La vida cotidiana está llena de argumentos y de argumentaciones. Y es así 1º) porque necesitamos entendernos para convivir, aunque no poseamos las mismas ideas…por eso razonamos y discutimos; 2º) porque estamos convencidos de que nadie tiene la panacea de la intelectualidad, ni de la inteligibilidad, es decir, necesitamos vivir y convivir sobre la base de razones solventes; 3º) porque es una evidencia la pluralidad de culturas, cosmovisiones, ideologías y creencias, que necesitan convivir y justificarse en público con razones rigurosas y sólidas; y 4º) porque a la hora de afrontar problemas cotidianos buscamos su clarificación y resolución, lo que conlleva utilizar siempre conceptos operativos, es decir, razones prácticas, argumentos.
1. EL ARGUMENTO Y LA ARGUMENTACIÓN
El Diccionario de la Lengua Española dice que el argumento es un «razonamiento que se emplea para probar o demostrar una proposición, o bien para convencer a alguien de aquello que se afirma o se niega». Por su parte, el mismo Diccionario dice que la argumentación es la acción de argumentar, o sea, «aducir, alegar, poner argumentos» y, también, «disputar, discutir o impugnar una opinión ajena».
Pues bien, la argumentación filosófica pretende convencer mediante proposiciones razonadas y razonables, o sea, justificándolas y exponiéndolas de manera comprensible. Dicho con otras palabras, el argumento filosófico tiene que dar cuenta de la naturaleza de una idea o de un juicio, de su legitimidad, de su fundamento y, en este sentido, debe articular conceptos, valores, presupuestos teóricos, haciéndolos comunicables a través de en un proceso intelectual plasmado en una proposición lingüística concreta.
La argumentación ética forma parte de la argumentación filosófica que todos llevamos a cabo, de una u otra manera, para justificar racionalmente lo que debemos hacer (moral) y, sobre todo, por qué lo debemos hacer (ética).
1.1. Algunos criterios básicos sobre la argumentación en general
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La argumentación debe tener claridad, que implica explicitación y coherencia para determinar lo que está implícito o denunciar lo que falta y debería explicitarse.
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La argumentación necesita capacidad crítica para evaluar la claridad y la coherencia, la pertinencia, la fuerza o la debilidad de las conclusiones y de los argumentos.
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La argumentación tiene que tener en cuenta la no repetición, porque el hecho de repetir las mismas ideas tiende a producir confusiones innecesarias.
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El argumento y la conclusión tienen que ser pertinentes, o sea, que vengan a propósito de lo que se está razonando y afirmando.
¿Qué argumento bioético es el que evitaría la interferencia moral en la eutanasia?