Bioética médica

Es la ética aplicada a las relaciones médico-paciente, ampliada a todas las profesiones sanitarias. Su núcleo es la confianza. La beneficencia, la autonomía, la no-maleficencia y la justicia, son los principios éticos que la dirigen. Hay un código que recoge el êthos profesional.

Bioética de la Investigación

Bioética de la Investigación 150 150 Tino Quintana

A lo largo de estas páginas vamos a utilizar la expresión de “investigación biomédica”. Por un lado, “investigación” referido a un tipo de actividad diseñada para conseguir y contribuir al conocimiento generalizable. Y, por otro lado, utilizaremos el adjetivo “biomédica” para indicar su relación con la vida, la salud y la enfermedad.

El progreso en la atención médica y en la prevención de enfermedades depende de la comprensión de procesos fisiológicos y patológicos o de vigilancia y descubrimientos epidemiológicos y, en numerosas ocasiones, requiere investigación en seres humanos. Todo ello compone los límites del campo donde nos vamos a mover: la investigación clínica y la realizada en el ámbito de la epidemiología y la salud pública.

1. UN PUNTO DE PARTIDA INDISCUTIBLE

Es imprescindible comenzar reconociendo la libertad de investigación como parte del contenido de la libertad de pensamiento, de expresión y de progreso humano, en todos los aspectos de la vida individual y social, que se justifica por el derecho de la humanidad a conocer y, además, por las beneficiosas repercusiones que sus resultados tienen para las personas y las poblaciones en términos de salud y bienestar. Ahora bien, en el ámbito de la investigación la libertad científica ha de estar siempre supeditada a la dignidad humana, a la integridad de la persona, al respeto de sus derechos fundamentales y enmarcada en unos principios éticos.

2. CRITERIOS ÉTICOS EN LA INVESTIGACIÓN EN GENERAL

El Consejo Superior de Investigación Científicas de España (CSIC) ha publicado en 2011 un «codigo_de_buenas_practicas«, cuyo objetivo es impulsar la actividad científica para favorecer “la comprensión del mundo y la mejora de la calidad de vida de la humanidad”, basándose en los siguientes criterios éticos.

  1. El reconocimiento del ser humano como sujeto libre y autónomo de la investigación, lo que significa que los intereses de la ciencia no deben primar sobre los del ser humano y que los científicos y quienes diseñan las políticas científicas están obligados a justificar moralmente sus objetivos y prioridades.
  2. El respeto a la dignidad del ser humano, en particular cuando es objeto de experimentación o, lo que es lo mismo, siempre que estén en juego su salud y sus derechos, habrá que contar con su libre consentimiento libre e informado.
  3. La asunción de responsabilidades en el ejercicio de la actividad científica ante el ser humano, ante los organismos vivos, ante el medio ambiente y ante las generaciones futuras comprometiéndose a mejorar las condiciones de vida.
  4. El reconocimiento de que no se deben promover investigaciones que atenten contra la salud o la dignidad del ser humano, tales como, entre otras, la justificación del racismo, la negación del holocausto o la apología del terrorismo.
  5. La investigación debe priorizar la transparencia, o sea, los científicos tienen que estar dispuestos a dar razón de su trabajo porque reconocen el valor de sus descubrimientos y el impacto social de la actividad científica.

Es también muy relevante y actual todo lo referente a la “integridad” de la investigación. Basta comprobar para ello la literatura al respecto y los congresos celebrados sobre la misma materia a lo largo de los últimos años como ha sido, por ejemplo, la conferencia celebrada el pasado mes de febrero de 2018 en Bonn, Alemania, bajo el título “European Conference on Research Integrity”. Merece la pena recordar, a este propósito, que PRINTEGER es un proyecto financiado por la Unión Europea dentro del llamado Horizonte 2020, “Programa Marco de Investigación e Innovación”, cuyo objetivo es promover una cultura donde la integridad sea el núcleo de una investigación excelente.

Es muy interesante leer la “Declaracion_Integridad_Cientifica”, firmada conjuntamente en 2011 por la Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE), la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) y el CSIC.

3. LAS PRINCIPALES REFERENCIAS DE LOS PRINCIPIOS ÉTICOS

Durante los últimos 70 años han surgido diversas fuentes de orientación ética sobre la ética de la investigación en seres humanos. Carece de sentido, a nuestro juicio, reproducirlos aquí. Los más importante y provechoso es, sin duda alguna, que cada uno abra los enlaces que vienen a continuación y lea con detenimiento su contenido.

3.1. Código de Nüremberg (1947)
Este famoso código fue publicado en agosto de 1947, tras la celebración de los Juicios de Núremberg (1945-1946). Su primer artículo es el más conocido: “El consentimiento voluntario del sujeto humano es absolutamente esencial.”

3.2. Declaración de Helsinki (1964-2013)
Referencia fundamental para la ética de la investigación clínica, su última redacción ha tenido lugar en 2013 en la asamblea de Fortaleza (Brasil).

3.3. Informe Belmont (1979)
Toma el nombre del Centro de Conferencias Belmont (Informe Belmont), donde  se reunió la Comisión Nacional para la Protección de los Sujetos Humanos ante la Investigación Biomédica y de Comportamiento se reunió para discutir el tema. Los principios éticos de se han convertido en los principios “canónicos” de la llamada bioética estándar o convencional.

3.4. Convenio de Bioética de Asturias (1997)
Más conocido como Convenio de Asturias por haberse firmado en Oviedo, su título completo es “Convenio para la protección de los derechos humanos y la dignidad del ser humano con respecto a las aplicaciones de la biología y la medicina”. Es probable que artículo 2, sobre la primacía del ser humano, sea el más conocido e influyente: “el interés y el bienestar del ser humano deberán prevalecer sobre el interés exclusivo de la sociedad o de la ciencia”.

3.5. Consideraciones Éticas de las Bases de Datos de Salud y los Biobancos
Publicada por la Asociación Médica Mundial (AMM) y revisada en la Asamblea General de Taipei, Taiwán, en 2016.

3.6. Reglamento del Parlamento Europeo y Consejo de Europa (2016)
El Reglamento UE 2016.279 de tratamiento de datos personales, establece un punto sin retorno al respecto, que afecta directamente a la investigación biomédica. Además de reconocer la protección de datos personales como un derecho fundamental (Considerando 1), afirma “el tratamiento de datos personales debe estar concebido para servir a la humanidad” (Considerando 4).

3.7. Nuffield Council on Bioethics (Londres)
Esta renombrada institución, privada e independiente, ha publicado un informe en 2015, “The collection, Linking and Use of Data in Biomedical Research and Health Care: Ethical Issues” que recomienda los siguientes principios éticos en orden a la investigación biomédica: 1) El principio de respeto a las personas; 2) El principio de respeto de los derechos humanos; 3) El principio de la participación de las personas con intereses moralmente relevantes; y 4) El principio de la responsabilidad de las decisiones.

4. REQUISITOS ÉTICOS EN LA INVESTIGACIÓN CLÍNICA

El objetivo principal de la investigación clínica es producir conocimiento generalizable y aplicado en términos de la salud, supervivencia, calidad de vida y bienestar social. Los sujetos que participan son un medio para asegurar tal conocimiento y buscar bienes para terceros, pero no son sólo un medio sin más. Son personas. Siempre existe un potencial riesgo de explotación al incluirlas en una situación de riesgo o perjuicio en aras del bien social o de otros.

Los requisitos éticos para la investigación clínica están dirigidos a reducir al mínimo esa posibilidad de explotación e instrumentalización de los sujetos. La ética de la investigación requiere que se cumplan una serie de requisitos a lo largo de todo su proceso. Sus fundamentos son los principios de respeto a las personas, la beneficencia, la autonomía y no hacer daño a nadie de manera intencionada e innecesaria. Hay un artículo de E. Emanuel, de 2005, que nos servirá para lo que sigue: “¿Qué hace que una investigación clínica sea ética? Siete requisitos éticos.

4.1. Valor social

La investigación debe evaluar una intervención que conduzca a conseguir ciertos bienes generales como el aumento del conocimiento, las mejoras de salud y de supervivencia y el bienestar de la población. Estos bienes generales se concretan en cada proyecto de investigación. Si no persiguiera esos bienes, tampoco tendría valor social ni científico. Carecería de valor en sí mismo, de valor intrínseco. Considerar si un determinado protocolo de investigación es ético significa que la evaluación se concentra en tener algún valor social por el hecho de tener valor científico.

4.2. Validez científica

Incluso una investigación valiosa puede ser mal diseñada o realizada, produciendo resultados científicamente poco fiables o inválidos. La mala ciencia no es ética: se puede aceptar como axioma que un estudio con sujetos humanos que ha sido mal o indebidamente diseñado, es decir, que no tiene posibilidad de producir hechos científicos en cuanto al mismo estudio, no es ético. En esencia la validez científica de un estudio en seres humanos es en sí un principio ético. Para que un protocolo de investigación clínica sea ético la metodología debe ser válida y prácticamente realizable. Se trata de una condición previa y de un requisito innegociable, que es inseparable de su valor. Una investigación es ética si es valiosa y, además, si es válida.

4.3. Selección equitativa de los sujetos

La identificación y selección de los sujetos potenciales en una investigación deben ser equitativas, o sea, los beneficios y las cargas deben ser distribuidos equitativamente. El requisito de fondo es el principio de justicia: tratar a todos con igual consideración y respeto, teniendo en cuenta que la equidad de la selección nunca debería sustituirse por la eficiencia de la investigación. La esencia de este tipo de equidad se concentra en los siguientes aspectos: 1) la necesidad científica debe guiar la selección de los sujetos; 2) los criterios de elección deben ser los más amplios posibles compatibles con el interrogante planteado por la investigación; y 3) la selección debe estar diseñada para reducir al mínimo los riesgos para los sujetos a la vez que se maximizan los beneficios sociales y científicos.

4.4. Proporción riesgos-beneficios

Este requisito incorpora los principios de no-maleficencia y beneficencia. Tiene en cuenta el grado de riesgo y de beneficio inherentes a la investigación. Por eso este requisito exige minimizar los riesgos potenciales, maximizar los beneficios potenciales, y que los beneficios potenciales sean proporcionales o excedan a los riesgos asumidos. Es necesario recordar, que todos los riesgos afectan a los sujetos participantes, mientras que el beneficio principal es para la sociedad. Por lo tanto, al sopesar los riesgos y los beneficios hay dos comparaciones: 1) riesgos y beneficios potenciales para los sujetos, y 2) riesgos para los sujetos comparados con beneficios para la sociedad.

En general, cuanto más probable y/o severo sea el potencial de riesgo, mayor debe ser la probabilidad y/o magnitud de los beneficios anticipados; por el contrario, la investigación que implique menor probabilidad y/o severidad en riesgos potenciales puede tener beneficios potenciales más inciertos y/o circunscritos. A ellos hay que añadir las medidas de prevención y de seguridad para hacer frente a los eventos adversos que se produzcan.

4.5. Evaluación independiente y transparente

La independencia y la transparencia garantizan tanto el valor social como la validez científica de cualquier investigación clínica. Un modo para conseguirlo es la evaluación independiente llevada a cabo por expertos que tengan potestad para aprobar, enmendar o cancelar una investigación, es decir, la realizada por un Comité de Ética de la Investigación. Y otro modo para conseguirlo es ejercer la responsabilidad social de la investigación, o sea, ser transparentes en los beneficios obtenidos por la sociedad a costa de los riesgos que corren los sujetos de ensayo.

La independencia y la transparencia tiene que garantizar a la sociedad que las personas que consienten participar en un ensayo serán tratadas éticamente, no sólo como simples medios, con el fin de que los ciudadanos tengan confianza en que no se van a beneficiar del mal uso de otros seres humanos y en que serán tratados éticamente si se inscriben en una investigación clínica. El papel de hacer cumplir esas garantías corresponde a los Comités de Ética de la Investigación.

4.6. Consentimiento informado, comprendido y voluntario

El consentimiento debe reunir tres condiciones: que sea informado, comprendido y voluntario. Hay que entenderlo como un proceso temporal donde se da información, se resuelven dudas, utilizando un lenguaje adecuado para conseguir la libre participación de cada sujeto de ensayo. Ello exige una Hoja de Información al Paciente y un Formulario de Consentimiento Informado, con sus respectivos items de contenido, así como su correspondiente adaptación en caso de menores de edad, personas con problemas de salud mental u otras discapacidades. El consentimiento se justifica por el respeto a la autonomía personal. Hacerlo sin su autorización es lo mismo que instrumentalizarlos, atentando así contra su valor intrínseco, su dignidad y su autonomía.

Sin embargo, el consentimiento tiene excepciones, en casos de estudios observacionales, con bajo nivel de intervención y de carácter netamente retrospectivo, así como en otras situaciones de salud pública que veremos más adelante. Y, además, existen diversas situaciones en las que el consentimiento informado no es posible obtenerlo directamente (menores, pacientes incapaces o fallecidos), o no es viable o supone un esfuerzo no razonable (investigaciones epidemiológicas que requieren el acceso a los registros de decenas de miles o centenares de miles de personas), o su propia obtención pone en riesgo la validez del estudio (si un número relevante no lo otorga).

4.7. Respeto a los sujetos participantes

El respeto a los sujetos inscritos, a las personas, es una obligación moral que abarca todo el proceso de investigación e implica, al menos, cinco compromisos: 1) permitir al sujeto cambiar de opinión y retirar su consentimiento sin dar explicaciones y sin sufrir ninguna sanción; 2) tratar sus datos personales con confidencialidad y secreto profesional; 3) proporcionarle información sobre nuevos datos adquiridos a lo largo del ensayo y no limitarse sólo a los riesgos y beneficios; 4) vigilar cuidadosamente el su bienestar con el fin de tratar adecuadamente posibles efectos adversos y, si fuera necesario, retirarlo de la investigación; y 5) reducir al mínimo posible el dolor, la incomodidad, el miedo y cualquier otro riesgo previsible para los participantes, recogiéndolo en el protocolo y supervisándolo constantemente.

