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Sucesos que atraen la atención por su impacto en la escena de la vida cotidiana u otros temas relevantes de carácter cultural, científico o humanístico referentes a la vida.

Salvarnos del caos

Salvarnos del caos 150 150 Tino Quintana

Cuando hay trozos de cielo que se derrumban sobre Gaza, o sobre Ucrania y Rusia, o sobre Siria, Sudán o Etiopía… o sobre las chabolas y los inmigrantes, viene bien recordar que, con tantos escombros, parece cumplirse lo que dijo Sartre: «El infierno son los otros».

Cuenta Albert Camus en su Calígula, que aquel omnipotente emperador creía ser el único hombre libre del Imperio, porque disponía de la lógica implacable de eliminar a quien quería y cuando quería. «Lo que más admiro es mi insensibilidad» —solía decir—, y añadía: «Mátale lentamente para que se sienta morir».

La experiencia demuestra que cuanto más se rebaje al ser humano al plano de las cosas de uso, más se convierte en objeto de desprecio hasta llegar al genocidio. Hablar de ética mientras el hambre, los misiles y la muerte campan a sus anchas es repugnante.

¿Cómo es posible mirar a los ojos de nuestros hijos para explicarles que hay que matar para ser libres? ¿Cómo nos resulta soportable la visión cotidiana del sufrimiento de los demás, mientras seguimos adelante, como si nada? ¿Cómo podemos fiarnos de una ética que actúa como disfraz de dudosos intereses y conculca los derechos humanos?

«A los niños lo que hay que legarles no es dinero, sino un gran sentido del respeto», dice Platón en Las Leyes (V, 729a).

Pero ahí está el hombre que cuida su jardín, como decía Voltaire; el médico que cura a un enfermo; la enfermera que lava a un anciano encamado; la madre que da luz a un niño; el maestro que enseña a sus alumnos; la hija que protege a su padre inválido; el amigo que escucha al amigo; los enamorados que sueñan con el infinito; los que prefieren padecer injusticia antes que cometerla, como hizo Sócrates; los que piensan que es imposible vivir sin música; las personas que se alegran de que los otros tengan razón…, y tantos más que hacen bien lo que saben hacer sin darse importancia.

«Esas personas, que se ignoran, están salvando al mundo» (Jorge Luis Borges)

Señalan una dirección y nos salvan del caos. Yo apuesto por ellas. ¿Y ustedes?

Cándido

Cándido 150 150 Tino Quintana

La candidez de Cándido, el de la novela de Voltaire, le llevó a creer que todo estaba bien y que el mundo era perfecto: «el mejor de los mundos posibles», como decía Leibniz.

Pero en el transcurso de los años, experimentó tantos sinsabores y disgustos, tantos golpes y contrariedades, tantas ruinas, destrozos y fracasos, que, al final de sus días, Cándido rebajó su obcecado optimismo y pronunció una frase que se hizo célebre: «Hay que cultivar nuestro jardín (Il faut cultiver notre jardin)».

Puede ser también una metáfora de lo que hay en nuestro interior.

Cuenta Petrarca en una de sus cartas que subió un día con su hermano pequeño a lo más alto del monte Ventoso y, una vez allí, contempló el magnífico panorama de los Alpes, la provincia de Lyon, el curso del Ródano y el golfo de Marsella. Después, se sentó y abrió al azar el libro de las Confesiones de San Agustín, que llevaba siempre consigo, donde dice:

«Viajan los hombres por admirar las alturas de los montes, y las ingentes olas del océano, y el giro de los astros, y se olvidan de sí mismos, ni se admiran de que todas estas cosas, que al nombrarlas no las veo con los ojos, no podría nombrarlas si interiormente no viese en mi memoria los montes, y las olas, y los ríos, y los astros…, y el océano…, con dimensiones tan grandes como si las viese fuera».

Y Petrarca, aplicándose la lectura a sí mismo, cerró el libro, enfadado por haberse dedicado a contemplar la belleza de las cosas exteriores, olvidándose de admirar las maravillas de su alma, y bajó del monte sin hablar con su hermano.

