Creerse en posesión de la verdad; convertir mentiras en verdades; denigrar al adversario con acusaciones falsas e insultos; condenar taxativamente determinadas adscripciones ideológicas; tener certezas erróneas y no cambiar pese a las evidencias; asegurar que los equivocados son siempre los demás; dividir el mundo en buenos y malos; aprovecharse de las reglas de juego para burlarse luego de ellas; fomentar rencor y odio…
Se ha desatado el odre de los vientos y Ulises ya no puede volver a su amada Ítaca.
Sin embargo, también sirve la historia de Pandora, la esposa de Epimeteo, a quien los dioses regalaron una caja sellada que debía guardar en lugar seguro y no abrir por ningún motivo. Su esposo también le pidió que no la tocara, pero ella rompió el sello y, de su interior, salió un enjambre de horribles criaturas que trajeron incontables desgracias a los humanos.
Lo que casi nunca se dice es que, en último lugar, salió de la caja una criatura luminosa, llamada Esperanza, que hacía posible evitar la desesperación y confiar en el futuro.
Mantener un solo punto de vista muestra una mentalidad incapaz de asumir que el extremo del propio hilo, el de cada uno, puede anudarse con el extremo que tiene el de enfrente, hacerlo así más fuerte y buscar juntos mejores resultados.
Las cosas que se ven pueden cambiar si se cambia la forma de ver las cosas.
Es necesario mirar el espejo retrovisor, pero concentrarse en el parabrisas delantero, especialmente en momentos donde creíamos tener todas las respuestas y, de repente, nos cambian las preguntas. Quizá no hay que poner el acento tanto en lo que nos va a pasar, sino en lo que vamos a hacer.
En estos tiempos en los que el juego se embarra y es necesario echar el balón al suelo, y bajar el ritmo del partido para ver el campo con más calma, merece la pena recordar estos versos de la sudafricana Lebo Mashile:
«¿Cuando el hilo se rompe
juntas sus piezas?
¿O luchas contra el cambio
y permaneces igual?»
Cerrar la caja de Pandora impide salir a la esperanza.