Estos siete requisitos están justificados por valores y principios éticos ampliamente reconocidos y aceptados, los mismos con los que desearía ser tratada toda persona razonable, siguiendo el principio de la Regla de Oro:” trata a los demás como quieres que te traten a ti mismo”. Además, los siete requisitos no tienen un orden arbitrario; es un orden léxico. No hay ninguna necesidad de considerar los requisitos posteriores a menos que se cumplan los previos. Cuando un estudio en sí no tiene validez científica, toda otra consideración ética se torna irrelevante. Para muchos, la esencia de la investigación clínica ética es el consentimiento informado de los sujetos. En realidad, es muy importante, pero es uno más dentro del marco de requisitos. Es el conjunto lo que le otorga su sentido ético, pero, en particular, el valor social de la investigación y su validez científica.

5. ALGUNAS BARRERAS ENOJOSAS PARA LA INVESTIGACIÓN

Una de ellas es la existente entre actividad asistencial y actividad investigadora, cuando el mismo médico es el clínico (terapia) y el investigador. Suele denominarse como “conflicto de fidelidades” o de dedicación, que implica una tensión entre la obligación del médico de actuar conforme al interés del paciente o su deber de obtener unos resultados de precisos mediante un sometimiento estricto al protocolo de investigación. Este conflicto se reproduce en el plano organizativo o institucional cuando vemos que en el sistema MIR, por ejemplo, no es posible centrarse en investigación básica, porque está preferentemente enfocado a la prioridad asistencial, cuestión ésta que habría que llevar, según se dice, a la tarea ordinaria de los profesionales sanitarios.

Otra barrera consiste en invertir las prioridades profesionales, como sucede cuando el interés primario es el beneficio económico o académico, por encima o a costa de la integridad de la investigación y su validez científica. Esto no es una mera suposición ideológica. Implica un enorme desprestigio profesional y un tremendo descrédito social.

Y hay otra barrera que dificulta mucho la investigación: la falta de inversión económica del Estado. A pesar de la recuperación económica, la inversión en I+D sigue perdiendo peso, aun sabiendo el papel fundamental que desempeña en el progreso de la sociedad. El desembolso, en 2016, se situó en el 1,19% del PIB frente al 1,22% de 2015, según datos del INE y a pesar de que la economía creció un 3,3%. España continúa perdiendo puestos. Todo eso explica la emigración de investigadores españoles.

6. VALORES, REGLAS, SALUD PÚBLICA Y EPIDEMIOLOGÍA

Recientemente se ha venido reiterando con insistencia en que el requisito del consentimiento informado pone serias barreras a numerosas líneas de investigación en salud pública y epidemiología. El motivo está concentrado en el Reglamento UE 2016.279 de tratamiento de datos personales, sobre tratamiento de datos personales, que será aplicable en los países de la UE a partir del 25 de mayo de 2018. Lo referente al consentimiento para este tipo de investigación se ha mejorado notablemente en la versión oficial del Reglamento europeo, pero aún persisten ciertas dudas que vamos a intentar resolver desde la perspectiva ética.

Nota: Un estudio de las dificultades que presenta la aplicación el Reglamento europeo es el Informe de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS).

La cuestión que aquí nos ocupa presenta dos vertientes: 1ª) la innovación de base científica es esencial para el desarrollo de los servicios sanitarios y para la efectiva protección de la salud de los ciudadanos. 2ª) es obligatorio hacer constar de manera específica e inequívoca el consentimiento del sujeto participante, referente al tratamiento de sus datos personales, para todas y cada una de las finalidades de una investigación.

Conflicto ético: solicitar consentimiento informado para tratar datos personales (la intimidad y sus respectivos derechos), por un lado y, por otro, mantener la libertad de investigación en todas sus líneas (clínica o epidemiológica) como un bien social superior. El conflicto existe porque hay situaciones en las que no es posible obtener el consentimiento para el tratamiento de datos personales o no es viable o supone un esfuerzo no razonable o su propia obtención pone en riesgo la validez del estudio.

6.1. Acerca de los valores éticos

Los valores éticos son cualidades que se pueden interiorizar por cada persona, tienen fuerza y por eso son atractivos, es decir, se les asigna la función de actuar como polos magnéticos que generan una especie de campo de fuerzas que atraen hacia sí estilos de vida, actitudes, opciones y decisiones. Por eso cumplen al menos tres funciones: 1ª) orientar las preferencias morales de los individuos y de los grupos; 2ª) llenar de contenido las normas morales; y 3ª) garantizar un nivel de acuerdo básico en la sociedad para convivir en paz. Conviene asimilados para afrontar problemas.

Algunos valores básicos que están en juego son el conocimiento científico generalizable; la supervivencia y la calidad de vida; el bien social; la dignidad de las personas; los datos personales (salud, genéticos, biométricos); la libertad de los sujetos de ensayo; la intimidad y la integridad personal, por ejemplo. Teóricamente, están conciliados, pero hay dos valores enfrentados: la libertad de investigación y la libertad de los sujetos de ensayo, es decir, la libertad del investigador puede quedar reducida, coartada o suprimida, si se condiciona a la libertad del sujeto de ensayo que se objetiva en el consentimiento para tratar sus datos personales.

6.2. Acerca de algunos principios éticos fundamentales

  • Buscar el conocimiento científico generalizable en términos de salud, supervivencia y calidad de vida, mediante una investigación científica valiosa, válida y equitativa en función del bien común (beneficencia y justicia).
  • Respetar a los sujetos de ensayo, como personas, protegiendo su libertad, su intimidad y su integridad física y mental (respeto a las personas y autonomía).
  • Demostrar competencia y corrección técnica para equilibrar los beneficios y los riesgos y evitar daños innecesarios a los sujetos de ensayo (no hacer daño).

En este apartado aparece de nuevo el mismo conflicto entre la autonomía de las personas y el bien común que persigue el conocimiento generalizable.

6.3. Acerca de algunas reglas éticas generales

  • Solicitar consentimiento informado para el tratamiento de datos personales con fines de investigación clínica y de salud pública o epidemiológica.
  • Cumplir las medidas y garantías de seguridad establecidas para proteger los datos personales por ser un derecho fundamental.
  • Guardar confidencialidad y secreto sobre los datos personales utilizados.
  • Comprometerse con el aumento continuo del conocimiento científico en orden al bien de los individuos y de las poblaciones.

El conflicto de los apartados anteriores se presenta ahora entre el consentimiento informado y el conocimiento científico en función del bien social común.

6.4. Alcance y límites de los valores, principios y normas

Es muy probable que el único principio absoluto, que se debe cumplir siempre y no tiene excepciones, sea el de la conocida sindéresis o capacidad natural de juzgar correctamente, como decías los filósofos medievales. Se trata del principio que dice “haz el bien y evita el mal”. Abarca todos los campos de la conducta moral. Lo dice todo, pero no concreta nada, porque es universal y abstracto. No excusa a nadie.

En cuanto a los valores y principios éticos es hoy ya habitual afirmar que los seres humanos tienen valor intrínseco, en sí mismos, porque tienen dignidad y, por ello, derechos humanos. Tanto ese valor como el principio de respetar la dignidad de las personas podría considerarse hoy en términos absolutos, es decir, que obligan siempre y en todas circunstancias, incluso a sabiendas de que es muy abundante su incumplimiento. En suma, el ser humano es lo único absolutamente valioso para el propio ser humano.

Sin embargo, todos los demás principios, reglas de conducta y valores éticos, tienen una determinada prioridad dependiendo de cada modelo ético, de cada grupo moral y de cada persona. Pero ninguno de ellos es absoluto, o sea, obligatorios siempre y en todas las circunstancias. Y así, por ejemplo, sabemos que el valor de la intimidad personal y la obligación del secreto profesional tiene con frecuencia excepciones basadas en el imperativo legal (parte de lesiones, requerimiento judicial), el deber profesional (declaración de enfermedades obligatorias) y en el deber penal (no hacer daño a terceros). Lo mismo ocurre con las reglas generales, como es el caso del consentimiento informado para el tratamiento de datos personales. Puede suceder que el cumplimiento de esa norma produzca consecuencias más graves o indeseadas que las que derivan del carácter restrictivo de la misma norma, como son los casos de rechazo de la información, privilegio terapéutico, urgencia vital, declaración obligatoria de ciertas enfermedades, y asuntos de salud pública referentes a la vigilancia y la investigación epidemiológica. La norma en cuestión no ha perdido valor ni carácter obligatorio, pero en determinadas circunstancias carece de validez su aplicación. El problema de tales circunstancias y excepciones es que, para que resulten aceptables, deben estar rigurosamente justificadas.

6.5. Supuestos para justificar excepciones

  1. “El tratamiento de datos personales debe estar concebido para servir a la humanidad. El derecho a la protección de los datos personales no es un derecho absoluto, sino que debe considerarse en relación con su función en la sociedad y mantener el equilibrio con otros derechos fundamentales, con arreglo al principio de proporcionalidad” (Reglamento UE 2016.279 de tratamiento de datos personales. Considerando 4).
  2. Cuando se traten datos personales con fines de investigación científica o estadísticos se podrán utilizar las excepciones a ciertos derechos (acceso, rectificación, limitación, oposición) siempre que sea probable que esos derechos imposibiliten u obstaculicen gravemente el logro de los fines científicos y cuanto esas excepciones sean necesarias para alcanzar esos fines (Reglamento UE 2016.279. 89.1-2).
  3.  Merece la pena recordar el artículo 58.2 de la Ley 14.2007 de investigacion biomedica donde se añade un párrafo que dice así: “…de forma excepcional podrán tratarse muestras codificadas o identificadas con fines de investigación biomédica sin el consentimiento del sujeto fuente, cuando la obtención de dicho consentimiento no sea posible o represente un esfuerzo no razonable en el sentido del artículo 3.i (dato anonimizado o irreversiblemente disociado) de esta Ley. En estos casos se exigirá el dictamen favorable del Comité de Ética de la Investigación correspondiente”, teniendo en cuenta estos requisitos:
  • Que se trate de una investigación de interés general.
  • Que la investigación se lleve a cabo por la misma institución que solicitó el consentimiento para la obtención de las muestras.
  • Que la investigación sea menos efectiva o no sea posible sin la identificación del sujeto fuente.
  • Que no conste una objeción expresa del mismo.
  • Que se garantice la confidencialidad de los datos de carácter personal.

6.6. Supuestos para normalizar situaciones

Aún es posible dar un paso más y preguntarnos si, además de determinadas circunstancias y excepciones, se pueden normalizar situaciones específicas de investigación en salud pública en las que no sea necesario o se esté dispensado de aplicar la regla del consentimiento por otras razones éticas y no sólo por motivos de excepción.

Una de esas razones es el bien social o colectivo o común, cualquiera que sea su mejor acepción para definirlo como aquellos bienes de los que se benefician todos los individuos de una sociedad o, dicho de otro modo, el conjunto de condiciones de la vida social, valores y deberes comúnmente compartidos, como la salud, la supervivencia, la calidad de vida o el bienestar sanitario y social, que permiten a las personas desarrollar libremente su existencia individual y colectiva. Los riesgos y peligros que afectan a esos bienes comunes, así como su vigilancia permanente y continua investigación, afectan a toda la colectividad o a poblaciones determinadas de la misma. En esas situaciones hay que actuar imperiosamente, por mandato de la autoridad correspondiente o por obligación delegada en los profesionales que trabajan en instituciones u organismos específicos destinados a proteger el bien común. Una de ellas es la salud pública y la epidemiología.

El beneficio sanitario de cada ciudadano va a depender del beneficio sanitario colectivo, porque el beneficio potencial recibido por cada uno depende del beneficio buscado para todos. No desaparece el valor de cada ser humano y el respeto a su dignidad. Al contrario, quedan subsumidos en un conjunto más amplio formando parte de un colectivo que garantiza su valor y su dignidad. Por eso en salud pública y en epidemiología hay razones éticas para tratar datos personales sin consentimiento de los afectados, porque se actúa en beneficio de la salud pública de una población donde los beneficiados son los individuos de esa misma población. Ello no impide cumplir con exquisito cuidado el respeto a los derechos y libertades de las personas. Hay supuestos que lo justifican:

  1. “El tratamiento de categorías especiales de datos personales, sin el consentimiento del interesado, puede ser necesario por razones de interés público en el ámbito de la salud pública. Ese tratamiento debe estar sujeto a medidas adecuadas y específicas a fin de proteger los derechos y libertades de las personas físicas”. Así lo afirma el Considerando 54 del Reglamento UE 2016.279, donde se hace seguidamente una interpretación del concepto “salud pública”.
  2. Modificaciones y exenciones del consentimiento informado, según las WEB-CIOMS-EthicalGuidelines (Guideline 10). “La creación y el mantenimiento de registros relacionados con la salud (por ejemplo, registros de cáncer y bancos de datos de anomalías genéticas y de otro tipo en recién nacidos) proporcionan un recurso importante para muchas actividades de salud pública y de investigación epidemiológica, que van desde la prevención de enfermedades hasta los recursos asignación. Hay consideraciones que respaldan la práctica común de exigir que todos los profesionales presenten datos relevantes para dichos registros: la importancia de contar con información completa y precisa sobre una población completa; la necesidad científica de incluir todos los casos para evitar sesgo de selección indetectable; y el principio ético de que las cargas y los beneficios deben ser distribuidos equitativamente a través de la población. Por lo tanto, los registros establecidos como obligatorios por la autoridad vigente utilizan datos obligatorios no voluntarios”.
  3. El Art. 41.2 de Ley 33.2011 General de Salud Pública dice: “Las Administraciones sanitarias no precisarán obtener el consentimiento de las personas afectadas para el tratamiento de datos personales, relacionados con la salud, así como su cesión a otras Administraciones públicas sanitarias, cuando ello sea estrictamente necesario para la tutela de la salud de la población”. Todo ello sin menoscabo de la confidencialidad y del secreto que los deben proteger.

