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abril 2020

Llorar por vivir

Llorar por vivir 150 150 Tino Quintana

Hoy he llorado. Bastante. No ha sido por cortar cebolla ni por haber subido al Suspiro del Moro, la colina desde la que Boadbil, el Chico, lloró por su Granada perdida. En mi caso ha sido la acumulación de sucesos, tensiones y preocupaciones. Eran lágrimas que descargaban sentimientos y ponían de manifiesto las ganas de continuar viviendo. Minutos después, escuchando “Solveig’s Song” de Peer Gynt Suite 2, de Edvard Grieg, recuperé sosiego y paz. La música me aporta salud emocional y momentos únicos. Y siempre me confirma que la belleza y los sentimientos humanos más profundos son universales. La música no tiene fronteras. Desde Vivaldi hasta Queen.

Sin embargo, hay otras ocasiones en que se tienen ganas de llorar, pero no salen las lágrimas a causa del cabreo, la rabia y la vergüenza ajena que uno siente. Me refiero a cosas muy desagradables relacionadas con la pandemia actual. Hace tiempo que la OMS está advirtiendo sobre la amenaza de la infodemia, es decir, la sobreabundancia informativa de rumores, bulos y datos falsos, que propagan a toda velocidad el desconcierto y el miedo en la sociedad. Los conocimientos falsos son muchísimo más peligrosos incluso que la ignorancia.

El pasado día 27 de abril, la plataforma española Maldita.es ya llevaba analizados 420 bulos entre alertas falsas, datos erróneos y medidas que nunca tuvieron lugar. También se pueden ver en Newtral.es. Hay más información en FactCheck.org (University of Pennsylvania) y en PolitiFact.com (Poynter Institute, Columbia-Florida). Aconsejo encarecidamente consultar esas fuentes.

Lo más fastidioso del asunto es comprobar la enorme cantidad de especialistas que pululan en la sociedad y venden el supuesto beneficio sin tener ni idea del oficio. Al igual que hay un abultado número de compatriotas que son entrenadores de fútbol o expertos en obras, hay otro numeroso colectivo que son epidemiólogos, virólogos, infectólogos, inmunólogos, neumólogos, biólogos, etc., etc., que sólo sirven para alimentar la lacra de la infodemia. Es algo así como si la famosa “vieja’l visillo” de José Mota estuviera fisgándolo todo, comentándolo todo y difundiéndolo todo con la mayor ruindad posible.

Pero hoy tenemos que acentuar con fuerza la vida, aunque sea tan frágil. “Sólo se vive una vez”, dice el título de una canción y de una película, aunque quizá lo más valioso sea Vivir para contarla, como titula Gabriel García Márquez una novela suya. Al fin y al cabo, pasamos la vida contando lo que nos pasa, narrando nuestra propia biografía. Decía Séneca que «La vida es como una obra teatral. Lo que importa no es su duración sino el acierto con que se representa». Violeta Parra nos ayudó también a cantar «gracias a la vida que me ha dado tanto». Y Sandra Myrna (Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2019) afirmaba que «todas las personas y todos los demás seres vivos estamos hechos con los mismos átomos que se vienen tejiendo y destejiendo y retejiendo desde hace millones de años…».

La vida es como un tapiz en el que vamos echando la red del vivir cotidiano. La ponemos en el regazo al nacer, la vamos extendiendo con el paso de los años y se nos cae de las manos al morir. Pero el tapiz de la vida continúa entretejiéndose con alegrías y penas, con aciertos y fracasos, con amores y olvidos. En ciertos momentos soñamos “despiertos”, en otros trabajamos con ilusión o sufrimos la desilusión del error o la enfermedad. En algunas etapas vivimos la inocencia de la infancia o la pasión de la adolescencia o el fruto y los sustos de la madurez o la decadencia y la paz de la ancianidad. Y después se nos van muriendo los otros y más tarde nos moriremos nosotros.

Mientras tanto hay que seguir tejiendo el tapiz de la vida. Hay que continuar entretejiendo la vida juntos, teniendo presente un verso de Octavio Paz: «… no soy, no hay yo, siempre somos nosotros». Por eso merece la pena de vez en cuando llorar por vivir.

 

La insoportable levedad del ser

La insoportable levedad del ser 150 150 Tino Quintana

A lo largo de estos días tengo muchas veces la impresión de que estamos siendo protagonistas, colectivamente, de la novela de Milan Kundera, La insoportable levedad del ser, donde lo vivido vuelve otra vez a repetirse, solo que al volver lo hace de un modo diferente. Podemos observarlo en varios comportamientos insólitos en medio de situaciones especiales.

El primero es el mío. Sólo he salido dos veces a comprar. No debería hacerlo, pero tampoco hay otra solución. Cuando lo hago siento esa especie de angustia por un riesgo o daño real o imaginario, es decir, siento miedo. Nunca me había pasado. Es un sentimiento destructor. Te corroe por dentro y te hace sospechar de los demás. Algo así como si el virus tuviera tentáculos de pulpo o de medusa. En otras ocasiones tengo la sensación de que anda por ahí como si dispusiera de piloto automático, igual que un Airbus A340. Es poco racional, pero el miedo tiene bastante de irracional.

