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La magia de los Magos

La magia de los Magos

La magia de los Magos 150 150 Tino Quintana

Aquella noche, tapado hasta los ojos bajo la manta y casi sin respirar, para no dar señales de estar despierto, oía en la cocina de mi casa hablar con voz grave y solemne, hacer ruido de papel, abrir y cerrar puertas, chocar con los muebles… «¡Ya llegaron! !Ya están ahí!».

Cuando me levanté al día siguiente, bien temprano, después de quitar la cuerda imaginaria que ponía alrededor de mi cama para que no me llevaran los ladrones, encontré un paquete envuelto con papel de estrellas, una cajita con una vela, que alguien había encendido antes, y otra cajita donde había una palabra escrita: «¡Sueña!».

Abrí con nervios el paquete: ¡Un camión de Juguetes Rico de tres ejes! Tenía la cabina azul, conductor con visera y caja-volquete, de color amarillo, que se movía con una palanca.

Fui a buscar hilo bramante y até, primero, las dos cajitas entre sí haciéndoles un pequeño agujero; luego, puse otro trozo en la parte delantera del camión para llevarlo rodando; enrollé el resto en un alambre con asa que introduje en un pequeño bote redondo, imitando así un cilindro para arrastrar cosas haciéndolo girar con la mano, y salí a la calle.

Cerca de casa, até las dos cajitas al hilo del cilindro que salía del bote, como si fueran dos vagones; lo coloqué encima de una pequeña cuesta y, después, comencé a subir y bajar tierra en ellas, igual que subían y bajaban las vagonetas de carbón por los planos de las montañas del valle donde vivía. Quería llevarla en el camión a la obra de un nuevo edificio.

Nunca les conté a los Magos lo que sentí aquella noche. No. Nunca se lo dije.

Porque ellos no se hubieran creído que mis padres, en realidad, existían.

TINO QUINTANA

Profesor de Ética, Filosofía y Bioética Clínica (Jubilado)
Oviedo, Asturias, España

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