En resumen, el citado Reglamento UE 2016.279 de tratamiento de datos personales no implica una alteración esencial del marco ético referente al tratamiento de datos en el ámbito de la investigación biomédica. Y, más aún, los requisitos para prestar consentimiento no deben ser interpretados en el ámbito de la investigación científica de un modo restrictivo. Antes, al contrario, es necesario realizar una interpretación más flexible del alcance que debería darse a la prestación del consentimiento para el tratamiento de datos personales con fines de investigación. Los criterios éticos fundamentales siguen siendo los mismos: respetar la dignidad de las personas, proteger su intimidad y sus datos personales, guardar confidencialidad y secreto profesional, realizar investigación con valor social y validez científica y cumplir con el consentimiento informado como norma general, no absoluta. Hay suficientes circunstancias, excepciones y situaciones normalizadas que justifican su exención. En esa línea van las enmiendas aportadas a la nueva ley española de protección de datos. Es por eso deseable que sus “señorías” tuvieran conocimiento de estas reflexiones éticas, porque no paralizan. Guían y orientan.

Decía Louis Pasteur (1822-1895): “si no conozco una cosa, la investigaré”. El científico francés quizá tenía presente aquello que afirmaba Plutarco (s. I): “El conocimiento no es una vasija que se llena, sino un fuego que se enciende”. Esto no tiene nada de romántico ni de sofisticado razonamiento. Hace varios siglos se quemó en la hoguera a alguien por decir una verdad científica. Era Galileo. Y es que la ética está para orientar, guiar y mantener un constante espíritu crítico para hacer bien lo que hacemos y para que podamos seguir construyendo un mundo cada vez más habitable, más humano. La ética jamás debería ser un arma arrojadiza, un medio para echar la gente al infierno o un instrumento para machacar impunemente al personal. La ética, ante todo, da luz para caminar correctamente. No ciega a nadie, no impone miedos ni castigos. Humaniza nuestros actos.

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Epistemología en Bioética Clínica

Epistemología en Bioética Clínica 150 150 Tino Quintana

Del griego «episteme» (conocimiento, ciencia) y «logos» (estudio, tratado), viene a significar «teoría o estudio del conocimiento» y, como tal, se ha convertido en una rama de la filosofía que estudia el fundamento, los límites y la metodología del conocimiento. Dado que en su objeto de estudio se encuentra también el conocimiento científico, según el contexto donde tenga lugar, podría ser difícil distinguir entre epistemología y «filosofía de la ciencia».

En un contexto puramente filosófico se identificaría con la clásica «teoría del conocimiento», denominada también por otros autores como “gnoseología” (del griego “gnosis”, conocimiento o facultad de conocer). Junto a la metafísica, la lógica y la ética, es una de las cuatro ramas principales de la filosofía y casi todos los grandes filósofos han contribuido a su desarrollo.

Sin embargo, para el fin que perseguimos en estas páginas, a saber, la epistemología de la bioética clínica, será de gran utilidad la definición de la epistemología propuesta por el filósofo mexicano León Olivé: “…la disciplina que analiza críticamente las prácticas cognitivas, es decir, aquellas mediante las cuales se genera, aplica y evalúan diferentes formas de conocimiento…” (Olivé L., “Epistemología en la ética y en las éticas aplicadas”, en Garrafa V, Kottow M, Saada A -coords.-, Estatuto Epistemológico de la Bioética, México; 2005: 136).

No es frecuente prestar atención al estatuto epistemológico de la bioética, es decir, a la cuestión acerca de si la bioética dispone de o puede ofrecer un conocimiento propio y específico que, por ello, la hagan necesaria dentro del conjunto de saberes humanos. Siempre me ha preocupado un tema tan “sesudo” como éste. Intentaré explicarlo con lenguaje adecuado. Y sobre el resultado final, pues…que juzgue cada lector/a.

1. CONOCIMIENTO PLURIDISCIPLINAR DE LA VIDA (bios)

La vida, “vita” en latín y “bios” en griego (aunque en griego también se denomina “zoé”) se manifiesta y se desarrolla en una compleja red de interdependencias. A nadie se le escapa la constatación de que la vida, tanto la humana como la del resto de seres vivos, la del medio ambiente y, en definitiva, la del planeta Tierra, atraviesa transversalmente muchas formas de conocimiento humano: la biología, la medicina, el derecho, la filosofía, la sociología, la política, la religión, la ecología, y otras muchas disciplinas, abordan las distintas etapas, aspectos y manifestaciones de la vida, con sus respectivos problemas, desde la peculiar perspectiva epistemológica de cada una de esas disciplinas.

En consecuencia, la transversalidad del “bios” es inseparable de la pluridisciplinariedad entendida como actitud y como método. Es una actitud porque parte de y tiene en cuenta la enorme complejidad de la vida; y es un método porque convierte la vida en objeto de estudio de varias disciplinas a la vez desde sus perspectivas específicas de conocimiento (biopolítica, bioderecho, biomedicina, biotecnología, bioeconomía…). Todo ello significa que el conocimiento sobre la vida no se puede reducir a la biomedicina o a la medicina clínica. Basta con recordar la posición de V.R. Potter y la bioética, por ejemplo.

2. CONOCIMIENTO ÉTICO DE LA VIDA (bios-êthos)

El conocimiento de la vida ha sido abordado por la ética desde sus orígenes. Al fin y al cabo, como ya decía Sócrates, la ética trata de responder a las preguntas sobre ¿Cómo debo vivir? o ¿Cómo debemos vivir? Más aún, Aristóteles nos enseñó a ver la ética no como un aprendizaje de cosas sino como el modo de ser buenos o, en otros términos, como la práctica de vivir bien: “Estudiamos ética no para saber qué es la virtud, sino para ser buenos” (Ética a Nicómaco, II, 1103b, 30). Pero aquí tenemos que ir más allá, puesto que desde 1971, la bioética no sólo es un nuevo neologismo, sino que se ha desarrollado y difundido por todas partes.

Hemos dicho más atrás que el conocimiento de la vida es transversal y pluridisciplinar. Una de esas formas de conocimiento es la filosofía y, más en concreto, una de sus ramas más señeras: la ética. El vocablo “êthos”, procedente del griego, pone el acento en el carácter, modo de ser o tipo de persona que cada uno ha elegido ser. Y, aún más originariamente, tiene que ver con el hogar, la morada, el lugar habitual donde vivimos, indicando dónde están las raíces de la propia personalidad moral. Este ámbito tiene que ver con la emoción, el sentimiento, con la capacidad de pensar y reflexionar.

Así pues, la ética se ocupa del por qué debemos hacer lo que debemos hacer de bueno durante la vida, con la propia vida y la los otros. Sólo que, al centrarse en el “bios”, esa vida es objeto de reflexiones, tematizaciones y decisiones en términos de êthos-ética, o sea, la ética se transforma en bio-ética («bios-êthos»).

Así pues, por un lado, la bioética es, ante todo, un discurso ético, que se distingue de otros discursos éticos por el «objeto material» del que se ocupa, un objeto, el “bios” que adquiere diferentes matizaciones según la mayor o menor amplitud con que se defina:

  • El uso creativo del diálogo inter y transdisciplinar entre ciencias de la vida y valores humanos para formular, articular y, en la medida de lo posible, resolver algunos de los problemas planteados por la investigación y la intervención sobre la vida, el medio ambiente y el planeta Tierra (A. Llano Escobar, “¿Qué entendemos hoy por bioética?” Selecciones de Bioética, 15 -2009- 6) con la que estarían de acuerdo Fritz Jahr, V. Rensselaer Potter y sus respectivos seguidores. Algunos la llaman “macrobioética”.

  • Designa un conjunto de investigaciones, discursos y prácticas, generalmente pluridisciplinares, que tienen por objeto clarificar o resolver las cuestiones éticas suscitadas por el avance y la aplicación de las tecnociencias biomédicas (G. Hottois, “Bioéthique”, en G. Hottois, J. Noël Missa -eds.- Nouvelle encyclopédie de bioéthique, DeBoeck Université, Bruxelles, 2001, 124) con la que estarían más de acuerdo todos los seguidores de la bioética médica o clínica, que tanta difusión y desarrollo ha tenido en todas partes. Algunos la llaman “microbioética”.

Y, por otro lado, como consecuencia de lo anterior, la pregunta de fondo y la respuesta última que se busca en bioética coincide con la perspectiva dominante desde la que se realiza el conocimiento, aquello que los escolásticos llamaban “objeto formal” de la disciplina en cuestión, el punto de vista o ángulo visual desde el que se aborda el conocimiento de la vida. Esa perspectiva dominante es la ética que construye un hogar epistémico nuevo: la bio-ética.

3. EPISTEMOLOGÍA DE LA BIOÉTICA CLÍNICA

Hemos reiterado en múltiples ocasiones que, para nosotros, el foco principal de atención es la bioética médica o clínica o asistencial o de las profesiones sanitarias.

Ello no significa para nada olvidar, descuidar ni minusvalorar el planteamiento original de la bioética que ha propuesto V.R. Potter y que continúa siendo el mayor desafío de la sociedad actual. Pero vayamos a lo que nos interesa.

El objeto material de la bioética clínica es la acción clínica sobre la salud y la vida de las personas que acuden a los profesionales sanitarios solicitando ayuda terapéutica o, dicho de otro modo, su objeto material es ese “modo aflictivo y anómalo del vivir personal” que es la enfermedad, como decía P. Laín Entralgo, sobre la que versa el análisis, diagnóstico y pronóstico y tratamiento clínico, junto a sus respectivas decisiones prácticas.

El objeto formal de la bioética clínica es el ángulo de visión o perspectiva desde la que se aborda el tratamiento de la salud, la enfermedad y la vida: se trata de la perspectiva ética como parte intrínseca de la misma práxis medica y, de manera expresa, como la justificación racional de por qué debemos actuar bien tanto en el orden de los valores y los deberes o normas como en el de las virtudes éticas que se objetivan positivamente en la práctica sanitaria.

En consecuencia, siguiendo la fórmula tradicional de la definición, centrada en dos elementos de carácter lógico, el género próximo y la diferencia específica (definitio fit per genus proximum et differentiam specificam), la bioética clínica o médica es, ante todo, un discurso ético, que se diferencia de otros discursos éticos, por el objeto material y el objeto formal de los que se ocupa, a saber: los problemas éticos que se plantean en el cuidado de la salud y de la vida en el ámbito de las profesiones sanitarias, teniendo en cuenta que esto se lleva a cabo con diversos planteamientos y metodologías éticas y en un contexto pluridisciplinar. Como ya hemos dicho en otro lugar (Bioética Médica -I-: Fundamentos mínimos y Bioética Médica / II-: Fundamentos mínimos) la salud y la vida de las personas enfermas es abordada por los profesionales sanitarios realizando valores, cumpliendo deberes (y con ello principios y normas), asumiendo virtudes y tomando buenas decisiones, es decir, las competencias técnicas se practican con actitudes éticas.

3.1. La epistemología es indispensable para la bioética

La medicina actual es un complejo mundo de especialidades científico-técnicas basadas en un sistema de acciones intencionales, es decir, sistemas que incluyen a determinados agentes que buscan ciertos fines, en función de determinados intereses, para lo que se ponen en juego unos medios concretos que permiten obtener resultados valiosos para la salud y la vida de las personas.

Pues bien, tanto los fines buscados, como los medios que se utilicen y los resultados esperados, implican y ponen siempre en juego no sólo el conocimiento específico de cada especialidad médica o sanitaria, sino, además, el conocimiento de valores, deberes, principios, virtudes y decisiones éticas por parte de los agentes sanitarios. Y ello por dos razones: 1ª) porque, a tenor de lo anteriormente expuesto, no hay ningún sistema científico-técnico que sea éticamente neutral; y 2ª) porque la medicina es constitutivamente ética, dado que la praxis médica no se entiende si no busca objetivamente el bien, en este caso el bien terapéutico.

Todo esto significa que la epistemología es indispensable para la bioética clínica. El conocimiento científico-técnico es indispensable para el diagnóstico, pronóstico y tratamiento de la enfermedad que, al mismo tiempo, es inseparable del conocimiento de valores, principios, virtudes y decisiones éticas que se ponen en juego ante y con los pacientes. Puede decirse, con algunos, que lo anterior no cuenta con definiciones unívocas, con contenidos aceptados pacíficamente, con métodos universalmente validados, y con más cosas sobre las que no hay acuerdo.

Pero lo que es imposible afirmar es que exista algún profesional sanitario que, por más que se empeñe, consiga negar, ocultar o invalidar la vertiente ética explícita de su actuación cotidiana con las personas enfermas a su cargo. En resumen, la epistemología científica y la epistemología ética van de la mano.

3.2. Las prácticas cognitivas de la bioética
Decíamos al principio, con Olivé, que “la epistemología es la disciplina que analiza críticamente las prácticas cognitivas, o sea, aquellas mediante las cuales se genera, aplica y evalúan diferentes formas de conocimiento”. Entendemos por “prácticas cognitivas” aquellas unidades centrales de análisis que componen sistemas dinámicos donde van incluidos los siguientes elementos:

  1. Un colectivo de agentes que tienen capacidades y con propósitos comunes e interactúan coordinadamente entre sí y con el medio.

  2. Un medio del que forma parte la práctica donde los agentes interactúan con otros agentes, siendo ese medio cualquier recurso sanitario validado clínicamente.

  3. Un conjunto de objetos sobre los que se actúa, que son afectados directamente por el medio utilizado y que en este caso son las personas enfermas.

  4. Un conjunto de acciones que constituyen una estructura compuesta por intenciones, propósitos, fines, valores, principios, normas, juicios de valor y emociones.

Utilizando palabras del citado León Olivé («Epistemología en la ética…», pág. 141), “una práctica cognitiva está constituida por un conjunto de seres humanos quienes a su vez dan lugar a un complejo de acciones, orientadas por representaciones -que van desde modelos y creencias hasta complejas teorías científicas- y que tienen una estructura axiológica, es decir, normativo-valorativa.” Cuando un grupo de especialistas médicos aplican valores y normas éticas para realizar evaluaciones y tomar decisiones acerca de cómo actuar con sus pacientes, están constituyendo una práctica cognitiva en el sentido aquí expuesto. Los mismo sucede con los Comités de Bioética cuando deliberan para asesorar sobre la resolución de casos éticamente conflictivos.