«¡Qué difícil es ser consecuente y no ver sino lo visible!», dijo Fernando Pessoa.

Cándido tenía razón: «Hay que cultivar nuestro jardín».

«Te examinarán del amor»

«Te examinarán del amor» 150 150 Tino Quintana

Cuando haya peleas con lesiones, «pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe» (Éxodo 21, 23-25).

La aplicación de este principio bíblico ha dejado un reguero interminable de tuertos y de ciegos, que se movían en la oscuridad dando palos a diestro y siniestro.

«Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego», dijo una vez Mahatma Gandhi.

Pero hay otro principio bíblico: «Esto os mando: que os améis unos a otros» (Juan 15, 17). Tiene suficiente potencial para transformar las relaciones humanas por completo.

Una vez más, vuelve a aparecer «la responsabilidad de tener ojos cuando los otros los han perdido», tal como señala José Saramago (Ensayo sobre la ceguera).

No sé quién podrá hoy ver por los demás en estos tiempos de venganza. De lo que estoy convencido es de que, como sea y ante quien sea, «al final de la vida te examinarán del amor», parafraseando un dicho atribuido a San Juan de la Cruz.

Estar

Estar 150 150 Tino Quintana

Las cosas y los seres vivos tienen siempre algún estado: “están”. Todos “estamos”.

«Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena», dice el cuarto evangelio, y añade que también estaba Juan, el discípulo amado. Estaban allí, sin prisas, contemplando pasmados aquel suceso.

Pararse a mirar lo que sucede ante nuestros ojos o en nuestro interior puede hacer más sostenible el dolor, más viva la esperanza, más solidaria la compasión, más agudo y rico el pensamiento, más profunda la confianza, más intensa la atención.

Resulta difícil cuidar a una persona sin estar con ella, por ejemplo, sin dedicarle un tiempo que deja de ser propio y se convierte, de algún modo, en tiempo del otro.

Deberíamos “estar” más, para que puedan reposar los pensamientos, las intuiciones, los desasosiegos, las distracciones, las preguntas, los cuidados. Necesitamos de esos momentos tan difíciles hoy de conseguir. Hay mucha prisa y demasiado ruido. A veces pienso, también, que huimos de ello a causa de cierto miedo a mirarnos por dentro.

Quedarse, detenerse a estar con uno mismo o con alguien puede justificar una vida, porque en ello no se pone en juego el conocimiento de la teoría, sino el de la existencia:

«Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido»
(Luis Cernuda).

Aforismos

Aforismos 150 150 Tino Quintana

Siempre he tenido la sensación de que los seres humanos caminan, pero no se mueven.

Estoy convencido de que la belleza es una realidad que se coge en el momento en que huye. Estar vivo, en el fondo, quizá sea algo de eso: perseguir bellos instantes que mueren.

Para evolucionar de verdad, la vida tiene que doler. Lo contrario es una ficción.

Y para ser yo mismo, necesito que me iluminen los ojos de otras personas.

Hay una canción que dice: «yo no sabía que los principios habían nacido en los finales».

He tenido la fortuna de comprender que, para cuidarme a mí mismo, tengo que cuidar a los demás. Justo al revés de lo que pensaba antes. El mundo sería diferente.

Me produce tristeza ver a algunos cristianos, incluidos obispos, que convierten a Dios en su propiedad privada. Un viejo error este muy peligroso y radicalmente anticristiano.

Me repugna saber que seamos capaces de sufrir tanto y de causar tanto sufrimiento.

Solo soy buscador de palabras, pastor de pensamientos y ahora, cada vez más, memoria de recuerdos. Por eso aún siento que me apacienta la mirada de mi madre.

Hace unos días, me dio un beso espontáneo mi nieto. Y yo, antes de acostarme, por la noche, sonreí y me quedé dormido.

Flaiano y Jesús

Flaiano y Jesús 150 150 Tino Quintana

Ennio Flaiano fue un escritor, periodista y crítico de cine italiano, poco conocido por los lectores españoles, autor de guiones de películas tan impactantes como La strada o La dolce vita, de Federico Fellini, y Calabuch o El verdugo, de Luis Berlanga.

