Esta propuesta pretende así buscar unos mínimos éticos compartidos entre todos los ciudadanos. Supone: a) la aconfesionalidad de la sociedad, b) la posibilidad de una ética puramente racional, c) que los humanos viven sus éticas de felicidad y no podemos esperar que puedan ser compartidas.

Esta ética propone un método para alcanzar estos contenidos mínimos compartidos y poderlos ir ampliando. Toma el método de la Ética Discursiva propuesta por J.H. Abermas y K.O. Apel. La representante más conocida en lengua española es Adela Cortina.

No obstante, en esta entrada del blog se hace a propçosito de una publicación del Consejo Superior de Programas del Ministerio de Educación de Francia ha publicado en julio de 2014: CSP-Projet_d’Enseignement moral et civique 

Hay más información en el artículo de J. Carrera, Qué es la ética civil, Bioètica & Debat, 18.01.2024 (reedición de enero 1999)

El artículo completo de la entrada puede verse en Ética cívica

Bioética Médica: Aspectos sistemáticos

Bioética Médica: Aspectos sistemáticos 150 150 Tino Quintana

La bioética es una disciplina a todos los efectos: cuenta con autores, publicaciones, jornadas, congresos y cursos académicos, centros e instituciones de rango regional, nacional e internacional. La exposición sistemática de sus contenidos es diferente según la perspectiva desde la que se aborde (personalista, utilitarista, pragmática, materialista, religiosa, laica, etc.).

Aquí optamos por un planteamiento basado en los valores, los deberes, los principios, la toma de decisiones y las virtudes, como los capítulos básicos de la bioética médica, formulados del siguiente modo: 1) la bioética como realización de valores, 2) la bioética como cumplimiento de deberes (principios y normas), 3) la bioética como método para tomar decisiones, y 4) la bioética como práctica de virtudes.

Dado que también este planteamiento está sujeto a su propia fundamentación y perspectiva, queremos indicar que las dos principales bases aquí establecidas son el respeto a la persona humana, su dignidad y sus derechos, y la tradición de la ética de las profesiones sanitarias.

Puede verse el artículo completo de esta entrada en Bioética médica sistemática (II), que completa al de Bases de bioética médica (I)

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Bioética Médica: Preámbulos

Bioética Médica: Preámbulos 150 150 Tino Quintana

Hoy es admitido que la bioética nació a principios de la década de los años setenta del pasado siglo XX. Sin embargo, es a todas luces evidente que hunde sus raíces en el llamado Juramento de Hipócrates (siglos III-IV a. C.), donde aparece por primera vez en Occidente la profesión sanitaria y la ética médica.

Aun contando con los profundos cambios de mentalidad habidos desde entonces, no cabe duda de que la práctica médica y la figura ética de los profesionales sanitarios se ha ido confeccionando sobre las bases de esa tradición ética, heredada y desarrollada en los siglos posteriores.

En esta entrada estudiamos los antecedentes de la bioética médica, centrándose en los conceptos generales y en los orígenes de la ética médica, distinguiendo entre su origen inmediato (la relación médico-paciente) y el origen mediato (la práctica médica. Posteriormente se pasa a exponer el nacimiento, desarrollo y difusión de la bioética, estableciendo dos períodos: los primeros pasos de la disciplina y la época de su expansión y difusión.

Para ver el artículo completo de esta entrada: Bases de bioética médica (I) Este capítulo se completa con Bioética médica sistemática (y II).

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TINO QUINTANA

Profesor de Ética, Filosofía y Bioética Clínica (Jubilado)
Oviedo, Asturias, España

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