En ambos casos, los profesionales sanitarios emprenden acciones apoyándose simultáneamente en el conocimiento científico y en el conocimiento ético. Asimismo, los miembros de un Comité asesoran sobre las acciones a llevar a cabo, previo análisis minucioso del caso clínico en cuestión, combinando el conocimiento científico y el conocimiento ético. Pero, además, unos y otros tienen una determinada autocomprensión de sí mismos y una determinada comprensión de los pacientes a los que prestan asistencia, es decir, dependen del conocimiento adquirido sobre ellos mismos y sobre los enfermos o, dicho de otro modo, actúan en función del tipo de ser humano que es cada cual, dependen de una epistemología antropológica. Por tanto, la bioética clínica necesita la epistemología para analizar críticamente las prácticas cognitivas cuyo objeto es la acción clínica, es decir, genera, aplica y evalúa diferentes formas de conocimiento.

3.4. Presupuestos de las prácticas cognitivas en bioética clínica
Los cuatro elementos básicos que componen la epistemología de las prácticas cognitivas antes mencionados (agentes, medios, objetos y acciones), necesitan fundamentos en los que apoyarse. A nuestro juicio, son los siguientes:

  1. La existencia de sujetos morales con capacidad para elegir libremente su conducta, argumentar razonadamente sus decisiones y hacerse cargo de sus actos, o sea, ser responsables que lo que hacen y de sus consecuencias.

  2. El conocimiento personalizado y compartido de valores, principios y virtudes éticas, que sean objeto permanente de evaluación crítica.

  3. El hecho de la bioética clínica como disciplina que, epistemológicamente, adquiere y amplía el conocimiento a través de en un conjunto de instituciones académicas, técnicas o sociales, tales como cátedras, departamentos congresos, libros, revistas y comunidades de especialistas o comunidades disciplinares.

  4. La práctica continua de la deliberación moral, entendida como como el procedimiento de análisis crítico de los problemas éticos en orden a la toma de decisiones buenas, razonables y prudentes.

  5. La utilización sistemática del método hermenéutico, que parte de los hechos, de la experiencia, y lleva a una reflexión que conduce a una nueva praxis, como un círculo interpretativo (el “círculo hermenéutico”) interminable que exige estar abiertos permanentemente a los continuos cuestionamientos que plantea la realidad.

  6. Dar por sentado que la autocrítica es mejor que la crítica y que la crítica de los demás es una necesidad, sabiendo que la crítica racional ha de ser siempre específica, fundamentada y argumentada, para acercarse al conocimiento objetivo.

3.5. Competencias epistemológicas de los profesionales sanitarios

La epistemología de la medicina en cuanto ciencia y técnica o sistema tecnocientífico centrado en el conocimiento de la enfermedad, nos lleva a hablar de una epistemología realista y científica. Realista porque su conocimiento tiene como punto de partida la observación y estudio de los síntomas para llegar a saber lo que le sucede al paciente. Y científica porque la praxis médica tiene que basarse en la investigación científica, positiva y empírica, como la mejor vía de conocer los hechos clínicos. Ahora bien. Junto a esta epistemología o gnoseología médica imprescindible e irrenunciable hay otras dos áreas de conocimiento sin las que resulta imposible ejercer la medicina.

1ª) La comprensión de la medicina como “ars medica”, utilizando términos clásicos. El acto médico es un acto humano. No necesita aditivos externos para hacer humano algo que ya es de por sí profundamente humano. Sin embargo, trasciende la aplicación de información científica y va mucho más allá de la mera acumulación de conocimientos. El acto médico surge en el seno de una relación interpersonal única donde se forja una atmósfera especial, de carácter terapéutico, basada en la confianza. Se trata de un ingrediente fundamental para conseguir una medicina efectiva. El arte médico tiene muchísimo que ver con la gestación de esa atmósfera especial donde se buscan dos fines básicos: transmitir sentimientos y emociones, y despertar la magia interior.

  • La transmisión de sentimientos y emociones sucede cuando el médico logra a través de su actitud que el paciente perciba el afecto que éste le profesa y el interés que tiene en ayudarlo. Esto consolida la alianza médico-paciente, que facilita la confianza del enfermo, fortalece su autonomía y el seguimiento de las pautas médicas.

  • La magia surge cuando en esa relación interpersonal se evocan y provocan sentimientos positivos para superar la enfermedad, que ayudan al paciente a pasar por el duro camino de conocer lo que, abrirse a la esperanza de sanar o, llegado el caso, morir su propia muerte rodeado de dignidad, cuidados y cariño.

2ª) La prevalencia de la responsabilidad ética de los profesionales sanitarios, en cuanto forman parte de un ámbito científico y técnico específico, que implica la asunción de responsabilidades exclusivas, tanto por la materia de la que se ocupan, es decir, la salud y la vida de sus pacientes, como por el cúmulo de conocimientos privilegiados que poseen acerca de sus pacientes. Se trata de hacerse cargo de lo que se hace a otras personas y de las consecuencias derivadas de esos actos. Es una responsabilidad que va más allá de las dudas razonables sobre el nexo causal de los fenómenos morbosos o de cómo manejarlos. Se refiere, sobre todo, a por qué y cómo actuar, cómo y por qué aplicar un determinado conocimiento y no otro, saber los fines que se persiguen, los medios que se utilizan y los resultados que se espera conseguir.

Todo ello incluye no sólo los grandes problemas de la bioética clínica contemporánea (terapia génica, manipulación genética, clonación, diagnóstico prenatal, experimentación con embriones, células madre, trasplantes, ensayos clínicos con medicamentos, etc., etc.,). Se refiere, lisa y llanamente, el eje central de la medicina: el tratamiento ofrecido a cada uno de los pacientes conforme a su dignidad humana y sus derechos fundamentales.

ALGUNAS CONCLUSIONES BÁSICAS

La epistemología de la medicina hay que combinarla con el “arte” de las relaciones interpersonales y el cuidado integral del paciente. Son dos puntos de apoyo imprescindibles para un verdadero progreso de la humanidad.

Es muy importante conocer las bases científicas de la vida, pero es también muy importante, o más, conocer el vivir humano de cada persona enferma, es decir, ese modo aflictivo y anómalo del vivir personal que es la enfermedad.

Tiene relevancia conocer y aplicar los conocimientos sobre la genética de las enfermedades, por ejemplo, pero tiene la misma relevancia adquirir experiencia constante y continuada en las relaciones personales médico-paciente.

La sociedad actual pone mucho énfasis en el coeficiente de inteligencia y en la calificación científico-técnica de sus profesionales sanitarios, pero ese mismo énfasis, o mayor, hay que ponerlo en todo lo referente a la comunicación, el tacto, la sensibilidad, la cercanía, la capacidad perceptiva y el buen gusto a la hora de tratar al que sufre.

Es admirable e imprescindible el trabajo de laboratorio e investigación. Sin ellos no hay progreso médico. Pero tan imprescindible y admirable es encontrar palabras adecuadas para responder a las preguntas de un paciente, guardar silencio cuando no se sabe responder, dar la cara y mirar de frente a los ojos del paciente en lugar de mirar sólo a la pantalla del ordenador, por ejemplo.

Intensificar la epistemología científica a costa del contacto interpersonal, es decir, descuidando o menospreciando la compleja epistemología que conlleva el trato directo, transparente y empático, de cada una de las personas enfermas, no sólo es un craso error. Es ir por la vida dándoselas de sabios, casi omnipotentes, ignorando que lo más profundo de ser humano aflora cuando nos ex-ponemos ante los otros (no cuando nos imponemos sobre los otros) y, de ese modo, aprendemos a responder y a responsabilizarnos de los otros, en particular de los que están a nuestro cargo o bajo nuestro cuidado. Caer en ese error sería ignorar que la medicina ya es en sí misma ética y que, por tanto, la epistemología contribuye a potenciar el sentido ético de la praxis sanitaria.

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Bioética Médica: Aspectos sistemáticos

Bioética Médica: Aspectos sistemáticos 150 150 Tino Quintana

La bioética está considerada hoy como una disciplina a todos los efectos, puesto que cuenta con autores, publicaciones, jornadas, congresos, cursos académicos, centros e instituciones de rango regional, nacional e internacional. Tras haber visto en la primera parte los antecedentes éticos de la bioética (apartado 1), así como su nacimiento, desarrollo y expansión (apartado 2), abordamos ahora la exposición sistemática de sus contenidos fundamentales mínimos (nuevo apartado 3). Todo ello varía según la perspectiva desde la que se aborde (personalista, utilitarista, pragmática, materialista, religiosa, laica, etc). Aquí optamos por una exposición sistemática de la bioética como realización de valores, cumplimiento de deberes (y de principios), método para tomar de decisiones y adquisición de virtudes.

3. FUNDAMENTOS DE LA BIOÉTICA: EXPOSICIÓN SISTEMÁTICA

En su sentido más amplio, la bioética no se limita al ámbito médico, sino que incluye todos los problemas que tienen que ver con la vida en general, extendiendo de esta manera su campo a cuestiones relacionadas con el medio ambiente y al trato debido a los animales. Desde esa perspectiva, hay que entenderla como «el uso creativo del diálogo inter y transdisciplinar entre ciencias de la vida y valores humanos para formular, articular y, en la medida de lo posible, resolver algunos de los problemas planteados por la investigación y la intervención sobre la vida, el medio ambiente y el planeta Tierra» (A. Llano Escobar, ¿Qué entendemos hoy por bioética?, 6). Más información en «Bioética: Introducción general«

Sin embargo, el ámbito de la biomedicina, y más concretamente el de la medicina clínica, es donde mayor desarrollo ha tenido la bioética, y éste es el enfoque que adoptamos a lo largo de estas páginas. Por eso puede resultarnos más útil la definición de G. Hottois: «La bioética designa un conjunto de investigaciones, discursos y prácticas, generalmente pluridisciplinares, que tienen por objeto clarificar o resolver las cuestiones éticas suscitadas por el avance y la aplicación de las tecnociencias biomédicas» (Nouvelle encyclopédie de bioéthique, Bruxelles, 2001, 124) .

Es necesario recordar, como se hizo en la primera parte, que la bioética médica alarga sus raíces hasta la ética hipocrática, pero que, en realidad, su origen inmediato es la relación médico-enfermo y su origen mediato es la propia práctica médica. En este doble origen simultáneo e indisoluble reside el fin interno que define a la medicina misma, otorgándole identidad y legitimidad, es decir, el bien de la persona enferma. Y para alcanzar esos bienes, además de la competencia científico-técnica, sin la que no hay ética que valga, es imprescindible estimar valores, cumplir deberes característicos de la profesión, tomar decisiones éticas, y adquirir virtudes para intentar conseguirlo.

3.1. La bioética como realización de valores
Nadie puede vivir sin valores. Las personas orientamos la vida por ellos. Valen, aunque no sean, y por eso nos atraen, por eso tienen dinamismo. Son cualidades atribuidas a las cosas, a los seres vivos y a los seres humanos, pero sólo éstos, las personas, los pueden interiorizar, hacer suyos o rechazarlos. En la vida diaria todos hacemos juicios de valor que se distribuyen por grupos: estéticos (bello-feo), lógicos (verdadero-falso), económicos (caro-barato), vitales (sano-enfermo), religiosos (santo-profano), éticos (bueno-malo, justo-injusto)…

Los valores éticos afectan a la persona entera y, además, afectan de lleno la vida interpersonal y social, son relacionales. Tienen dos polos, positivo y negativo (atraen-repelen) y están jerarquizados: los superiores se prefieren a los inferiores y definen el sentido moral de la vida personal y social. Son también indispensables, pues nadie está dispensado de hacer el bien y de ser bueno. La neutralidad axiológica no existe. Este tipo de valores son objeto de estimación y de aprecio. Se aprenden por imitación y, sobre todo, viviéndolos…practicándolos.

El Código_de deontología_médica de España, por ejemplo, expone los siguientes valores básicos: «el fomento del altruismo, la integridad, la honradez, la veracidad y la empatía, que son esenciales para una relación asistencial de confianza plena» (Preámbulo).

La bioética sería un edificio vacío, un campo estéril, sin contenido ni vida, si no aceptara como parte inexcusable suya la necesidad de estimar lo valioso en los otros y en uno mismo. Quien carece de esa capacidad estimativa es incompetente para la vida moral. Valores como la vida, la salud, la dignidad humana, la libertad, la intimidad, la confianza, la empatía, por citar algunos, están presentes en la práctica asistencial como fuerzas directivas que le otorgan sentido y densidad moral. En eso consiste la bioética como realización de valores.

3.2. La bioética como cumplimiento de deberes
Los valores éticos no están en un mundo aparte, colgados en la estratosfera, al contrario, se condensan en deberes, o sea, en principios generales y en normas o reglas más concretas referentes a los distintos campos de la práctica sanitaria. Véase el siguiente proceso lógico: vida-salud (valores)> autonomía (principio)> consentimiento informado (deber: norma o regla). Dicho de otro modo, todos los deberes contienen valores y, a su vez, los valores se refieren a bienes (fines) internos a la medicina misma (el bien del enfermo: sanar, cuidar), cuya consecución verifica la moralidad de la práctica sanitaria.

Los deberes morales exigen su justificación, o sea, comprobar los valores que contienen, los principios que los orientan y las consecuencias derivadas de su puesta en práctica, exigen responsabilidad profesional. Y así, el deber o regla del consentimiento informado se justifica por la información, la verdad, el diálogo (valores), que a su vez dependen del principio de la autonomía personal y están referidos al bien del enfermo como fin inherente de la medicina. En eso consiste la bioética clínica como realización de deberes…y de valores.

En los párrafos anteriores hemos podido comprobar que hay una estrecha interdependencia entre valores, deberes y derechos humanos. Éstos últimos, como exigencias morales que piden respeto, reconocimiento y cumplimiento, forman parte inseparable de la bioética, facilitan la intuición emotiva de acceso a los valores, permiten descubrir lo general desde la vivencia de lo particular y se plasman en imperativos morales: respeta la dignidad…la autonomía…la vida…la integridad…la intimidad y la confidencialidad, por ejemplo.

El citado Código_deontología_médica (art. 5.1) recoge, entre otros, los siguientes deberes: «La profesión médica está al servicio del ser humano y de la sociedad. Respetar la vida humana, la dignidad de la persona y el cuidado de la salud del individuo y de la comunidad son los deberes primordiales del médico…».