Murió de un ataque al corazón en 1972, y se dedicó a cuidar, junto a su esposa Rosetta Rota, de su hija Lelé, enferma de encefalopatía, por quien ambos dejaron todo lo demás.

Flaiano era un declarado ateo, agnóstico y anticlerical.

Es probable que haya sido Rosetta, que falleció, ciega, en 2003, entregada durante sus últimos años a cuidar la edición de los manuscritos de su esposo, quien descubriera, entre ellos, el esbozo de varias escenas para una película sobre el retorno de Cristo a la tierra.

Asediado por multitud de cámaras y periodistas, Jesús buscó un lugar apartado para explicarles con calma su doctrina y sus milagros. Y he aquí que vieron venir, a lo lejos, a un hombre que llevaba consigo a su hija enferma. Deseoso de hacer algo por ella, Jesús se acercó enseguida, pero el padre le dijo: «Yo no quiero que la sanes; quiero que la ames».

Jesús besó a la muchacha, le hizo una caricia, y, después de un silencio, añadió: «En verdad os digo que este hombre ha pedido lo que puedo dar».

Está bien recordarlo cuando «hay una gran confusión, tanto en el mundo divino como en el humano», como dijo Eurípides hace veinticinco siglos (Ifigenia entre los Tauros, 570).

De vez en cuando

De vez en cuando 150 150 Tino Quintana

Esto no tiene remedio…, todo va de mal en peor…, la vida es un mal negocio que no cubre gastos…

Pero, de vez en cuando, sucede lo que dice José Emilio Pacheco:

«Una gota de lluvia temblaba en la enredadera.
Toda la noche estaba en esa humedad sombría
que de repente
iluminó la luna».

Mientras escribo estas líneas, ahora mismo, alguien está naciendo o, si no es así, dos personas se están enamorando, o quizá haya una semilla de esperanza que brota en algún lugar.

Sí. «De vez en cuando la vida nos besa en la boca / y a colores se despliega como un atlas. / Nos pasea por las calles en volandas / y nos sentimos en buenas manos», canta Joan Manuel Serrat.

No por eso desaparecen las desgracias, ni los desastres, ni los “malos negocios”, pero se ven de otro modo… al menos de vez en cuando… y me ayudan a seguir caminando.

Seminarios de Innovación de Atención Primaria (SIAP)

Seminarios de Innovación de Atención Primaria (SIAP) 150 150 Tino Quintana

Los Seminarios de Innovación en Atención Primaria (SIAP) son actividades libres de “humos industriales”, sin ánimo de lucro y de inscripción gratuita. Se puede participar desde cualquier lugar del mundo y en cualquier idioma (con preferencia español y portugués). Están abiertos a estudiantes, residentes y profesionales sanitarios y también a legos en general. Se iniciaron en 2005 y llevan ya 40 ediciones. Ofrecen constante innovación pedagógica para facilitar la participación y el aprendizaje a distancia y presencial, de forma que se pueda mejorar el trabajo clínico diario con nuevo conocimiento y/o nuevas formas de organización.

Su coordinación corre a cargo del Equipo CESCA y, desde su inicio, por Juan Gérvas, médico de cabecera. Entre los miembros iniciales estuvo también Mercedes Fernández, también médico de cabecera, muy interesada por las cuestiones éticas en relación con la práctica clínica.

Entre el 3 de mayo y 3 de junio de 2023 se celebró el #siapAsturies, centrado en torno a la autonomía del paciente con motivo de la entrada en vigor, hace veinte años, de la Ley 41/2002 de 14 de noviembre básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica.

El programa se encuentra en el enlace incluido en esta misma línea.

Los SIAP tienen dos partes diferenciadas: la primera consiste en un debate “virtual” que desarrolla varios hilos temáticos relacionados con el tema central: la autonomía del paciente; la segunda parte es presencial y, en este caso, tuvo lugar en el salón de actos del Colegio de Médicos de Asturias en la ciudad de Oviedo.