Hace un par de semanas, dos científicos expusieron su proyecto de ensayar una vacuna contra el Covid-19 en África. Precisamente en África. El periodista que les entrevistaba añadía que «ya se hacen experimentos similares para otros virus con las prostitutas» porque «sabemos que están muy expuestas y que no se protegen». Días después pidieron perdón. Menos mal que ninguno de esos tres “figuras” empaña siquiera la pléyade de científicos y periodistas que ponen en práctica su código ético en vez de colgarlo en el despacho para que lo vean los clientes.

Una celebrity aprovechó para enseñar su colección de ropa interior, porque «si nos pilla el virus, que nos pille de guapos», decía ella. Y cierta consejera de Sanidad sostenía que “su” coronavirus es «diferente al del resto del país», o sea, que es de especial calidad o de superior nivel al del resto de mortales. Esto último me recuerda a la novela de Antonio Tabucchi, Sostiene Pereira. La consejera “sostiene” ante el tribunal público exactamente lo que critica la novela: todo lo que es excluyente, reductor y egocéntrico.

Por su parte, un poderoso mandatario público ha negado el pan y la sal a la OMS, y sigue empecinado en decir no sólo que el virus es chino, sino que está producido y expandido por un laboratorio chino. El Scripps Research Institute acaba de asegurar que no hay evidencias científicas sobre el diseño del virus en laboratorio. Sin comentarios.

Continúa también el castigo implacable a los cargos públicos asegurando que todos ellos son, sin excepción, unos hijos de la gran bretaña (la expresión completa no la pongo porque las madres no tienen nada que ver con esto). Calificar con un suspenso la gestión pública de la pandemia no equivale a señalar con el dedo a las personas diciéndoles las palabrotas más insultantes. Eso es lo mismo que afirmar cosas sin argumentos. Es algo así como descalificar el valor indudable de la obra de Camilo José Cela por el hecho de que solía hablar diciendo muchos tacos o negar la belleza del “intermezzo” de Cavalleria rusticana, de Pietro Mascagni, por haber sido amigo de Mussolini.

Estamos recibiendo toda una lección de humildad. Deberíamos reconocer y aceptar las propias limitaciones y debilidades y actuar en consecuencia. El Covid-19 nos ha «despertado del delirio de omnipotencia», ha dicho el papa Francisco. Ha venido a sacarnos de la comodidad, de la seguridad, de sentirnos protegidos incluso por los mejores. No estábamos preparados. Habrá que sentarse, evaluar, rectificar y planificar. Y, mientras tanto, la vida continúa.

Pensamientos coronavirusianos

Pensamientos coronavirusianos 150 150 Tino Quintana

Es prácticamente imposible decir nada nuevo, pero sí decirlo de otro modo. Estoy en la fila para entrar al supermercado. Se avanza lentamente. Parecemos nazarenos en la procesión del Cristo de los Gitanos. Veo empujar carros de compra que salen hasta los topes, como si fuera a llegar el séptimo día del Apocalipsis. La mayoría vamos embozados, enguantados y engorrados. Nadie habla con nadie. Si acaso se oye a alguien preguntar con timidez, como si pidiera permiso: ¿es que no quedan muslos de pollo? ¿vais a sacar más pan? Llevo tantos guantes que no soy capaz de encontrar la nota donde he anotado la compra. No cojo aceitunas rellenas porque no me parecen alimentos básicos. Es la mala conciencia. En la caja me ayudan a guardar las cosas. ¡Claro! Me ven mayor

Al salir, veo a una persona hacer un semicírculo a mi alrededor. Me detengo a mirar y me increpa con un ¡qué pasa, antiguo! (porque ahora está de moda decir “antiguo” a cualquiera, como si se dijera “tío”, “tronco” o “colega”). Y casi al lado del portal de mi casa encuentro a un vecino que no recoge la caca del chucho, mientras refunfuña diciendo ¡total, no pasa nadie! Parece que soy “nadie…” o un deshecho tirado…

La vecina de arriba parece que lleva mal el aislamiento. Se oye pasar la aspiradora dos veces por la mañana y unas cuatro por la tarde. También suenan con frecuencia ruidos prolongados en la cocina y en el baño. Debe ser de esas personas que piensan que el virus entra por las cañerías de la calle, ataca por el bidé y sale por el fregadero de la cocina. También hay otro vecino que utiliza el taladro y martillea por las mañanas en el cuarto de baño de al lado. Quizá tenga ya la pared llena de tornillos o esté haciendo agujeros para espiarnos… Es la imaginación “en tiempos del cólera”, diría quizá García Márquez.

