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Crisis humanitarias

Crisis humanitarias

Crisis humanitarias 150 150 Tino Quintana

El gran desafío de las crisis humanitarias pone del revés nuestra comprensión de la vida, del bienestar y de la sociedad, nuestro modo de entender el principio de justicia como base y sustento de la bioética global y, en consecuencia, somete a crítica el modo “occidental” de entender la autonomía y la beneficencia; y, en fin, este desafío descubre la inmoralidad de la omisión, es decir, “la abstención de hacer o decir” que significa “delito o falta consistente en la abstención de una actuación que constituye un deber legal, como la asistencia a quien se encuentra en peligro manifiesto y grave.” 

1. ALGUNOS CONCEPTOS BÁSICOS

Una crisis humanitaria es una situación de emergencia en que se ven amenazadas la vida, la salud, la seguridad o el bienestar de una comunidad o un grupo de personas en un país o región. Sus causas pueden ser políticas, ambientales o sanitarias; el país que las sufre no cuenta con capacidad de respuesta para hacerles frente.

Se denominan crisis olvidadas a las crisis humanitaria severas que están recibiendo una respuesta nula o insuficiente por parte de la comunidad internacional, sin compromiso político para solucionarlas, muchas veces como consecuencia de la falta de cobertura mediática, lo cual amplifica los efectos sobre los damnificados y puede conducir a un colapso humanitario.

Estas crisis afectan, generalmente, a minorías dentro de un país, como es el caso, por ejemplo, de los refugiados saharauis (Argelia), la etnia Kachin (Myanmar) o los desplazados (Colombia). Son minorías «olvidadas». La comunidad internacional tiene reparos para intervenir para no socavar la soberanía estatal correspondiente.

2. ALGUNOS DATOS DE CRISIS HUMANITARIAS

Según Noticias ONU, unos 168 millones de personas necesitará asistencia vital en 2020. Una de cada 45 personas del planeta precisa comida, albergue, cuidados médicos, protección y otras asistencias básicas. El coordinador de Ayuda de Emergencia de la ONU, Mark Lowcock, dijo que la cantidad de personas necesitadas es la más alta en décadas y advirtió que «podría haber más de 200 millones de personas necesitando ayuda para 2022».

Unos 59 millones de niños en 64 países de todo el mundo pueden necesitar ayuda urgente. En este caso, Henrietta Fore, directora ejecutiva de UNICEF señaló que uno de cada cuatro niños vive en un país afectado por un conflicto o por un desastre (refugiados de Siria y las comunidades de acogida, Yemen, Siria, República Democrática del Congo y Sudán del Sur. En 2020 se aspira a tratar a 5,1 millones de niños con desnutrición grave, vacunar contra el sarampión a 8,5 millones y proporcionar a 28,4 millones de personas acceso a agua limpia. En julio de 2019, la OMS calculaba que unos 820 millones de personas carecían de alimentos suficientes para comer en 2018, frente a 811 el año anterior. Es el tercer año consecutivo que aumenta esa cifra. África y Asia soportan la mayor parte de todas las formas de malnutrición, ya que cuentan con más de nueva de cada diez niños con retraso en el crecimiento y más de nueve de cada diez niños con emaciación. En Asia meridional y en el África subsahariana, uno de cada tres niños padece de retraso en el crecimiento o tienen la «doble carga» de sobrepeso y desnutrición.

Y a todo ello debemos añadir que los pobres no sólo tienen enfermedades, sino que, además, hay enfermedades que sólo padecen los pobres. La OMS, por ejemplo, las agrupa en las diversas Enfermedades Tropicales Desatendidas (ETDs) y olvidadas, como esquistosomiasis, oncocercosis, filariasis linfática, leishmaniasis, lepra, etc., etc., relacionadas con la falta de servicios de salud, higiene, saneamiento o agua potable. Provocan discapacidades, desfiguraciones, amputaciones, y atrapan a las familias en un ciclo exasperante de pobreza y enfermedad. Una de cada seis personas en el mundo padece al menos una de las ETDs.

La tragedia de los desplazados, migrantes y refugiados

«El mundo está siendo testigo del mayor número de desplazamientos de los que se tienen constancia. Una cantidad sin precedentes de 70,8 millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares a causa de la violencia y la persecución a finales de 2018. Entre ellas hay casi 30 millones de refugiados de los que más de la mitad son menores de 18 años. Además, hay 10 millones de personas apátridas a las que se les ha negado una nacionalidad y el acceso a los derechos fundamentales como educación, sanidad, empleo y libertad de circulación».