3.3. Los principios de la bioética “convencional”

Llamamos “convencional” o estándar al modelo de bioética originado a partir del Informe Belmont, y de la obra de Beauchamp y Childress, que difundieron con notable éxito los principios de autonomía, no maleficencia, beneficencia, y justicia. Estos principios, que son un tipo de normas o reglas (deberes), carecen de orden o prioridad entre ellos, es decir, a primera vista (prima facie) valen todos por igual y tienen la misma relevancia. Cuando entran en conflicto, será el examen detenido de cada caso y de sus circunstancias lo que determine la prioridad de uno sobre los otros. Es más conocido por el nombre de “principialismo”.

  • Principio de autonomía: Tiene un papel central en la bioética y se refiere a la capacidad que tienen las personas para autodeterminarse a actuar, libres de presiones externas que condicionen sus actos (libertad externa) y libres de limitaciones individuales que impidan actuar intencionadamente (libertad interna). Exige reconocer a cada persona el derecho a tener sus propios puntos de vista, tomar sus propias opciones, y actuar conforme a su escala de valores. La concreción más relevante de este principio es la obligación de cumplir la regla del consentimiento informado, entendiéndolo como un proceso de diálogo entre médico y enfermo. Nunca se debería reducir a la firma de un documento formalizado. En España hay una destacada regulación jurídica al respecto.
  • Principio de no maleficencia: Este principio habría que interpretarlo desde la expresión hipocrática «ayudar o, al menos, no causar daño», que no contrapone dos obligaciones sino que las gradúa diciendo: lo primero es “ayudar” (el bien interno de la praxis médica) y, cuando eso no sea posible, lo que se debe hacer es “no causar daño”, sin perder de vista que esto último no tiene carácter absoluto y significa que «el médico jamás perjudicará intencionadamente al paciente», como dice el art. 5.4 del código de ética médica español. Sin embargo, los autores norteamericanos fundamentan la obligación en el conocido primun non nocere, que surgió en las polémicas neohipocrácticas del siglo XIX, y que exige priorizar las normas negativas (no hacer daño) sobre las positivas (hacer el bien) dado que aquellas obligan primero y con más fuerza que las de beneficencia.
  • Principio de beneficencia: Obliga a hacer el bien a las personas, sin confundirlo con la benevolencia ni con la beneficencia caritativa, sabiendo que se trata de un bien específico en el ámbito sanitario, o sea, curar y/o cuidar como bienes internos que definen el sentido ético de la medicina. Sin embargo, dado que las actuaciones clínicas suelen tener complicaciones y riesgos, tanto previstos como imprevistos, es necesario recurrir al principio de proporcionalidad, es decir, que los beneficios previstos justifiquen o, al menos, guarden proporción con los riesgos derivados de la actuación sanitaria.
  • Principio de justicia: Se trata aquí de la justicia distributiva, referida a la distribución equitativa de derechos, beneficios, responsabilidades y cargas sociales, sabiendo que en el ámbito de la salud los bienes son escasos y las necesidades son múltiples. Esa distribución equitativa se hace aplicando dos criterios: 1) de carácter formal, como el «dar a cada uno lo suyo» (Ulpiano, siglos II-III d. C.), que es muy abstracto y carece de puntos de vista para concretar la igualdad de la distribución; y 2) de carácter material, que permiten un trato igualitario y se formulan del siguiente modo: a cada persona según sus esfuerzos, a cada persona según su aportación, a cada persona según su mérito, y a cada persona según las reglas de intercambio del libre mercado.
Le corresponde a Diego Gracia, entre otras de sus muchas contribuciones, haber realizado una corrección crítica al principialismo basándose en la falta de orden o priorización de los cuatro principios anteriores. Y, para ello, propone un “principialismo jerarquizado” que se fundamenta, por un lado, en un sistema de referencia o canon moral previo a los principios y, por otro lado, “jerarquizando” los principios según su distinto grado de fuerza u obligación moral. (Véase D. Gracia: Fundamentos de bioética, apartados 1,2 y 3). Sintetizando mucho las cosas, el planteamiento es como sigue:
  1. Canon moral o sistema de referencia: el ser humano es persona y, en cuanto tal, tiene dignidad y no precio…tiene valor en sí mismo, es fin en sí mismo (premisa ontológica); todos los seres humanos son iguales y deben ser tratados con igual consideración y respeto (premisa ética); actúa con los demás como quieras que ellos actúen contigo…no hagas a los demás lo que no quieras que hagan contigo (Regla de Oro).
  2. Jerarquización de los principios: Partiendo de la diferencia existente entre éticas de mínimos y éticas de máximos, hay que establecer dos niveles de principios éticos:
  • El nivel 1: lo componen los principios de no-maleficencia y justicia, propios de una “ética de mínimos”. Tienen carácter público y, por tanto, determinan nuestros deberes para con todos y cada uno de los seres humanos, tanto en el orden de su vida biológica (no maleficencia) como en el de su vida social (justicia). Son deberes universalizables y exigibles a todos por igual, incluso coactivamente.
  • El nivel 2: lo componen los principios de autonomía y beneficencia, propios de una “ética de máximos”. Marcan el espacio de la vida privada de cada persona, que sólo ella debe gestionar de acuerdo con sus propias creencias e ideales de vida. Son deberes particulares porque obligan a hacer el bien a la persona individual (beneficencia) contando con su libre decisión informada (autonomía).

Los deberes de la ética de mínimos son más limitados o restringidos que los de la ética de máximos, pero tienen por lo general una mayor exigencia. Así pues, en caso de conflicto entre ambos niveles, los mínimos suelen tener prioridad sobre los máximos.

3.4. La bioética como método para tomar decisiones
D. Gracia también ha desarrollado un método para tomar decisiones (apartado 3) compuesto por tres pasos sucesivos: deliberación sobre los hechos, sobre los valores y sobre los deberes.

1º) Deliberación sobre los hechos

Este paso contiene, a su vez, dos momentos: 1) Presentación del caso basándose en la Historia Clínica como soporte fundamental de información; y 2) Aclaración de los hechos del caso dando lugar a las preguntas y a iniciar la participación y el diálogo.

2º) Deliberación sobre los valores
1. Identificación de los problemas morales del caso

Primero hay que identificar los problemas, es decir, los diversos aspectos, dificultades, dudas o conflictos del caso presentado. Y, segundo, hay que identificar cuál es el problema moral para cada uno de los participantes. La enumeración por separado permite analizarlos con más claridad y evitar la confusión en el debate posterior.

2. Elección del problema moral fundamental del caso

Esta elección está justificada porque no es posible aclarar, ni discutir posteriormente, todos los problemas enumerados. Lo mejor es elegir uno o dos fundamentales pero, de todas formas, le corresponde a la persona responsable del caso señalar cuál es ese problema.

3. Identificación de los valores en conflicto en ese problema

Dado que un problema moral es un conflicto de valores, es imprescindible 1º) identificar los valores en conflicto dentro del problema fundamental antes señalado, y 2º) elegir el valor o los valores prioritarios del problema fundamental. Esto facilitará la corrección de los siguientes pasos. La bioética es realización de valores: si ahora no los identificamos ni los elegimos correctamente, podríamos desenfocar la elección de lo que debemos hacer.

3º) Deliberación sobre los deberes
1. Identificación de los cursos extremos de acción

Si el anterior conflicto es de valores contrapuestos, un curso extremo es aquel en el que, optando por uno de esos dos valores, se elimina completamente el otro. Esos cursos de acción nos encierran en el dilema de optar por uno de los dos extremos y, por tanto, es importante identificarlos, con el fin de no elegirlos nunca.

2. Búsqueda de los cursos de acción intermedios

Estos cursos de acción se encuentran alejándose de los extremos, evitando los dilemas, y eligiendo las acciones intermedias. Así es como se salva el mayor número de valores y, en particular, aquél o aquellos que se hayan elegido como prioritarios. Esto también evita reducir el caso a un dilema y pasar a tratarlo como un problema donde siempre hay más de dos acciones posibles que nos facilitarán la elección del curso óptimo de acción.

3. Elección del curso óptimo de acción

Es el resultado de haber contrastado las acciones intermedias con los principios éticos, las circunstancias, las consecuencias y el sistema de referencia o canon moral:

  • Contraste con los principios éticos. Lo primero que debemos hacer es contrastar los cursos de acción intermedios con los principios éticos de cada uno de los niveles antes expuestos, para elegir el curso óptimo de acción. Es importante recordar que, en caso de conflicto entre ambos niveles, el de los mínimos suele tener prioridad sobre ellos máximos.
  • Evaluación de las circunstancias. Las circunstancias pueden ser agravantes, atenuantes o eximentes. Cuando sucede esto último, el deber cede en la circunstancia concreta debido a que la aplicación indiscriminada de un principio es incompatible con el respeto debido a los seres humanos. Y así, por ejemplo, el deber de informar al paciente, basado en el principio de veracidad, cede ante la existencia de razones objetivas cuyo conocimiento pueden perjudicar gravemente su salud. La excepción, tiene de su parte la carga de la prueba, o sea, hay que probar que puede y debe hacerse.
  • Evaluación de las consecuencias. Puede haber razones para pensar que la aplicación de un principio trae consecuencias que atentan contra la dignidad humana. En el caso de los deberes públicos (nivel 1), la excepción puede hacerla el juez o la ley vigente despenalizando la aplicación de la norma en ciertos supuestos, lo que no significa admitir la moralidad de tales actos. En el caso de los deberes privados (nivel 2) pueden darse consecuencias previsibles que justifican una excepción a un deber prevalente. El deber de proteger la vida, como valor primario, puede ceder ante las consecuencias negativas de aplicar medidas fútiles a un enfermo terminal, por ejemplo.
  • Contraste con el sistema de referencia o canon moral. Por último, y antes de tomar la decisión final, es muy conveniente volver a preguntarse de nuevo si el curso óptimo de acción elegido es acorde o corrobora las premisas del canon moral anteriormente expuestas, pues, de lo contrario, habría que cuestionarse la validez moral de todo el proceso de deliberación y la misma decisión final.

4º) Deliberación sobre las responsabilidades finales
Se concretan en cuatro pruebas: 1ª) prueba de la legalidad: comprobar si la solución adoptada se ajusta al marco jurídico vigente; 2ª) prueba de la publicidad: disposición de defender públicamente el curso de acción elegido; 3) prueba del tiempo: someter el curso óptimo de acción a la hipótesis de resistir el paso del tiempo una vez se haya “enfriado” la situación, es decir, si transcurrido un plazo de tiempo se tomaría la misma decisión ante el mismo caso; y 4) decisión final: es la adoptada por la persona responsable del caso, no la que se toma en el grupo de deliberación, aunque puedan coincidir. Y ello es importante, dada la responsabilidad profesional de esa persona y la posición que ocupa en el proceso de deliberación.

Los clásicos ya nos lo decían con precisión: «Cultiva el hábito de estudiar y examinar una acción antes de emprenderla. Antes de obrar, retrocede para tener una visión más amplia, para no actuar a la ligera obedeciendo a un impulso. Determina lo que sucede primero, considera a dónde conduce y entonces actúa de acuerdo con lo que hayas aprendido» (Epicteto, siglo I-II d. C.).

3.5. La bioética como práctica de virtudes: hacia la excelencia profesional
La tarea de revitalizar las profesiones sanitarias se consigue reconstruyendo continuamente los fines o bienes internos que les confieren sentido y legitimidad. Y, para ello, es preciso adquirir buenos hábitos, “virtudes”, que los griegos llamaban aretai, excelencias. Se trata de «cualidades humanas adquiridas, cuya posesión y ejercicio tiende a hacernos capaces de lograr aquellos bienes que son internos a las prácticas y cuya carencia nos impide efectivamente lograr cualquiera de tales bienes» A. MacIntyre, Tras la virtud, 237).

Teniendo en cuenta que los términos de excelencia y excelente se aplican a algo o alguien que sobresale en bondad, mérito o estimación, no cabe duda de que las virtudes son modelos de excelencia que definen las relaciones de las personas que comparten la misma práctica, como es el caso de la sanitaria y, además, son de gran ayuda para conseguir los bienes internos que le dan sentido y legitimidad social. Excelente sería aquí quien compite consigo mismo para ofrecer un buen producto profesional, quien no se conforma con la mediocridad de aspirar sólo a cumplir requisitos burocráticos o eludir acusaciones legales de negligencia…quien ejerce su êthos profesional basándose en el compromiso con personas concretas, de carne y hueso, cuyo bien dirigido a proteger y cuidar la vida y la salud da sentido a toda su actuación clínica.

He aquí una posible tabla de virtudes, según E. Pellegrino (apartado 3): 1) Fidelidad y/o lealtad a la promesa exigida por la relación de confianza con el enfermo; 2) Benevolencia: deseo y voluntad de hacer el bien del enfermo; 3) Abnegación: subordinar los intereses personales al bien del enfermo; 4) Veracidad: decir la verdad al enfermo teniendo en cuenta su derecho a ser informado y su capacidad de comprensión, así como saber callar cuando reivindica su derecho a no ser informado; 5) Compasión: empatía y comprensión hacia la situación del enfermo; 6) Humildad intelectual: saber cuándo se debe decir “no lo sé” o “tengo que preguntarlo”; 7) Justicia: respetar los derechos del enfermo y ajustarse a sus necesidades y su modo de ser; 8) Prudencia: capacidad de discernir razonablemente la actuación correcta en cada situación; y 9) Cuidado: disposición a promover siempre la calidad de vida del enfermo.

Vamos a poner punto final parafraseando lo que decía Aristóteles (Ética nicomáquea, II, 1103b, 30): no estudiamos ética para saber más o para dar lustre a nuestro curriculum profesional, sino para ser justos, virtuosos y buenos…para ser felices con y para los demás. La bioética médica es un magnífico ejercicio de sabiduría, generosidad y excelencia moral.

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Bioética Médica: Preámbulos

Bioética Médica: Preámbulos 150 150 Tino Quintana

Hoy es admitido que la bioética nació a principios de la década de los años setenta del pasado siglo XX. Sin embargo, es a todas luces evidente que hunde sus raíces en el llamado “Juramento de Hipócrates” (siglos III-IV a. C.), donde aparece por primera vez en Occidente la profesión sanitaria y la ética médica. Aun contando con los profundos cambios de mentalidad habidos desde entonces, no cabe duda de que la práctica médica y la figura ética de los profesionales sanitarios se ha ido confeccionando con esa tradición ética, elaborada, matizada y heredada por nosotros a lo largo de más de veinte siglos.