También puede ser que estos días casi todo molesta. Sí. Debe ser eso. Tenemos la sensibilidad a flor de piel. Nosotros, en casa, estamos bien y llenamos el tiempo, pero tenemos que esforzarnos para controlar la impaciencia, la irritación. Me estaba acordando ahora de Curzio Malaparte y su delirante y subyugante novela, La piel, «lo único que poseemos» y a lo que hoy se le da tantísima importancia. Es cierto, pero no es toda la verdad. Detrás de la piel o, mejor dicho, aflorando por la piel, están los sentimientos, las inquietudes, las dudas, las creencias, los miedos, las ideas, los valores, es decir, está la persona concreta, única y a veces trágica. La piel revela lo que somos y nos sitúa en el tiempo. Por eso tiene “cronología” particular y hasta zonas superlimpias, porque las manos nunca conocieron tanto jabón desinfectante. Cuando utilizamos videollamadas vemos granos que no teníamos, arrugas que no apreciábamos, labios que se encogen, orejas que crecen, y también sonrisas interminables, miradas que parecen caricias, manos que se tocan en la distancia…

¡Qué cosas pasan! ¿Quién nos iba a decir que sucedería esto? ¡A nosotros que vivimos rodeados de científicos eminentes, de presupuestos billonarios y de los mejores sistemas sanitarios del mundo! La realidad supera la ficción y nos iguala a todos por el mismo rasero, aunque da la impresión de que «algunos son más iguales que otros», como decía Napoleón, el cerdo jefe de la Rebelión en la granja de George Orwell.

En ocasiones me gustaría entrar en la Ilíada y ser Ulises o Aquiles, «el de los pies ligeros», para liquidar a los troyanos, pero no a los de Troya, sino a los virus informáticos con los que ciberladrones y hackers introducen patrañas y bulos quitándonos la intimidad y la tranquilidad. El daño que hacen aprovechando el miedo de la gente es de miserables.

Y, en fin, me indigna ver a los políticos en el Congreso de los Diputados echarse en cara las cifras de contagiados y el número de víctimas. Es lamentable y siento vergüenza ajena: chulería, mentiras, insultos, desprecio. Sólo se salvan las taquígrafas. Deberíamos pensar bien qué votamos cuando votamos. Y lo peor es que sirven de pábulo para los arribistas y redentores que pretenden arreglar el orden público a base de ir dando sopapos a diestro y siniestro (sobre todo a éstos).

Menos mal que siempre quedan los cinco minutos de las ocho de la tarde. Los sanitarios son excelentes profesionales. No hay para ellos suficientes elogios ni palabras adecuadas de agradecimiento. A ver si de una puñetera vez caemos en la cuenta de que no hacen lo que les viene en gana. Están demostrando que viven para la salud y la vida de sus pacientes. Hay que decir lo mismo de los demás servidores públicos.

Mientras aplaudimos nos estamos “fichando” unos a otros, esa es la verdad, pero sirve también para animarnos mutuamente y decirnos ¡hasta mañana! La vida sigue…de momento…

 
 

Recursos Ética COVID-19

Recursos Ética COVID-19 150 150 Tino Quintana

El Comité de Ética para la Atención Sanitaria «Dr. Mariano Lacort  del Área Sanitaria V, Gijón (Asturias) ha publicado una serie de recursos de ética para la situación de pandemia COVID-19. La reproducimos en su integridad y sólo con algunos añadidos. Creo que puede ser de utilidad para muchas personas.


FORMACIÓN


Universidad Rey Juan Carlos (Webinar)

Instituto Borja de Bioética (Webinar) (22 de mayo 2020)

Asociación de Bioética Fundamental y Clínica (ABFyC) (Webinar)

Fundació Víctor Grífols i Lucas


POSICIONAMIENTOS Y RECOMENDACIONES ÉTICAS


Guía de algunas fuentes para consultar

20. Asociación de Bioética Fundamental y Clínica (ABFyC)

edición abreviada /edición completa) (6 de mayo de 2020)

19. Red de América Latina y del Caribe de Comités Nacionales de Bioética (CNB)

18. Comitato Nazionale per la Bioetica (CNB). Italia

17. UNESCO. Comité Internacional de Bioética (CIB) y Comisión Mundial de la Ética del Conocimiento científico y la tecnología (COMEST)

16. Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social

15. Conselho Nacional de Ética para as Ciências da Vida. Portugal

14. Comisión Asesora de Bioética del Principado de Asturias (CABéPA)

13. Pontificia Academia para la Vida (PAV). Ciudad del Vaticano

12. Sociedad Española de Medicina Geriátrica (SEMEG)

11. Observatorio de Bioética y Derecho. Barcelona

10. Consejo de Bioética de Galicia (CBG)

9. Comité de Bioética de España

8. Comisión Central de Ética y Deontología del Consejo General de Colegios Médicos de España (CGCME)

7. Asociación Española de Bioética y Ética Médica (AEBI)

6. Comisión de Bioética de Castilla y León

5. Sociedad Española de Anestesiología, Reanimación y Terapéutica del Dolor (SEDAR)

4. Asociación Española de Bioética y Ética Médica (AEBI)

3. Contribution du Comité Consultatif National d’Étique (CCNE).Francia

2. Grupo de Trabajo de Bioética de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (SEMICYUC)

1. Società Italiana di Anestesia Analgesia Rianimazione e Terapia Intensiva (SIAARTI)

 


ALGUNOS ENLACES NACIONALES E INTERNACIONALES


 

TINO QUINTANA

Profesor de Ética, Filosofía y Bioética Clínica (Jubilado)
Oviedo, Asturias, España

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