En el campamento de Moria (isla de Lesbos, Grecia) hay unas 15.000 personas en unas instalaciones concebidas para 2.800, donde tienen que hacer colas para ir al baño, para comer, para que les vea un médico o que tramiten sus peticiones de asilo. Moria no es sólo el campo más poblado e infame de Europa. Es donde entran en colisión los intereses de Turquía (con 3,6 millones de refugiados sirios) y los de la Unión Europea (ocupados en contener las migraciones). Así lo comenta Silvia Blanco.

Otro ejemplo reciente es el de las caravanas de Centroamérica, como cuneta Jacobo García. En octubre de 2018, unas 200 personas comenzaron a juntarse en la estación de autobuses de San Pedro Sula (Honduras) con el único objetivo de marchar del país. Y lo hicieron. Y atravesaron tres países. Y a esa caravana les siguió otra y otra más… Y los 200 se convirtieron pronto en miles. No son caravanas financiadas por políticos. Su origen aparece en un mensaje de Facebook por aquellas fechas: La gente se sigue yendo de Honduras por la situación económica o por la violencia. Se expone a riesgos de todo tipo: accidentes, asaltos, estafas, extorsiones, secuestro y hasta asesinato (…) «si tiene planes de irse, no vayas solo o sola. No sientas vergüenza, que migrar no es delito».

Lo más grave de todo esto es que pasan los años, se suceden las tragedias, y todo sigue igual. Son una noticia más en los diarios, sin mayor incidencia en la distribución de recursos mundiales. «El contraste con la presión que se ejerció sobre el gobierno de Tsipras, para que Grecia acatara las condiciones del rescate financiero es obsceno, cuando menos». A Europa le falta, por lo menos, ejemplaridad moral, dice Mateo Peyrouzet.

3. EL TRASFONDO DE LA IDEA HUMANITARIA

En 2002, Jordi Raich firmó un documento sobre la «Evolución ética de la idea humanitaria«, donde pone de relieve dos doctrinas incompatibles, la humanista y la humanitarista, que convierten al humanitarismo en un ser errático e imprevisible, objetivado en diversas y múltiples ONGs, cuya finalidad es practicar una moral bienintencionada, pero basada en una especie de paranoia ética resultante de querer combinar principios incompatibles.

De un lado está el discurso sobre los derechos humanos universales, basados en una naturaleza humana común, recogidos principalmente por el pensamiento liberal y plasmados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos 1948. «Es el territorio del humanismo que persigue sensibilizar a la sociedad de un lugar sobre las injusticias cometidas en otro punto del planeta en nombre de la justicia global», dice Raich.

Y, de otro lado, está la guerra, la parte del mundo donde la naturaleza humana, teóricamente común, se reduce a sus formas más elementales y trágicas. Es el territorio del humanitarismo, la versión secularizada de la caridad cristiana precedida en este caso por la teoría de la «guerra justa» y la justificación moral de la «legítima defensa». El humanitarismo tiene como objetivo preservar la vida y aliviar el sufrimiento para ayudar a las víctimas a superar el clima de violencia, asegura Raich, que añade:

«El humanismo intenta pacificar el mundo, cambiarlo, mientras que el humanitarismo lucha por humanizar la guerra y sus efectos. Uno se preocupa por la calidad de vida, el otro de la vida misma; uno se ocupa de los derechos, el otro de la salud; en uno los humanos se reconocen mutuamente por sus características biológicas comunes (todos los humanos son iguales), en el otro el sufrimiento es el elemento unificador (todas las víctimas son iguales)».

Estas discrepancias  llegan a nuestros días: «Hay quienes defienden que la acción humanitaria sólo trata de los síntomas de la crisis, no la crisis en sí misma o sus causas … Y hay otros para quienes las organizaciones de asistencia siempre dan prioridad a las obras de caridad a costa de no solucionar problemas políticos y de derechos humanos más fundamentales».

4. REFLEXIONES SOBRE ALGUNAS EXIGENCIAS

«Las desigualdades estremas están controladas» en el mundo, advirtió Davos_Informe-2019: «Estamos viendo cómo los más ricos se amparan en la riqueza y los más desfavorecidos se hunden en la pobreza». Según la citada ONG, 26 personas tienen ahora tanto dinero como los 3.800 millones más pobres del planeta. En 2017 eran 43: por tanto, la riqueza de los más ricos se ha concentrado en menos personas y aumentó en 900.000 millones de dólares 2018, un ritmo de 2.500 millones al día, mientras que la riqueza de la mitad más pobre de población del planeta cayó un 11%.