1. ANTECEDENTES ÉTICOS DE LA BIOÉTICA MÉDICA

1.1. La moral y la ética: generalidades
La palabra “moral” viene del latín (mos, mores) y significa costumbre, carácter, género de vida, refiriéndose al sentido que cada uno da a su propia vida a través de los actos concretos. Se ocupa de qué debemos o de lo que debemos hacer en concreto, teniendo en cuenta que la bondad de nuestras acciones es proporcional al trato que damos a los demás, porque “el ser humano es absolutamente valioso para el propio ser humano”.

Por su parte, la palabra “ética” procede de dos vocablos griegos: éthos y êthos. En el éthos (con tilde) ha quedado recogido el significado del término latino “moral” antes expuesto. En cambio, el vocablo êthos (con acento circunflejo) pone más el acento en el carácter, el modo de ser o el tipo de persona que hemos elegido ser, basándonos en la capacidad de pensar y decidir por nosotros mismos. La ética se ocupa, por tanto, del por qué debemos hacer lo que debemos hacer de bueno y justo, o sea, los requisitos para saber actuar bien o, dicho con palabras de Platón, (Gorgias, 467d, ) «cuando se hace una cosa en razón de algo, no se quiere lo que se hace, sino aquello por lo que se hace».

Como ha recordado Adela Cortina, (¿Para qué sirve realmente la ética?, 17) «Si no tomamos nota de lo cara que sale la falta de ética…, el coste de la inmoralidad seguirá siendo imparable. Y aunque suene a tópico, seguirán pagándolo sobre todo los más débiles…Para eso, entre otras cosas, sirve la ética, para cambiar las tornas y potenciar actitudes que hagan posible un mundo distinto».

1.2. Los orígenes de la ética médica
La expresión ética médica apareció por primera vez en un libro publicado por el médico inglés Thomas Percival, en 1803 (Medical Ethics, or a Code of Institutes and Precepts, Adapted to the Professional Conduct of Physicians and Surgeons). Consta de tres partes: deberes del médico consigo mismo, deberes para con el enfermo, y deberes para con las demás personas, en particular con sus colegas de profesión, que reflejan el “orden médico” y la vertiente institucionalizada de la medicina.

No obstante, las raíces de la ética médica se alargan hasta el  Juramento de Hipócrates donde aparece el primer código occidental de la profesión médica basado en los principios de beneficencia, no hacer daño, abstenerse de injusticia y corrupción, y guardar el secreto profesional. Ese modelo o espíritu hipocrático se fue enriqueciendo a lo largo del tiempo con diversos requisitos y cualidades, tanto profesionales como éticas, dando lugar a los códigos deontológicos que hoy existen en todos los países occidentales.

a) El origen inmediato: la relación médico-paciente
En cualquier caso, el origen inmediato de la ética médica es la relación médico-paciente, porque ahí es donde se presenta un ser humano que acude otro, el médico, pidiéndole ayuda desde su experiencia personal de vulnerabilidad, fragilidad y necesidad. Esa relación es clave, nuclear y central, porque en ella se verifica el tipo de trato que se dan mutuamente médico y enfermo. Esto ha sido una característica específica de la práctica médica a lo largo de la historia, como lo ponen de manifiesto, por ejemplo, las siguientes palabras del médico Isaac Judaeus (s. IX-X): «Quien se dedica a trabajar con perlas tiene que preocuparse de no destrozar su belleza. Del mismo modo, el que intenta curar un cuerpo humano, la más noble de las criaturas de este mundo, debe tratarlo con cuidado y amor».

El modo de entender esa relación terapéutica ha experimentado grandes cambios, desde el paternalismo médico hasta el respeto por la autonomía del enfermo, pongamos por caso, pero es indudable que esa relación es el eje de la práctica y de la ética médica. ¿Qué es la historia clínica, sino el relato escrito, en formato papel o digital, de los sucesivos encuentros entre médico y enfermo? En este sentido es muy enriquecedor leer a P. Laín Entralgo, La relación médico-enfermo, Alianza, Madrid, 1983.

b) El origen mediato: la práctica médica
Es necesario detenerse en el contenido de esa relación o, mejor dicho, en la práctica médica. Reformulando con el concepto aristotélico de “prâxis” (una acción individual que tiene el fin en sí misma), A. MacIntyre (Tras la virtud, 233) ofrece un concepto de “práctica” muy clarificador: es una «forma coherente y compleja de actividad humana cooperativa, establecida socialmente, mediante la cual se realizan los bienes inherentes a la misma, mientras se intenta alcanzar los modelos de excelencia que son apropiados a esa forma de actividad…» .

La práctica sanitaria se ajusta perfectamente a esos parámetros. Es una actividad en la que cooperan distintos agentes con el objetivo de alcanzar un fin (télos), un fin interno o inherente a esa práctica, que es lo que le da sentido ético y legitimidad social. El fin interno de la medicina es el bien del paciente, un bien que se va desglosando en una serie de bienes tales como prevenir la enfermedad; promover y mantener la salud; aliviar el dolor y el sufrimiento de la enfermedad; asistir y curar a los que se pueden curar; cuidar a los que no tienen curación; evitar la muerte prematura; y ayudar a morir en paz. Véase para todo ello el estudio sobre «Los fines de la medicina» (The Goals of Medicine), Cuaderno Nº 11 Fundación Grífols.

Por tanto, la ética no es un apósito externo ni una coyuntura temporal o advenediza de la medicina. Es un componente intrínseco de la actividad sanitaria. La praxis médica, realizada en la relación médico-paciente, ya es ella misma ética, y el modo de ser o tipo de persona que el profesional sanitario reproduce en su práctica cotidiana, su êthos, conlleva una dimensión moral. Es absurdo separar la ética de la medicina o reducir la ética a una cuestión privada del profesional. En conclusión, el fundamento ético de la praxis médica hay que buscarlo, simultáneamente, en la relación médico-paciente y en el contenido de esa relación, es decir, en el fin interno que define la práctica médica. Lo contrario sería negar su identidad, su sentido y su legitimidad social.

2. NACIMIENTO, DESARROLLO Y DIFUSIÓN DE LA BIOÉTICA

El término “bioética” es un neologismo que tiene su origen y su primera etapa de desarrollo en los Estados Unidos. Significa literalmente vida y ética, bíos y êthos, aunque esto no aclare mucho las cosas de momento. Pero lo cierto es que por más que haya sido luego objeto de ampliación, corrección y difusión, es indiscutible que debe su existencia al mundo cultural, a las iniciativas y a los recursos norteamericanos.

2.1. Nacimiento y primeros pasos

El origen histórico del término, en sentido estricto, corresponde al alemán Fritz Jahr, quien en 1927 usó el término Bio-Ethik en un artículo sobre la relación del ser humano con las plantas y los animales, inspirándose en la filosofía de Kant y concentrándolo en el siguiente imperativo moral: «Respeta por principio a cada ser viviente como un fin en sí mismo y trátalo, de ser posible, como a un igual». La iniciativa no tuvo éxito, por el contexto social y cultural donde vivió, pero su planteamiento ha influido mucho en la “Declaración Internacional de Rijeka” (Croacia, 2011) y en otras actividades recientes.

Así todo, se puede afirmar que, en la práctica, la bioética ha tenido un «nacimiento bilocado» en el sentido de que, más o menos por la misma fecha, el primer semestre de 1971, apareció en la Universidad de Wisconsin (Madison) y en la Universidad Georgetown (Washington). El padre del término en Wisconsin fue el oncólogo Van Rensselaer Potter, que publicó el primer libro con la palabra «bioética» en su título: Bioethics: Bridge to the Future (enero de 1971). En cambio, le correspondió al obstetra André Hellegers ser el fundador del primer centro universitario dedicado a la bioética y el primero en nombrarse con esa palabra: The Joseph and Rose Kennedy Institute for the Study of Human Reproduction and Bioethics (julio de 1971), conocido actualmente como Kennedy Institute of Ethics. Sin embargo, es preciso añadir que Daniel Callahan y Willard Gaylin habían fundado antes, entre 1969 y 1970, el Institute of Society, Ethics, and the Health Sciences, más conocido hoy como Hastings Center, que también goza de un enorme prestigio internacional.

El legado de Potter consiste en haber concebido la bioética como una nueva disciplina que debería construir un “puente” entre los conocimientos biológicos y el conocimiento de los valores humanos dada la brecha existente entre ambos.

El legado de Hellegers consiste en haber introducido la bioética en el campo de la investigación, del estudio, del gobierno y de los medios de comunicación, centrándose en las cuestiones biomédicas y adoptando la tradición filosófica y teológica de Occidente. En otras palabras, hace de la bioética una rama de la ética general y la aplica al ámbito de la biomedicina. La influencia y el poder de la familia Kennedy harían el resto.

En cualquier caso, la bioética no surge en el vacío. Además de una rica tradición ética anterior, nace en un contexto determinado, entre otros, por los siguientes rasgos:

1º) El progreso científico-técnico, en particular el nacimiento de la «nueva medicina» cuyo crecimiento explosivo tuvo lugar entre finales de los años cuarenta y setenta del siglo XX y, con ello, la aparición de nuevos temas que desbordaban los clásicos manuales universitarios sobre Ética y Moral Médicas.

2º) Los cambios culturales y políticos, desde finales de 1950, que hicieron florecer movimientos que tendían a la búsqueda de una nueva cultura basada en la libertad, la justicia y la igualdad (mayo del 68) y, sobre todo, la fuerza con que surgió en EE.UU la reivindicación de la autonomía personal y de los derechos humanos, dando lugar a la primera «carta de derechos de los pacientes» (1973).

3º) El impacto producido por los abusos de la investigación científica desde principios del siglo XX, y en particular durante la época nazi, que llevaron a incluir en el artículo 1 del Código de Nüremberg 1946 una tajante y radical afirmación que será punto de inflexión en la ética médica: «el consentimiento voluntario del sujeto humano es absolutamente indispensable».

4) el crecimiento gradual de una preocupación ética generalizada por toda la vida en todas sus esferas, tanto la de los seres humanos como la del resto de los seres vivos y la del planeta Tierra.

Ha sido en ese contexto donde brotó una nueva sensibilidad y una nueva toma de conciencia que fue despertando rápidamente el interés por la ética aplicada a las situaciones concretas de la vida (bios). Una de ellas es la bio-ética (bios-êthos).

2.2. Desarrollo y expansión
El primer gran evento editorial fue en 1978, cuando se publicó en Nueva York la primera enciclopedia con el nombre de «bioética»: la Encyclopedia of Bioethics, dirigida por W.T. Reich y reeditada posteriormente en varias ocasiones.

Por otra parte, la toma de conciencia sobre los problemas y abusos en el campo de la biomedicina, que habían salido a la luz pública, dio origen a la creación en EE.UU de una comisión nacional de carácter ético con el nombre de National Commission for the Protection of Human Subjets of Biomedical and Behavioral Research. Su cometido era establecer una serie de principios éticos que pudieran servir de guía para la resolución de los problemas éticos planteados por la investigación con seres humanos, así como para sentar las bases sobre las que formular, criticar e interpretar otras reglas éticas más concretas. La Comisión trabajó desde 1975 a 1978 y, como resultado de sus deliberaciones se publicó un documento final, conocido como Informe Belmont, en el que se identificaron tres principios fundamentales para el futuro de la bioética: 1) respeto por las personas, 2) beneficencia y 3) justicia .

Inspirándose en el Informe Belmont, L. Beauchamp y J.F. Childress publican en 1979 Principles of Biomedical Ethics (trad. española, Masson, Barcelona, 1998), donde formulan cuatro principios que servirán de fundamento para orientar las decisiones en el ámbito de la medicina: 1) respeto por la autonomía, 2) beneficencia, 3) no maleficencia y 4) justicia. Es la primera teoría bioética, más conocida por el nombre de “principialismo”, y tendrá mucha relevancia en su desarrollo posterior.

A partir de esas fechas va introduciéndose la bioética en España, como es el caso de la Cátedra de Bioética de la Universidad de Comillas, Madrid, creada por Javier Gafo en 1987. La Universidad Complutense de Madrid inició la enseñanza de la bioética bajo la dirección y el prestigio del profesor Diego Gracia, en 1988, que ha formado a varios cientos de profesionales. Sin embargo, en 1976 ya se había creado el Institut Borja de Bioética por iniciativa del Dr. Francesc Abel i Fabre, que se había formado como investigador junto al citado A. Hellegers, creador del Kennedy Institute. Posteriormente han aparecido otras instituciones e iniciativas.

Es también importante mencionar, entre otras, dos declaraciones de rango internacional que han influido mucho en el desarrollo y la expansión de la bioética. Nos referimos al llamado Convenio de Asturias (1997) y a la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos (UNESCO2005). Sin embargo, carecemos aquí de espacio para describir el estado actual de la bioética. Véase, por ejemplo, «Bioética en América Latina» u «Organizaciones de bioética«.

En resumen, se puede poner de relieve que: 1º) Hay acuerdo generalizado en considerar la bioética como una “disciplina”, es decir, cuenta con publicaciones, cursos, centros, congresos, asociaciones e instituciones específicas; 2º) Dispone de un lenguaje básico en torno a valores, principios, normas y virtudes morales, y expresiones como dignidad humana, respeto a la persona, autonomía, responsabilidad profesional, relaciones médico-enfermo, deliberación moral, por ejemplo; y 3º) El término “bioética” no es equívoco, pero tampoco unívoco, pues se utiliza con planteamientos y metodologías de muy diverso origen y fundamentación; sería más adecuado hablar de bioéticas en plural, como sucede con la bioética laica, liberal, utilitarista, materialista, personalista, las bioéticas con referencia religiosa (católica, protestante, judía, musulmana, budista…), por ejemplo.

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Las Torres de Ubiña (Asturias)

Bioética en España 3: las Universidades

Bioética en España 3: las Universidades 150 150 Tino Quintana

Un indicador importante para medir la presencia y la incidencia de la Bioética en España (véase Bioética en España -1- y Bioética en España -2-) es conocer su grado de implantación en nuestras Universidades. Los centros universitarios condicionan en gran medida la amplitud y la calidad del conocimiento y de la investigación, tanto de las generaciones actuales como, principalmente, de las generaciones futuras.