Como vocal del Comité de Ética de Investigación del Principado de Asturias, he participado en este seminario #siapAsturies con dos ponencias, tanto en el debate virtual sobre diversos hilos temáticos como en la sesión presencial.

Rótulos oficiales del #siapAsturies fueron: “Pasos firmes en la autonomía del paciente” / “En la consulta y siempre con zapatos de paciente”.

Adjunto los textos básicos que he utilizado:

DEBATE VIRTUAL: 3 de mayo 1 de junio: Consentimiento Informado Ensayos Clínicos

SESIÓN PRESENCIAL: 6 de junio: Visión de conjunto y sugerencias

Al fin del mundo

Al fin del mundo 150 150 Tino Quintana

Hace varios días le dije a mi nieto de repente: «Oye: yo iría contigo al fin del mundo. ¿Vendrías tú conmigo?». Él se quedó mirándome, asombrado, ante tal cuestión, porque aún no sabe lo que es el “mundo” ni, mucho menos, el “fin del mundo”.

Pero yo insistí: «Qué me dices, ¿eh? ¿Irías conmigo al fin del mundo?».

Entonces, movió la cabeza de arriba abajo, sin dejar de mirarme, y dijo: «Tí, tí» —pues hay algún problema con la “s”—.

Después, le hice un breve esquema académico sobre las dificultades que encontraríamos en un trayecto tan largo. Sus ojos transmitían desconcierto y, a la vez, la confianza y la seguridad que da el cariño.

Busqué un verso de Rafael Arenas y se lo recité: «Un día, de tanto verte, te vi».

«Al final, la diferencia está en la mirada, hijo —añadí—. Recuérdalo: está en la mirada». Yo pensé, una vez más, que vivimos por los demás para señalarles lo que es vivir.

Así que, salimos a la calle, él en su triciclo y yo empujando.

Volvía la cabeza, de vez en cuando, para ver dónde iba yo.

Íbamos al fin del mundo.

 

Un metro cuadrado

Un metro cuadrado 150 150 Tino Quintana

Si me dijeran que debo arrancar las malas hierbas de cientos de kilómetros a la redonda, dejaría caer los brazos y diría: «Esto es una empresa imposible. Nunca lo conseguiré».

Pero si me dijeran «Mira: tú tienes un metro cuadrado. Tenlo limpio de hierbajos, siembra ahí buena semilla y cuídalo». Eso parece insignificante, pero es factible.

No se trata de arreglar el mundo, ni la ciudad, ni el barrio, ni la comunidad de vecinos, ni buscar aplausos o popularidad. Nada de eso. Ya se dijo en muchos lugares, como en la Antígona de Sófocles, que «actuar por encima de nuestras posibilidades no tiene sentido».

Así que mejor sería decir esto: «Mira, no puedo dedicarte la vida, ni la semana, ni todo el día, pero sí una tarde a la semana, cinco días al año, un par de horas más al día… para estar contigo, reírnos juntos, cuidarte… Es solo un metro cuadrado, pero te lo doy».

En tiempos donde abunda la bulimia de medios y la anorexia de fines, reconforta saber que hay infinidad de personas anónimas que no pasaron su vida llenando inútilmente de agua toneles con agujeros, como las Danaides, sino regando su metro cuadrado de cosas buenas. En tal sentido es ilustrativo leer el siguiente texto de George Eliot (Mary Ann Evans):

«… el efecto de su ser en los que tuvo a su alrededor fue incalculablemente expansivo, porque el creciente bien del mundo depende en parte de hechos sin historia, y que las cosas no sean tan malas para ti y para mí como pudieran haber sido, se debe en parte a los muchos que vivieron fielmente una vida oculta, y descansan en tumbas que nadie visita».

He conocido a muchas de esas personas: hacen el mundo mejor sin saberlo ellas mismas.

TINO QUINTANA

Profesor de Ética, Filosofía y Bioética Clínica (Jubilado)
Oviedo, Asturias, España

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