«n las crisis humanitarias solo hay dinero mientras sale en las noticias, declaró Ben Harvey, consejero de Agua y Saneamientos de ACNUR, en octubre de 2029: En uno de los campamentos de refuciados en Jordania, por ejemplo, viven 80.000 personas. Eso supone quinientos métricos cúbicos de mierda al día».

José Luis González Miranda, sacerdote jesuita y hermano de uno de mis mejores amigos, trabaja en la Red Jesuita con Migrantes y, anteriormente, ha acompañado a migrantes y sus familias en Nicaragua y Chiapas. Conoce de primera mano esta realidad. En un artículo suyo, donde relaciona las migraciones centroamericanas con el neologismo «aporofobia», introducido por Adela Cortina, habla del vínculo de las caravanas de migrantes con el miedo de dos maneras:

1) El miedo de las caravanas: están llenas de miedo a las maras y al crimen organizado; a os gobiernos corruptos y a la justicia arbitraria, a huracanes, sequías, volcanes y terremotos tanto geológicos como sociológicos. Las caravanas no huyen de de los temblores de la geografía, sino de los de la historia. Y en el camino vuelven a enfrentarse con «el miedo a naufragar, a las extorsiones, los accidentes y los secuestros… al hambre en el origen, en el tránsito y en el destino

2) Y las caravanas del miedo: sin pretenderlo en absoluto, provocan miedo frente a ellos: perseguir a la población por donde pasan, cuando en realidad son ellos los perseguidos; llevar consigo epidemias contagiosas, como si se pudiera detener con muros a los virus y a los mosquitos; miedo de tener hijos, miedo del futuro, miedo de la bomba demográfica, miedo a que los migrantes cambien la cultura y las tradiciones, etc., etc.; un miedo, en fin, que hace construir continuamente muros y alambradas a su paso. De hecho, asegura, J.L. González Miranda, «las fronteras con muro han pasado de 11, en 1969, a 70 en 2019, según la Universidad de Quebec en Montreal».

Merece la consultar Hospitalidad Caravanas Invisibles 2018 de la citada Red Jesuita.

Por su parte, un representante del Comité Internacional de la Cruz Roja, presente en Davos 2019, hizo las siguientes propuestas para mejorar la acción humanitaria:

1. Hacer hincapié en los puntos de tensión.
2. Reunir ideas, aptitudes y recursos.
3. Liberar nuevas inversiones para una acción sustentable.
4. Apoyar la autonomía, no la dependencia.
5. Elaborar nuevas respuestas humanitarias.
6. Aprovechar las oportunidades digitales y prevenir los daños.
7. Abordar los traumas invisibles.
8. Respetar el derecho sin excusas.

5. CONSIDERACIONES DESDE LA BIOÉTICA

Son varias y diversas las fuentes que podríamos utilizar. En este caso, traemos la obra de «Edgar Morin: Pensamiento complejo y Bioética«, de quien recogemos algunas indicaciones. Ser sujeto moral es conjugar el egoísmo y el altruismo a lo largo de la vida. Toda mirada sobre la ética debe reconocer el carácter vital del egocentrismo y la potencialidad fundamental del altruismo. Cada acto moral es un modo de religarse con el prójimo, con una comunidad, con una sociedad, y con la especie humana: «La religación es la clave de la ética».

3.1. La ética individual o autoética emerge como resultado de un proceso histórico de emancipación que pone la responsabilidad de nuestros actos en nosotros mismos. Es la dinámica de la pasión de ser uno mismo que se encuentra con la responsabilidad de sí y, al mismo tiempo, implica el debilitamiento de los superegos y narcisismos. El autoexamen y la autocrítica, cuya práctica nos exigen trabajar para bien pensar y bien pensarse, nos hacen caer en la cuenta de que la mente debe estar abierta hacia lo de de fuera, lo exterior, lo otro y los otros, es decir, deberíamos volver al altruismo. Por eso la autoética es, en primer lugar, una ética de sí a sí, que desemboca en una ética para el prójimo y se origina en los principios de exclusión (disciplinar el egocentrismo) y de inclusión (desarrollar el altruismo).