Hay actualmente en España 76 Universidades de las que 50 son públicas, 19 privadas y 7 de la Iglesia Católica. Vamos a echar un vistazo sobre lo que estamos buscando siguiendo esa misma distribución de Universidades, haciendo hincapié en los estudios de Grado y Postgrado. Sin embargo, intentaremos ver antes qué hay y cómo está la docencia de la Ética en nuestros centros universitarios.

Conviene tener en cuenta que no se ofrece aquí un estudio exhaustivo al respecto, sencillamente porque no dispongo del tiempo ni de los recursos necesarios para hacer un trabajo detallado y riguroso sobre el tema. Intento solamente ofrecer una lectura cuidadosa y lo más ajustada posible a la realidad. Hay otros centros académicos que no cito. He delimitado el trabajo a la información online sobre Universidades en España.

Para abrir el apetito se puede leer el artículo de Mª Casado, La enseñanza de la Bioética en las Universidades españolas (Revista de Bioética y Derecho, Nº 17,2009).

1. PRESENCIA DE LA ÉTICA: CARACTERÍSTICAS GENERALES

Hablando con propiedad le corresponde al Grado en Filosofía impartir la Ética como disciplina académica, y así sucede en todas las Universidades que cuentan con tal área de conocimiento, bien sea con su denominación habitual (“Ética”, “Ética General”, “Ética fundamental”, “Filosofía moral”, “Teorías éticas”, por ejemplo) o con otras denominaciones como “Ética aplicada”, “Éticas contemporáneas”, “Filosofía moral y política”, “Filosofía y Desarrollo Moral y Cívico” o “Ética, Racionalidad y Democracia”, por ejemplo.

1.1. Una presencia desigual de la ética

La Ética está presente en 74 de nuestras Universidades, no aparece para nada en 2 Universidades (o al menos yo no la he sabido encontrar) y, además, en otras 26 (18 públicas y 8 privadas) su presencia ha quedado reducida a no más de tres áreas temáticas. Llama la atención que eso no suceda en ninguna universidad eclesiástica, pues en todas ellas está presente en un alto número de áreas de conocimiento.

Es asimismo significativo que el crecimiento del número de titulaciones del ámbito científico-técnico que incluyen en sus planes de estudio la asignatura “Ética de la Ciencia y la Tecnología”. Algunos ejemplos son la asignatura de “Derecho y Ética en Biociencias” impartida en los Grados de Biología, Biotecnología, y Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad del País Vasco; las asignaturas de «Ética y Bioética» y de «Bioética Avanzada» en el Grado en Biotecnología de la Universidad Francisco de Vitoria; la asignatura «Principios Jurídicos Básicos, Deontología e Igualdad» que se imparte en la Escuela Superior de Ciencias Experimentales y Tecnología de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid; y la Cátedra de Ética y Valores en la Ingeniería de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas y Energía de la Universidad Politécnica de Madrid.

1.2. La transversalidad de la ética

Nos referimos con esta expresión a la presencia de la ética atravesando de uno a otro lado todas mayoría de las áreas de conocimiento. Ello obedece a la naturaleza misma de la Ética, es decir, al hecho de ser un componente indisociable del ser humano que atraviesa toda su experiencia vital otorgándole un sentido acerca de la bondad, la justicia y la felicidad de su existencia cotidiana: hablamos ahí de la ética utens, como decían los clásicos. Pero hay también una ética docens, presente en el mundo académico, donde la transversalidad se plasma de dos maneras: como asignatura común a todas las titulaciones o bien como asignatura aplicada (“éticas aplicadas”) a un determinado ámbito de conocimiento. Llamaremos a la primera “transversalidad general” y a la segunda “transversalidad específica”. 

La «transversalidad general« se da en todos los centros universitarios, salvo aquellos donde no he encontrado ni rastro de la ética, atravesando una mayor o menor cantidad de Grados y Postgrados en función de los estatutos académicos de cada Universidad. Hay varios ejemplos muy significativos:

  • La Universidad Rey Juan Carlos de Madrid (centro público) ofrece un grado muy alto de transversalidad general, puesto que está presente en la práctica totalidad de Grados y Postgrados (en este caso es la Bioética, como se verá más adelante). Se imparte en los estudios de Ciencias Sociales y Jurídicas, Ingenierías y Humanidades. Es también común en este centro docente unir la Deontología con los Principios Jurídicos Básicos y, sobre todo, con el Principio de Igualdad, dando así lugar a una asignatura llamada “Deontología Profesional, Igualdad y Principios Jurídicos Básicos”, que es exclusiva de esta Universidad.

  • En la Universidad Europea de Madrid (centro privado) está presente en la gran mayoría de sus 24 áreas docentes bien sea bajo el término de Ética” o con la denominación de “Ética Jurídica”, “Ética y Deontología profesional” o “Ética y Legislación Profesional”, entre otras. La transversalidad responde de este modo a uno de los objetivos que caracteriza el plan de Responsabilidad Social de este centro: “Hacer de la formación en valores una clave transversal en el proceso formativo”.

  • Lo mismo se puede decir de la Universidad San Pablo-CEU de Madrid (centro privado) respecto a la transversalidad general de la Ética especialmente en los Grados y Dobles Grados de Derecho, Ciencias Criminológicas y de Seguridad, Ciencias Políticas, Educación Infantil y Primaria, Comunicación y Publicidad.

  • Algo muy parecido podríamos decir de la Universidad de Navarra (centro eclesiástico) que la imparte bajo el nombre de “Ética”, Ética General” o “Deontología Profesional” en los Grados y Dobles Grados de Biología, Química, Bioquímica, Derecho, y Administración y Dirección de Empresas, por ejemplo.

  • Hemos dejado conscientemente para el último lugar la Universidad de Deusto (centro eclesiástico). Es la única Universidad que cuenta con un módulo docente de Ética, denominada genéricamente como Ética I y Ética II, desarrollado con amplitud y variedad de contenidos. Se imparte como materia común, o sea, con “transversalidad general”, en todas las áreas de conocimiento y conforme a la siguiente distribución de contenidos (sirva como ejemplo el Grado en Humanidades):

1.3. La aplicabilidad de la ética o las “éticas aplicadas”

Tal como indica su denominación, cuando la ética acota o delimita su campo a una determinada parcela de la vida o del conocimiento, se dice que estamos hablando de “Éticas Aplicadas”, un tema éste que sigue siendo discutido pero que, al mismo tiempo, es habitual utilizar en el sentido antes expuesto. Por eso, porque la ética se puede concretar o referir a un ámbito concreto de la vida, el conocimiento o la investigación, decimos también que podemos hablar de la transversalidad específica de la ética.

  • Ante todo la Universidad de Comillas de Madrid (centro eclesiástico) a quien le cabe el prestigio de impartir Ética no sólo en la práctica totalidad de sus titulaciones, sino con el mayor grado de diversidad o “aplicabilidad” en función del tipo de Grado, Máster o Especialidad de la que se trate: “Ética Profesional”, “Éticas Legales y secreto profesional”, “Ética y religión”, “Ética de la cooperación internacional”, “Ética empresarial”, “Ética de la empresa en los negocios internacionales”, “Ética del marketing y responsabilidad social corporativa”, “Ética y Responsabilidad Social de la Empresa”, “Ética financiera”, “Ética corporativa”, ” Ética y Civilizaciones, Interpretación Ética”, “Ética de las profesiones jurídicas”, “Ética Profesional y Legislación Sanitaria”, “Ética de la Ingeniería”, “Ética de la Gestión informática”…

  • Es también significativo, por ejemplo, la presencia de la ética aplicada en: 1º) Trabajo Social en 20 Universidades Públicas y 1 Privada; 2º) Periodismo en 18 Universidades (7 públicas, 10 privadas y 1 eclesiástica), así como en los numerosos Grados relacionados con Comunicación y Publicidad. ); 3º) Administración y Dirección de Empresas en 13 Universidades (4 públicas, 4 privadas y 5 eclesiásticas); 4º) Terapia Ocupacional en 10 Universidades (8 públicas, 1 privada y 1 eclesiástica); 5º) Educación Social en 9 Universidades (6 públicas, 2 eclesiásticas y 1 privada); y 6º) Criminología en 8 Universidades (3 públicas, 3 privadas y 2 eclesiásticas).

En la Universidad de Navarra (eclesiástica) hay una proporción entre transversalidad general y específica. La primera se imparte bajo el nombre de “Ética”, Ética General” o “Deontología Profesional” en los Grados y Dobles Grados de Biología, Química, Bioquímica, Derecho, y Administración y Dirección de Empresas, por ejemplo. La segunda suele adjetivar la denominación genérica de Ética o Deontología Profesional en diversas áreas de conocimiento: Deontología publicitaria, Deontología periodística, Deontología jurídica y práctica forense, Deontología de la comunicación audiovisual o Ética de la actividad económica y empresarial, por ejemplo.

1.4. Ética y Deontología Profesional

La trilogía “Ética-Deontología-Legislación”, articulada en función del ideario formativo de cada centro universitario, está presente en la mayoría de Grados y Postgrados que se imparten en el área temática de “Ciencias de la Salud”:

  • Medicina: 28 públicas, 8 privadas y 3 eclesiásticas.

  • Enfermería: 33 públicas, 7 privadas y 4 eclesiásticas.

  • Psicología: 7 públicas, 8 privadas y 2 eclesiásticas.

  • Odontología: 8 públicas y 4 privadas.

  • Farmacia: 4 públicas, 4 privadas y 2 eclesiásticas.

Lo mismo sucede en los Grados de Fisioterapia, Logopedia, Podología, Terapia Ocupacional, Nutrición Humana y Dietética, Óptica y Optometría, así como en otras titulaciones conocidas por los nombres de “Biomedicina” “Ciencias Biomédicas”  e “Ingeniería Biomédica”. Bajo ese concepto suelen incluirse también los títulos de Biología y Veterinaria.

2. PRESENCIA DE LA BIOÉTICA COMO DISCIPLINA

Está presente en 50 Universidades (35 públicas, 9 privadas y 6 eclesiásticas). Se distribuye básicamente en dos áreas de conocimiento: las que ponen el objeto de la Bioética en la vida humana, y las que lo ponen en la vida en general o biosfera. La primera es la que recoge el sentido más convencional o estándar de bioética y está referida expresamente a las ciencias de la vida, mientras que la segunda amplía su campo al resto de los seres vivos o a la biosfera en su más amplio sentido.

2.1. Ética y vida humana: el significado convencional de Bioética

Es evidente que la Bioética se ha desarrollado como disciplina universitaria, principalmente, en el ámbito de las llamadas ciencias de la salud que hemos enumerado en el párrafo anterior. Tampoco cabe duda de que entre todas esas ciencias la Bioética se ha difundido sobre todo en Medicina y Enfermería, aunque también está presente en otras materias tal como sigue:

  • Medicina: 19 Universidades (13 públicas, 4 privadas y 2 eclesiásticas)

  • Enfermería: 12 Universidades (7 públicas, 3 privadas y 2 eclesiásticas)

  • Odontología: 4 Universidades (3 públicas y 1 privada)

  • Fisioterapia: 4 Universidades (2 privadas y 2 eclesiásticas)

  • Podología: 4 Universidades (2 públicas, 1 privada y 1 eclesiástica)

  • Terapia Ocupacional: 3 Universidades públicas

  • Farmacia: 1 Universidad privada

  • Psicología: 1 Universidad privada

  • Genética: 1 Universidad pública

  • Nutrición y Dietética: 1 Universidad pública

La Bioética también está presente en otras asignaturas referentes a la vida y la salud que reciben otras denominaciones en 6 Universidades Públicas: Medicina Básica y Experimental (1), Ingeniería Agroalimentaria (1), Ingeniería Biomédica (2) y Ciencias Biomédicas (2). Llama la atención que aparezca también en el Grado de “Ciencias de la Actividad Física y del Deporte” que se imparte en una Universidad eclesiástica. Hay que mencionar, en particular, la presencia de la Bioética en algunas Universidades públicas:

  • Oviedo: Filosofía, Medicina y las siguientes asignaturas: “Bioética en el avance de la investigación biomédica” (Máster en Biomedicina y Oncología Molecular), “Bioética y bienestar animal” (Máster en Biología y Tecnología de la Reproducción), “Bioética” (Máster en Biotecnología Aplicada a la Conservación y Gestión Sostenible de Recursos Vegetable), “Bioética en los contextos de emergencia” (Máster en Análisis y Gestión de Emergencia y Desastre) y “Bioética” (Título Propio en Criminología).

  • Universidad de Valencia: Filosofía, Odontología, asignaturas de “Bioética y Biopolítica” (Máster en Ética y Democracia) y “Bioética y Deontología” (Máster en Psicogerontología)

  • Universidad de Zaragoza: Filosofía, Odontología y Veterinaria

  • Universidad de Castilla-La Mancha: Medicina, Terapia Ocupacional y Máster en Derecho Sanitario y Bioética

  • Autónoma de Barcelona: Ciencias Biomédicas, Medicina y Genética

  • Universidad Miguel Hernández: Medicina, Podología y Máster en Bioética

La Universidad Católica de Valencia, “San Vicente Mártir”, imparte Bioética en los Grados de Filosofía, Medicina, Fisioterapia, Podología y Veterinaria, además de un Máster Universitario en Bioética. También en la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid (privada) está presente en bastantes áreas de conocimiento: Medicina, Enfermería, Fisioterapia, Farmacia, Psicología, Biotecnología y en el Doble Grado de Farmacia-Biotecnología.

Y, al contrario, parece incomprensible que siendo la Bioética una materia tan “potente” en la Universidad Complutense de Madrid, gracias sobre todo al excelente y prestigioso trabajo del Profesor Diego Gracia y continuado, en la actualidad, por un nutrido grupo de alumnos suyos del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública e Historia de la Ciencia…digo que, siendo así las cosas, no se haya difundido proporcionalmente la Bioética por el resto de Departamentos de la Complutense. Sólo aparece en dos cursos de Filosofía y en el citado Máster o Magíster en Bioética

La Universidad Pontificia de Salamanca tenía la fortuna de contar con uno de los profesores más representativos en Ética Médica, Ética de las Profesiones Sanitarias y Bioética. Me refiero a José-Román Flecha, actualmente jubilado. Ha sido autor de numerosas publicaciones monográficas, muchos más artículos y multitud de conferencias. Y ha contribuido notablemente a la difusión de la Bioética en Latinoamérica, especialmente en Chile.

2.2. Bioética y vida en general: Biosfera/Ecología

La Bioética se está haciendo también presente en áreas de conocimiento que desbordan la temática de las ciencias de la salud. Ya hay suficientes ejemplos que muestran el interés de la ética por el resto de los seres vivos, la biopolítica y el medio ambiente, adoptando las formas conocidas de ”Ética Profesional y Deontología”, pero hay casos en los que aparece expresamente la bioética.

2.3. La Bioética no es un término unívoco

Como se ha podido demostrar, la Bioética ha logrado penetrar gradualmente en nuestras Universidades y lo está haciendo con éxito, aun reconociendo su breve trayectoria histórica. Ahora bien, junto al término genérico “Bioética”, que se imparte así en 33 Universidades (10 públicas, 21 privadas y 2 eclesiásticas), se presentan otras denominaciones en el ámbito de las Ciencias de la Salud. He aquí algunas de ellas: “Fundamentos de la investigación en Salud y Bioética”, “Bioética y Transferencia del Conocimiento”, “Enfermería Clínica y Problemas Bioéticos”, “Comunicación Asistencial y Bioética”, “Bioética clínica”, “Humanidades Médicas y Bioética básica”, “Deontología y Bioética”, “Bioética y Ética Profesional/Profesionalismo”, “Historia de la Medicina y Bioética”, “Cuestiones de Bioética…”, “Fundamentación de la Bioética, Teoría y Principios”, “Ética Médica y Bioética”, “Ética Aplicada y Bioética” o “Bioética y Cine. Médicos y Enfermos de Celuloide con Problemas de Carne y Hueso”.

Es necesario añadir que en 21 Universidades (15 públicas, 4 privadas y 2 eclesiásticas) se adopta la denominación de Bioética, Derecho, Legislación, Bioderecho. Si a ello se suman los 7 títulos de postgrado dedicados específicamente a Bioética y Bioderecho o Derecho Sanitario, caeremos en la cuenta del aumento de la presencia de esta área temática.

Así todo, y tras examinar con cierto detenimiento los programas docentes, se puede afirmar que, en líneas muy generales, suelen ser comunes los siguientes bloques temáticos:

  • Historia: Nacimiento, desarrollo, expansión e institucionalización.

  • Fundamentación: Teorías éticas, modelos de razonamiento ético, fundamentos de los valores, principios éticos, normas y juicios morales.

  • Metodología: Procedimientos para tomar decisiones, comités asistenciales de ética, comités de ética para la investigación clínica, comisiones regionales y nacionales de bioética y de otros organismos internacionales.

  • Relaciones asistenciales: Cuestiones sobre buena práctica sanitaria, ética profesional, profesionalismo, relaciones médico-paciente, enfermera-paciente, consentimiento informado, información sanitaria, participación en la toma de decisiones, confidencialidad, secreto profesional, objeción de conciencia, distribución y gestión de recursos sanitarios, relaciones con la industria farmacéutica etc.

  • Comienzo de la vida: Temas que para muchos son casi el exponente más evidente o más publicitado de la bioética: el control demográfico de la natalidad, el diagnóstico prenatal, el aborto, las nuevas técnicas de reproducción asistida, la genética, la ingeniería genética, la clonación, etc.

  • Final de la vida: La eutanasia, el suicidio médicamente asistido, la limitación de esfuerzo terapéutico, la obstinación terapéutica, el trasplante de órganos, la planificación de las cuidados antes del final de la vida, las voluntades anticipadas, etc.

  • Investigación: la experimentación con seres humanos (no solamente farmacológica sino quirúrgica y de otro tipo), la experimentación animal (cuestiones relativas al trato con los animales o bienestar animal).

  • Biopolítica y Biosfera: cada vez son más frecuentes los temas relativos a la salud pública, la justicia y la gestión de los recursos sanitarios, la ética de las organizaciones sanitarias, por una parte y, por otra, todo lo relacionado con la protección y cuidado del medio ambiente como el auge de la ecología, la preservación de la naturaleza…)

  • Sin embargo, no existe uniformidad a la hora de resolver los contenidos materiales de las áreas temáticas anteriores, es decir, la bioética no es unívoca ni singular. Se refiere siempre a distintos sentidos y contenidos materiales, concretos, y a numerosas realidades bioéticas, o sea, lo que existe es la bioética en plural y, además, adjetivada: liberal, utilitarista, materialista, laica, religiosa (católica, protestante, budista, hinduista, judía, musulmana…), o bien la conocida como principialista, casuista, comunitarista, pragmatista, de las virtudes, de los cuidados…etc. Todo ello se puede ver en la diversidad de programas académicos que se imparten en los Grados en Medicina y en Enfermería, por ejemplo:

1º) Medicina
.- Comunicación Asistencial y Bioética (Castilla-La Mancha: pública)
.- Historia de la Medicina, Bioética y Comunicación (Oviedo: pública)
.- Bioética: (Valladolid; Miguel Hernández; Pompeu-Fabra (públicas)

.- Bioética Clínica: Rovira i Virgili: pública.
.- Bioética I y Bioética II: Internacional de Cataluña (privada)
.- Bioética Clínica y Medicina Legal: Europea de Madrid: privada
.- Bioética: Alfonso X El Sabio; Francisco de Vitoria; CEU (privadas)

.- Bioética y Deontología Médica:  San Vicente Mártir (eclesiástica)

2º) Enfermería
.- Deontología y Bioética (Universidad Pública de Navarra)
.- Cuestiones de Bioética en la Práctica Enfermera (Islas Baleares: pública)
.- Ética, Bioética y Legislación en Enfermería (Murcia: pública)
.- Enfermería Clínica y Problemas Bioéticos (Sevilla: pública)
.- Ética, Bioética y Legislación (Cantabria: pública)
.- Bioética y Legislación Sanitaria (León: pública)
.- Ética y Bioética (Francisco de Vitoria: privada)
.- Bioética: Ramón Llull; Vic (privadas)
.- Bioética (Comillas: eclesiástica)
.- Deontología y Bioética (Navarra: eclesiástica)

2.4. La Bioética en los estudios de Postgrado: Másteres

Una de las actividades académicas que han tenido mucha difusión en los últimos años es la realizada a través de los Postgrados como “Máster”, “Magíster” o «Experto», según los casos. Se ofrecen en 22 Universidades (14 públicas, 3 privadas y 5 eclesiásticas) y los podemos agrupar en los siguientes bloques:

1º) Bioética (en general)
.- Máster Universitario en Bioética: Universidad Rey Juan Carlos de Madrid;    Universidad Miguel Hernández de Elche (públicas).
.- Máster en Bioética: Universidad de Murcia (pública): .
.- Máster Universitario en Bioética: Universidad Ramón Llull, Instituto Borja de Bioética Universidad San Pablo CEU (privadas)
.- Máster en Bioética y Formación: Universidad Católica de Ávila; Universidad de Comillas (eclesiásticas)
.- Máster en Bioética: Universidad de Navarra (eclesiástica)
.- Máster Universitario en Bioética: Universidad Católica de Valencia; Universidad Católica de Murcia (eclesiásticas)
.- Experto en Bioética: Universidad de Granada (pública)

2º) Bioética y Bioderecho
.- Máster oficial en Derecho Sanitario, Bioética y Derecho a la Salud en la Unión Europea y la titulación de Experto Propio en Bioética: Universidad de Granada (pública)
.- Máster propio en Derecho Sanitario y Bioética: Universidad de Castilla-La Mancha (pública)
.- Máster en Bioética y Derecho: Problemas de Salud y Biotecnología: Universidad de Barcelona (pública)
.- Universidad Complutense (pública): Magister en Bioética.
.- Máster en Bioderecho: Derecho, Ética y Ciencia: Universidad Rey Juan Carlos; Universidad de Murcia (públicas)
.- Experto en Bioética y Derecho: Universidad a Distancia (UNED: pública)

3º) Investigación
.- Universidad de Alicante (pública): Máster Universitario en Investigación en Ciencias de Enfermería: Bioética en la Investigación en Enfermería (asignatura)
.- Universidad de Santiago de Compostela (pública): Máster Universitario en Investigación Biomédica: Bioética y legislación (asignatura)
.- Universidad Internacional de Cataluña (privada): Máster Universitario en Investigación Clínica y de Materiales en Odontología (asignatura)

4º) Gestión y Calidad Sanitaria
.- Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA: pública): Máster en Gestión Sanitaria: Gestión de la Calidad en el Sector Sanitario y Bioética. (asignatura)

3. OTRAS INSTITUCIONES UNIVERSITARIAS

3.1. Instituciones específicas de Bioética

  • El Institut Borja de Bioètica, fundado en 1976 por el Francesc Abel i Fabre, pionero de la Bioética en España, después de trabajar durante 8 años adscrito a la Facultad de Teología de Catalunya, se constituyó como fundación privada en el año 1984. Desde el año 2000 es instituto universitario por su integración en la Universitat Ramon Llull (privada) como entidad federada de pleno derecho. Es muy conocido por su docencia en Bioética y por disponer de una de las mejores bibliotecas sobre el tema.

  • La Cátedra de Bioética de la Universidad de Comillas, fundada en 1987 por Javier Gafo, tiene como objetivo iluminar los problemas morales suscitados por los avances de las ciencias biomédicas concentrando sus actividades en los campos de investigación, docencia y publicación. Desde 1997 viene impartiendo un Máster en Bioética. También celebra anualmente unas Jornadas sobre temas de actualidad. En el marco de la Cátedra se han realizado y leído numerosas tesis y tesinas sobre bioética.

  • El Instituto de Estudios Superiores de Bioética, de la Universidad Internacional de Cataluña (centro privado) es una unidad creada para fomentar la actividad docente y de investigación relacionada con la Bioética y otras áreas afines como Antropología, Deontología, Derecho, Sociología, Psicología, etc. Dada la naturaleza inter y multidisciplinar de la Bioética, el instituto está vinculado con las facultades de Medicina y Odontología y los departamentos de Humanidades, Ciencias Jurídicas y Políticas, Ciencias Económicas y Sociales y Magisterio.

  • El Centro de Documentación de Bioética, perteneciente al Departamento de Humanidades Biomédicas, ubicado en las Facultades de Medicina, Ciencias y Farmacia de la Universidad de Navarra (eclesiástica). Se trata de un excelente servicio de virtual de documentación sobre bioética y deontología en el ámbito biosanitario, situado en internet con acceso abierto.

3.1. Comités universitarios de ética

La Red de Comités de Ética en las Universidades y Organismos Públicos de Investigación pretende proporcionar también una respuesta ágil y efectiva a las necesidades actuales, respecto de la investigación científica, en orden a la protección de los derechos fundamentales de las personas, el bienestar de los animales y el medio ambiente, y el respeto de los principios y compromisos bioéticos asumidos por la comunidad científica. Está compuesta por 32 Comités de Ética, con reuniones anuales desde 2002, y ofrecen información sobre 1º) normativa, recomendaciones y directivas, 2º) diversos Protocolos y Reglamentos, y 3º) una serie de materiales propuestos por cada Comité.

La Asociación Nacional de Comités de Ética de la Investigación (ANCEI) tiene, entre sus fines: promover la formación inicial y continuada de las personas que vayan a formar parte o formen parte de los CEI, y ser el lugar de encuentro de los miembros de la Asociación, como de otras Asociaciones constituidas con fines similares, tanto nacionales como internacionales.

CONCLUSIONES GENERALES

  • La Ética está presente en 72 de las 76 Universidades españolas.

  • Es una presencia desigual: hay 24 Universidades (16 públicas y 8 privadas) donde la Ética ha quedado reducida a no más de tres Grados académicos y, además, hay otras 4 en las que no aparece para nada o al menos yo no la he sabido encontrar.

  • Va creciendo el número de titulaciones del ámbito científico-técnico que incluyen en sus planes de estudio la asignatura “Ética de la Ciencia y la Tecnología”.

  • La transversalidad es una característica distintiva de la Ética, bien sea en su sentido general, como materia común de diversos Grados académicos, o en su sentido específico en cuanto Ética Aplicada a un determinado conocimiento: “Ética profesional (del médico, de la enfermera, del fisioterapeuta…)”, “Ética de la empresa”, “Ética financiera”, “Ética de las profesiones jurídicas”…

  • Asimismo, la Ética está asociada a la Deontología y a la Legislación en muchas profesiones pero, sobre todo, en la práctica totalidad de Grados y Postgrados que se imparten en el área de Ciencias de la Salud.

  • La Bioética es una disciplina académica porque dispone de los requisitos que lo garantizan: plan de estudios, libros de texto y bibliografía específica, diversidad de documentos (regionales, nacionales, internacionales), instituciones universitarias (departamentos, cátedras, institutos…), seminarios y congresos, publicaciones, diversidad de comités, etc.

  • Está presente en un gran número de Grados universitarios (50) y está bastante difundida en estudios de Postgrado o Maestrías (27) referidos, principalmente, a la Bioética en general y al binomio Bioética y Derecho.

  • Está muy extendida en el ámbito de las Ciencias de la Salud y, por ello, referida a la vida humana, pero abarca también otros referentes a los demás seres vivos y el medio ambiente, es decir, con la vida en general como Biosfera o Ecología.

  • Resulta imposible (y carecería de sentido) hacer un programa único de la disciplina, pero hay coincidencias en la denominación genérica de algunos bloques temáticos: Historia, Fundamentación, Metodología, Relaciones asistenciales, Comienzo de la vida, Final de la vida, Investigación, Biosfera y Ecología…

  • La Bioética no es única ni singular ni unívoca. Existen bioéticas en plural.

  • El centro neurálgico de la Bioética (de cualquier Bioética) es la obligación de respetar la dignidad de cada persona.

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TINO QUINTANA

Profesor de Ética, Filosofía y Bioética Clínica (Jubilado)
Oviedo, Asturias, España

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