Como clave de la ética, la «religación» aparece como el imperativo ético primordial, que manda a otros imperativos referentes al prójimo, a la comunidad y la sociedad. Por ello se explica la importancia de un principio ético primero que obliga a «no suprimir a nadie de la humanidad«. Resulta imprescindible desarrollar una ética basada en el respeto al prójimo, la tolerancia, la libertad, la fidelidad, el amor, la comprensión, la magnanimidad, el altruismo y el perdón.

3.3. La antropoética es el modo de asumir el destino humano a través de la autoética, o sea, mediante la práctica de la religación. Por tanto, asumir el destino humano implica salir de los singular a lo colectivo, de lo particular a lo general y de lo individual a lo universal. La antropoética se impone en la época de la globalización, canaliza la universalización de la solidaridad y se materializa en la conquista del humanismo planetario. Por primera vez en la historia, lo universal ha devenido realidad concreta: el «destino global del planeta».

El actual modelo de globalización está haciendo imposible la formación de la sociedad-mundo, porque retrasa e inhibe la constitución de una conciencia moral común, universal, planetaria. El mundo global está parcelado, dividido, separado, tabicado… carece del imperativo primordial de la ética, es decir, carece de religación, que implica:

1º) Superar la impotencia de la humanidad para constituirse como humanidad
2º) Civilizar la Tierra amenazada por la barbarie de las parcelas, las separaciones y los tabiques que nos dispersan sin cesar.

3º) Poner la ciencia, la técnica y economía, los motores que impulsan la nave Tierra, al servicio exclusivo de los seres humanos.

4º) Convertir la humanidad en una entidad nueva, «un ser de cuatro grado», donde las naciones seas sus provincias y los seres humanos puedan reconocer su patria común.

Sin embargo, la necesidad de asumir y poner en práctica los compromisos anteriores tiene que hacer frente a la tendencia destructora y desintegradora del propio ser humano y muchas de sus organizaciones e instituciones. Para hacer frente a este reto hay que disponer de virtudes hipercomplejas, «fuerzas vivas«, que actúan como verdaderos antídotos de la desintegración: la fraternidad, el amor a la humanidad y la inteligencia.

Morin relaciona la inteligencia con la frase de Pascal: «Trabajaremos por pensar bien, he ahí el principio de la moral» (Pensamientos, Alianza Editorial, Madrid, 1981). Trabajar por el «bien pensar» es un esfuerzo por concebir la era planetaria e inscribir en ella la ética: «El humanismo planetario es a la vez productor y producto de la ética planetaria. La ética planetaria y la ética de la humanidad son sinónimos».

3.3. La acción del hombre sobre la vida, la antropobioética, se remonta a sus propios orígenes y se ha ido acrecentando cada vez con mayor rapidez en ámbitos cada vez más extensos. Sus perspectivas de futuro son imparables. Lo decisivo no es sólo la manipulación de la vida por el hombre, sino la manipulación del hombre mismo. Hemos alcanzado altos estados de desarrollo, transformación  y destrucción de la vida, que ponen en jaque la responsabilidad humana. La antropobioética implica:

A) La protección de la dignidad humana, que se asienta sobre dos bases: 1ª) la piedad subjetiva por el sufrimiento de cualquier otro sujeto que se siente «alter ego»; y 2ª) la ética humanista que confiere dignidad de sujeto a todo ser humano.

B)La bioética del «homo complex», que se cifra en hominizar el humanismo rechazando lo que cosifica e instrumentaliza a lo viviente, enraizando la vida (bíos) en la ética (êthos), siendo así la consciencia moral de la biosfera y ejerciendo la responsabilidad moral de «defender, proteger e incluso salvar la vida, porque nuestra condición biocultural nos obliga vivir la vida ‘viviendo nuestra vida’».

C) La antropobioética como base de la bioética, puesto que lo que está al servicio  de la vida está también al servicio de nuestras vidas. El objetivo de la bioética es la conquista del humanismo planetario. Es un modo ético de asumir el destino humano (antropoética), cuya referencia es proteger la dignidad humana respetando la vida y los valores dela vida (antropo-bioética). Por eso «necesitamos identificar las condiciones necesarias para una gestión responsable de la vida» o, con otras palabras, hacerse cargo de la bioética y gestionar su desarrollo global.

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TINO QUINTANA

Profesor de Ética, Filosofía y Bioética Clínica (Jubilado)
Oviedo, Asturias, España

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